Dice mi quiosquero- todavía suelo leer prensa en papel – que septiembre y enero son los dos meses más flojos en ventas, pero que el primero siempre le gana al segundo por la mano.
Arguye que en enero queda la resaca navideña, pero que no es comparable a los efectos del dispendio veraniego , que suele ser el más importante del año.
Para el micro- sociólogo que habita palpitante en mi arqueocerebro, los datos y valoraciones anteriores son limitados pero suficientes , pues la posición del informante es la de una sólida observación participante – esto lo debo corregir pues hay mucha rima en consonante.
Habría así un a modo de «cuesta de septiembre» oculta y, por lo visto ( y oído), en este año I de la Pandemia COVID-19, el gasto estival ha sido mucho mayor del esperado, pues quien ha podido se ha dejado en las terrazas omnipresentes lo que pensaba gastarse en los chiringitos lejanos, lo cual que, al parecer, no ha conjurado la crisis global de la hostelería.
Y a esto hay que añadir que la rentrée escolar, a fuer de complicada y enigmática, está saliendo mucho más cara a cuenta del surtido de geles y mascarillas, por no hablar de los ordenadores y tablets ( que van a ahondar , por defecto ,la denominada «brecha digital» que, en realidad, diría Pierre Bourdieu,es una «brecha social».
Es de esperar que todo esto sea tenido en cuenta por nuestros próceres ( y próceras )para que se pongan de acuerdo en las cuentas más pronto que tarde , y de esta forma y manera se pueda remontar organizadamente esta particular cuesta, ya puerto de primera categoría, de septiembre ( así, con p, que yo soy de los antiguos…
Don Vicente, sin ser quiosquero hace tiempo que llegué a esa conclusión. Simplemente es menester ser padre para darse cuenta. Colegios, matrículas, libros, autobús, comedor. Y para terminar se da uno cuenta de que la ropa del año anterior no suele servir porque el personal escolar tiene la costumbre de crecer de un año para otro.
Mala costumbre esa de crecer de un año para otro…¡Gracias por el comentario, Antonio jauna!