«Dormir mejora nuestra resistencia física y moral. Tenemos la oportunidad de comprender que el sueño no es una pérdida de tiempo, sino un alimento esencial para nuestro cerebro, para todo nuestro ser…»
Este breve párrafo está extraído de un largo y delicioso artículo publicado recientemente por la ensayista Mona Chollet ( Ginebra, 1973) con ocasión del confinamiento decretado ante la crisis sanitaria que estamos viviendo.
Desde luego, sería difícil discrepar de sus palabras en tiempos de bonanza: es más, sin duda forman parte de las recomendaciones saludables habituales pues la tal bonanza suele ser, por otro lado y en muchos casos, muy estresante.
Pero como ella apunta, «para soportar el confinamiento, algunos sugieren que sigamos poniendo el despertador» como condición de una cierta normalidad. Y , sin duda, el despertador debe y deberá sonar para todos aquellos y aquellas cuya presencia física es indispensable en la primera línea de la sanidad, el comercio, los abastecimientos o el orden público.
Sin embargo, no tiene porqué serlo para el resto de los sometidos al estado de alarma, pues dormir más , si se puede, durante el confinamiento, aliviará sin duda el durísimo transcurso del tiempo del reloj, y puede suponer también la oportunidad de que la vigilia se deslice hacia la duración, hacia ese tiempo cualitativo del que se hizo eco Henri Bergson, y que permitiría tomárselo todo , al menos durante unas semanas, según un ritmo propio individual o colectivo – pues también hay «duraciones colectivas»…
Ya lo dijo aquel japonés del Ampurdán que se llamaba Josep Pla: «¡Dormir…!¿Acaso existe algo más noble y correcto que dormir?» …
#yomequedoencasa #EtxeanGeratzenNaiz
Con esto del teletrabajo, Vicente, trato de mantener costumbres: entre semana, dormir parecido y despertador. Hasta he empezado a vestirme como si fuera a trabajar, que con las videollamadas…
Sí señor, japonés con ojos de ranura de hucha del cerdito.
Pero vístete del todo, no sólo de cintura para arriba…
¡Y tanto!