Hoy recupero este viejo texto que se me ha caído al abrir el segundo tomo de los Ensayos de Montaigne.
«Y entonces emerges tú, Valerie, profunda corriente abisal.
Recorremos de nuevo el paseo marítimo, esta vez sin hablarnos. No nos hemos besado cuando nos hemos encontrado, ni nos besaremos cuando nos despidamos. Caminamos juntos pero a una distancia suficiente como para no poder tocarnos.
¿De dónde la fascinación de este encuentro? ¿Qué diálogo el nuestro sin palabras? ¿Qué amor este que no necesita de nuestros cuerpos?… ¿ O quizás sí los necesita? Pero los necesitaría demasiado, hasta volverse un amor insoportable. Y también necesitaría las palabras, pero a lo peor serían excesivas y excesivos después nuestros silencios.
No, no, debemos permanecer así, caminando el uno junto al otro. Sabiendo que el otro existe, que está ahí, a un par de metros, y que nos mira de reojo de vez en cuando. Como dos hermanos que se encuentran cada dos años. . . Ah Valerie , ah ma cousine !»