Hoy he recordado este viejo chiste que dice:
– ¡Vaya perro que os han puesto en Abandoibarra!
– ¡Pues no veas la caseta!
Y me he dado cuenta de que el buque insignia de Bilbao – el Guggenheim- está escoltado por las figuras de dos animales de proporciones enormes y significado , como se verá, un tanto esotérico.
Así, el Puppy, en su floreado y estacional ser, esconde en su estructura la mano de Jeff Koons, escultor trans- pop, muy conocido también por las obras que llevó a cabo representándose a sí mismo haciendo el amor con su esposa, Ilona Staller, conocida como Cicciolina en el mundo del cine porno. Lo cual que nos puede predisponer a esperar el resurgimiento de la Staller entre los laberintos de macetas en cualquier momento, desnuda y acaso con un paño de pureza al modo de la Venus originaria. ¿Será acaso este episodio neo-mitológico lo que espera la caterva de fotógrafos amateurs que rodean al perro primigenio?
Y, por otro lado, una caterva similar rodea , y penetra rítmicamente ( con perdón) la escultura denominada popularmente «La Araña», guardando rigurosa cola para perpetuar el momento. Pero teniendo tal escultura por título «Maman» y pretendiendo con ella, en psicalíptica versión anterograda, su escultora, Louise Bourgeois, mostrar «la duplicidad de la naturaleza de la maternidad, protectora y depredadora al mismo tiempo», no resulta muy comprensible que, en vez de huir desaforadamente , el personal, muy sonriente, se instale bajo una bolsa llena de huevos «que se encuentran peligrosamente adheridos a su abdomen»al tenor de la oportuna guía.
En fín, que, a la vista de las disfunciones entre significantes y significados y sus connotaciones varias -algo muy común entre el arte producido después del impresionismo- la próxima vez que mis pasos me lleven hacia el titanio, procuraré llevar el gesto de Al Pacino ,haciendo de Toni Montana en Scarface. Por si acaso.