Valentí Puig ( 1949–)
El listísimo y muy conservador escritor mallorquín Valentí Puig – autor , entre otras obras, de una larga serie de excelentes dietarios al modo de Josep Pla- mostraba en un sesudo artículo hace unos días su preocupación por la importancia que está tomando la construcción de » relatos» sobre la vida política y social. Puig citaba los «nuevos relatos» que a veces se exigían o se intentaban pergeñar sobre Europa o sobre la unicidad o multinacionalidad de España- aludiendo, supongo, a esa nueva teoría socialista de la «nación de naciones»- pero, por estos lares, tenemos dos ejemplos muy claros al respecto en la continua reelaboración de lo que se ha venido en llamar, acaso indebidamente, «memoria histórica», y en el relato acerca de los orígenes , desarrollo y final de ETA.
Comentaba también Puig que quizás esa idea de relatarlo todo y de volverlo a relatar «puede no ser la solución sino parte del problema» pues las materias relatadas acababan, desde su punto de vista, por esquematizarse en exceso, y proponía que , ante su inevitabilidad social -que él consideraba poco más que una moda- al menos se mantuviera la exigencia de » reconstruir lenguajes con exigencia semántica», es decir , sabiendo bien lo que se dice más allá de lo que se quiera decir.
Ya he dicho al principio que Valentí Puig es un dechado de conservadurismo inteligente, algo no muy frecuente en esta «pell del brau» en la que todavía parecemos sobrevivir entre gamboinos y oñacinos. Y , consecuentemente, en su artículo de prensa no había ninguna mención expresa a «la realidad» pues sabe muy bien que ya no se puede defender un vínculo directo entre tal «realidad» fáctica y su relato, salvo que dispongamos de algún guardaespaldas omnipotente y metafísico del tipo dios, patria , proletariado, sexo o naturaleza. Por ello sólo hablaba de relatos …
En estas misma páginas escribía el miércoles Carmen Torres Ripa recordando a José María Portell Manso: «Las piedras ya no hablan. En nuestra sociedad, se repite mucho la palabra perdón y estoy comprobando lo difícil que es abstenerse, incluso en la peores circunstancias, de echarnos los unos a los otros en cara el no haber sido perfectos. Decía un poeta que nadie puede cambiar su pasado, pero que todo el mundo puede contarlo al revés.»