Preparando mi habitual viaje a Sicilia – se dijo Stendhal milanés, y me digo yo, en un tono menor, siciliano- estoy escribiendo estos días un breve artículo sobre la obra Los Viejos y los jóvenes, publicada en 1913 por Luigi Pirandello.
Se sitúa esta novela entre la poco conocida Los virreyes, de Federico de Roberto ( 1894) y la célebre El Gatopardo (1958), de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, formando todas ellas una trilogía muy representativa de novecento siciliano.
En Los viejos y los jóvenes, se narra la vida de diferentes personajes isleños que se debaten entre la aceptación del nuevo mundo liberal y los resquicios del Antiguo Régimen, en un ambiente de cierta exaltación colonial- las tropas italianas habían arrebatado por aquellos años una buena parte del norte de África a los turcos – y el lento y silencioso ascenso de los fasci, en los que luego, por cierto, militará el propio Pirandello.
Aún así, lo curioso de todo lo que va ocurriendo en la trastienda histórica braudeliana, es la configuración progresiva de la idea de Sicilia como «nación», como una nación hasta entonces inconsciente de sí misma que, sin embargo, habría sobrevivido a las invasiones griegas, romanas, árabes y normandas, aragonesas y españolas…y, finalmente, a la «ocupación» piamontesa a fuer de liberal,en un intento desesperado de convertir La Isla en una mera provincia italiana.
Y todavía resulta más curioso que esta idea de Sicilia como nación, que se articula ya a finales del siglo XIX, es estimulada secretamente y públicamente defendida siempre que la clase dirigente siciliana, heredera de la aristocracia española, quiera oponerse al «centralismo» de Roma y , en general al Estado italiano.
Recuerdo que fue precisamente la apología piadosa de esta aristocracia que se representaba en El Gatopardo, lo que hizo que el «fascista da sinistra» y luego «comunista», Elio Vittorini, desaconsejara su publicación, y tanto más tras su anti-aristocrática Conversación en Sicilia ( 1941).
Unas palabras del crítico y profesor de la Università degli Studi di Sassari, Massimo Onofri, que prologan la edición de Los Viejos y los jóvenes que estoy consultando, me resultan evocadoras: «Roma era lontana nel 1913…Non sembra che questa distanza si sia colmata col passare dei decenni» Y, percibo un eco próximo, cotidiano, resiliente, muy conocido, que, por otra parte, me transporta mentalmente hacia otros estudios que hice hace ya muchos años…