Cada vez que ahora oigo hablar de las víctimas, lo primero que me viene a la cabeza es un agujero negro. El agujero que tenía Germán Rodríguez en medio de la frente, en la fotografía que se distribuyó al día siguiente de su asesinato. Un agujero de bala del calibre 7,66. Germán con los ojos cerrados. Germán con grandes bolsas moradas bajo los ojos. Germán con algodones ensangrentados en los orificios de la nariz. Germán envuelto en un sudario blanco. Germán, en fin, con un agujero negro en medio de la frente.
Si yo le llamo Germán, no es por próximidad ideológica- él era trotsko y yo un pro-chino antitético- sino porque vivía en la calle de al lado y compartíamos pupitre en el colegio Santa María la Real de Pamplona.De hecho ,todavía guardo una fotografía de cuando apenas teníamos trece años, en la que aparecemos los dos en el proscenio del salón de actos colegial, representando transidos la “ Muerte de Antoñito el Camborio ” , de Federico García Lorca.: «Voces de muerte sonaron / cerca del Guadalquivir…».
En la fotografía, como he dicho, aparecemos con los ojos cerrados, los pies y los brazos abiertos, las manos en puño y la boca tensa, intentando transmitir, según una estética sin duda muy primitiva, toda la carga terrible y trágica de este poema. Pero transcurría el año 1968 y supongo que ya era mucho que algunos hermanos maristas avisados consiguieran que se representaran unos versos de un poeta asesinado – por entonces no lo sabíamos – por rojo y maricón – ahora diríamos, y me parece bien, homosexual.
Germán fue el primer amigo que murió borrado del mapa por una mano ajena. Para entonces ya había habido otros muertos conocidos, otros muertos que lo habían sido por voluntad y mano propia – suicidios de adolescentes irredentos, algunos con pretensiones de poetas – o en estúpidos accidentes de tráfico, al albur de las primeras militancias alcohólicas Pero Germán murió porque una bala del calibre 7,66 le atravesó la cabeza de adelante atrás, a las diez de la noche de un tórrido día de julio, en plenos sanfermines.
/ “ …Se bajaron de improviso y comenzaron a tirar solamente con metralleta ( a mí incluso me pareció oír el sonido de cetmes). Tiraron durante cinco minutos contra la gente que se escondía tras los coches. G estaba a más de cien metros cuando le dieron en la mitad de la frente. Perdió inmediatamente el conocimiento y rápidamente lo sacamos en coche mientras nos abrían paso los de las barricadas. No tenía pulso y respiraba muy mal”. /
De Germán dijo el periódico oficial navarro, al día siguiente de su muerte, que había sido un «revoltoso» desde los tiempos en los que estudiaba en el colegio de los Hermanos Maristas. Bonito término este de “ revoltoso”.Y el comisario Miguel Rubio que dirigió el asalto a la Plaza de Toros-bajo el mando directo del entonces ministro Rodolfo Martín Villa- , en cuyo transcurso murió Germán, comentó que todo había sido un «error» : bonito término también este de » error», sobre todo tras hacerse públicas las grabaciones de las conversaciones* de la Policía Nacional .
Así que cuando hoy se habla de las víctimas yo me acuerdo de un agujero negro.El agujero que tenía Germán Rodríguez en medio de la frente, en la fotografía que se distribuyó al día siguiente de su asesinato…
*https://vimeo.com/73122792
Chapeau!
Curiosamente el día 13 de ese mismo mes de julio una compañía de la policía armada entró a saco en la población de Rentería y se «entretuvo» en romper cristales de tiendas, interfonos de portales y cuantas más tropelías se les ocurrió, amén de que «una bala perdida» acabó con la vida de un vecino del portal de al lado de mi casa que contemplaba el espectáculo desde su balcón,Jauregui creo que se apellidaba. Me tocó vivirlo todo en primera línea porque era el presidente de la comisión gestora que gobernaba el ayuntamiento en aquellos momentos. Recuerdo la entrevista que tuve con el gobernador civil para pedirle explicaciones y el posterior encuentro en Madrid, el 18 del mismo mes (fecha señalada) con el ministro del interior Martín Villa y el general de la policía Alcalá Galiano en la sede del Ministerio del Interior. Me dieron un talón por importe de algo más de cinco millones de pesetas para tratar de paliar los daños materiales ocasionados por las «fuerzas del orden». ¡Qué tiempos aquellos!
Gracias por tu testimonio, Antonio. Fueron tiempos muy duros aquellos…Y
también hay que recordarlos.