BILBAO 1972

Ayer me encontré en  un  bar  a un viejo conocido pamplonica con el que me saludo siempre desde hace muchos años. Casualmente enhebramos una breve conversación  y estuvimos comentando nuestros primeros años en la capital vizcaína. Y coincidimos en lo mucho que nos gustaba aquella ciudad oscura y húmeda a la que por entonces nadie quería venir si no era para  estudiar o trabajar-  él añadió divertido que su padre le había regalado  una gabardina y un paraguas de modo preventivo.

Luego, de vuelta hacia casa, me vi   en la estación de la calle Henao, bajando del autobús de La Burundesa que me había traído desde Pamplona atravesando Vitoria y el puerto de Barazar. Era un día de setiembre de 1972, tenía  diecisiete años y era la primera vez que iba a vivir fuera de mi ciudad originaria. Creo que, enterado de que sólo había que cruzar un puente,  comencé a caminar, pasé por encima de los Astilleros Euskalduna y subí directamente hasta el Colegio Mayor. De entre todas las nuevas sensaciones que me produjo  aquel largo paseo- más largo de lo que yo había supuesto- , la que más me sorprendió fue la vibración del Puente de Deusto que, todavía levadizo, se movía al paso de automóviles y camiones.

El Bilbao de entonces, en las postrimerías del franquismo, era gris  y oscuro. La combinación de los humos de las diferentes fábricas-entre las que destacaba Altos Hornos de Vizcaya– y el sirimiri local generaba un smog que cuando  se secaba dejaba en las calles  grandes charcos de carbonilla. La mayoría de las casas tenían las fachadas renegridas  y las sirenas de los barcos que arribaban hasta  el Puente de la Salve –  todavía puedo ver los de las  lineas Pinillos- asustaban a las gaviotas que se habían atrevido a remontar el vuelo hasta el Casco Viejo.

Pero bajo aquella capa de oscuridad húmeda y contaminación se movía agitadamente una ciudad muy viva ,una ciudad esperanzada ante un cambio inminente  que yo percibí desde el primer momento ,por ejemplo en el cine-club FAS, en los encuentros de la cafetería-galería Windsor o en las calles, tan frecuentemente ocupadas por saltos y manifestaciones…O quizás ocurría que yo era muy joven y quería ver todo aquello…

 

 

Publicado por

Vicente Huici

Sociólogo, neuropsicólogo y escritor.

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