Para rato íbamos a sospechar que aquellas galletas de jengibre que devoraban Los Cinco ( ¿o eran Los Siete?) de la mano de Enid Blyton, además de ser tan ricas, tenían tantas propiedades.
Pues el jengibre («Zingiber officinale») se ha convertido de pronto en estos lares en una panacea que se puede tomar bajo diversas santas formas desde la tradicional infusión hasta el atrevido yogur . Sirve así ahora esta hierba para « perder peso, mitigar las cefaleas, para los dolores menstruales, aliviar el dolor muscular, curar el malestar de estómago, mareos y náuseas; para la circulación sanguínea; además es antiviral, antiinflamatorio y analgésico y ayuda a prevenir el cáncer de ovarios y el de colon…»
Y es que parece que más allá de los avances científicos ( sin duda consonados por los intereses comerciales…pero esto ha sido por norma como lo demostró R.K. Merton, en Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII ) siempre queda el recurso de última instancia que es la Fe ( ¡En el pecho la medalla y en el corazón, la fe, la fe , la fe!.
Recurso que por lo que tengo visto, a veces funciona y a veces no- en realidad casi nunca. Como el caso de aquella amiga que quiso combatir sin éxito el avance de su esclerosis múltiple bebiéndose su propia orina depurada, o el de aquella otra que consiguió hacer remitir los datos clínicos de un cancer trotante apartándose de la terapia convencional …
Any way, y por si acaso, releeré algún capítulo de la Blyton por ver si hay indicios de que esta » planta milagrosa» además de tener tantas propiedades, colocaba a aquellos héroes y heroínas de mi infancia… y yo ¡ sin enterarme!