«Universidades :un ver si caes». Esta frase, tal cual, aparece en una carta escrita a mano y ya muy amarillenta. Es de un viejo amigo, hoy conocido y reconocido novelista, y la recibí a mediados de los años setenta ( del siglo pasado, of course) cuando la universidad se presentaba como un lugar liberado en medio del oscuro páramo tardo-franquista, y que sin embargo, mi amigo veía como la última trampa del «Sistema».
Y es que en aquellos tiempos se hablaba mucho del «Sistema» , que no era sino el Sistema Capitalista pleno que ya comenzaba a mostrarse en el horizonte como infraestructura condicionante de la Democracia que se atisbaba inminente.
Pues bien, he recordado esta frase – la repito: «Universidades: un ver si caes» – al escuchar en la radio la publicidad de una universidad, previa a una «Jornada de Puertas Abiertas», en la que , tras una larga cantinela con la oferta de «grados» y «dobles grados» en una combinación de titulaciones a priori metafísicamente imposible, se alababa el entronque directo de los futuros egresados ( y esgresadas) con las empresas y/o la Administración.
Lo más curioso es que en la publicidad mentada no se hacía la menor referencia a los deseos de saber del futuro estudiantado, ni a sus conocimientos previos ni a sus particulares habilidades, lo cual que obviaba un principio básico de la motivación para el aprendizaje tal es el estímulo personal y personalizado. De hecho, la sustitución, un tanto jocosa pero también perversa, de la expresión «estudiante» por la de «cliente» en un momento esquinado de la presentación, valía por toda una declaración.
Y ante esta deriva mercantil tan descarada , he recordado un párrafo que figura en la «Aprobación del doctor Juan Francisco Andrés» de la obra El Discreto de Baltasar Gracián, dada en Huesca el 5 de febrero de 1646 y que dice así :»Señalando los padres a sus hijos las artes y ciencias que eligió un antojo sin averiguar sus geniales inclinaciones, se originan las desdichas de las repúblicas»…
Puede ser que el dictamen anterior no sea aplicable en nuestro caso pues en vez de vivir en una república sobrevivimos en una monarquía- y ya sé que hago trampa léxico-histórica – pero , ¿estaremos inconscientemente apostando por futuras desdichas personales, profesionales y sociales, a costa del negocio de hogaño? «Universidades: ¿un ver si caes?»
(c)IBILTARIA by V. Huici
Vicente, tu columna me deja esta vez muy pensativo. Supongo que una cosa es «estudiar para camionero». por decir algo, y otra «trabajar de camionero». Si el equilibrio entre «estudiar para» y «trabajar de» se escora demasiado hacia el trabajo, se olvida que estudiar es estudiar, aprender, dudar y formarse de forma continua. Un valor en sí, que es fuente de desarrollo personal y social; y lo contrario de derivas fascistas y terrenos abonados para la demagogia y el miedo.
Lo triste es que ahora no sólo el trabajo es un bien escaso, sino que parece que demasiada gente sólo se conforma con el lujo. Un lujo que se parchea con gurús y todólogos que no tendrían cabida si se hubiera estudiado…en la Universidad con mayúscula.