Parece ser que, a partir de cierta edad, para muchas gentes eso de cumplir años se convierte no tanto en la ocasión para la felicitación sino más bien para el pésame.
Así lo que en principio parece una broma de un humorista cansado poco a poco se transforma en una especie de emergencia ontológico-ectoplasmática( ¡ perdón! ) : cumplir un año más es algo terrible.
Lo peor de este terror cronogénico es que no se sabe muy bien por qué está producido, pues la mera constatación del paso del tiempo no parece motivo suficiente. ¿Será porque cada año nos alejamos más de la infancia? ¿Porque ya los adolescentes nos tratan de usted? ¿Porque disminuye nuestra capacidad sexual? ¿Porque no hemos hecho todo lo que esperábamos hacer para estas alturas de la vie? ¿Porque lo que hemos hecho nos ha salido regularmente mal ?
Ni siquiera todos estos parecen motivos suficientes pues podemos continuar siendo niños a pesar de las canas, podemos tratar también de usted a los adolescentes , y sobre lo que todavía queremos hacer tenemos la referencia magnífica- si nos hemos preocupado un poco de tenerla en cuenta – de lo que ya hemos llevado a cabo. Bueno, y en cuanto a la capacidad sexual… ¡qué se puede decir que no haya dicho ya Woody Allen! Cuando se ha probado la cantidad y la calidad lo que se desea es, sin duda, más calidad – ¡label, vamos!
No, este terror, en algunas gentes tan dramatizado, parece provenir de otro sitio, lugar o nivel de realidad. De un lugar en el que ya todos los años están cumplidos, en el que se es permanentemente adulto cuando no anciano. Un lugar en el que todo está muerto porque todo está matado. Un lugar en el que no hace falta que nadie dé el pésame porque quienes están en él se lo dan a sí mismos todas las mañanas.
Un lugar en el que se puede estar con diez, con veinte, con treinta o con cuarenta años. En el mismo lugar. Y para siempre…
P.S. Como se puede ver, mi paseo de hoy ha sido más bien metafísico.
Es bueno hacer años y saber donde estamos.
Con 25 años subía Saltacaballos en bicicleta con una «catalina» de 50 dientes y piñón de 24 a los 50 años era de 39 y 25 y ahora 15 más tarde con 30 y 30 como ve, voy subiendo piñones al contrario que «relaciones»pero voy subiendo, sin contar veces ni tiempos y recordando el cambio del paisaje y otras cosas en esos 40 años.
Ahora la satisfacción es saber que todavia queda aceite para engrasar la cadena cuando ella (la bicicleta) diga y contar las «batallitas» a los nietos cuando te dejan ya que las hijas pasan de ello.
En fin espero que dentro de otros 15 no se haya solidificado el aceite y sigan encendiéndose las velas de la tarta.
Un saludo.
Muchas gracias por su comentario.