Son muchas las voces que están dando cuenta de la proliferación de informaciones no contrastadas o incluso contradictorias que llegan fundamentalmente a través de las redes sociales en competencia con los medios escritos y audiovisuales convencionales.
Se trata sin duda de un fenómeno concomitante a la expansión del mundo electrónico en nuestra vida cotidiana que , además, favorece la percepción de una cierta horizontalidad informativa.
El problema, se comenta, reside en la incapacidad para evaluar con claridad y distinción la información que así se recibe , pues, además, en función de su interpretación, pueden derivarse actitudes y conductas muy diferentes.
Y si lo anterior ya es problemático en general, lo es, lo está siendo mucho más, en el contexto pandémico que estamos atravesando.
La solución a este problema , a corto, medio y largo plazo, no es otra que el espíritu crítico, y esta capacidad – «competencia» que le llaman ahora- siempre se ha desarrollado bajo la guía del trabajo del pensamiento sobre las representaciones del mundo y sobre sí mismo.
Y para ello es necesaria una buena formación de base filosófica y retórica que debería comenzar en la escuela si se quisiera favorecer la aparición de una ciudadanía crítica.
Filosofía, sí, esa materia cada vez más arrinconada en los planes de estudio, para tener una perspectiva de los problemas del conocimiento y de su lógica.
Y Retórica, no como la ya supuestamente inexistente glosa del lenguaje – en este sentido no hay nada más retórico que el realismo – sino como despliegue de la «sensibilidad formal» en palabras de Paul Valery, ante los dimes y diretes habituales.
Pero aun así, quizás habría que preguntarse si quienes se quejan de esta polución informativa, sin proponer ni dilucidar nada, no forman parte del mismo sistema y de los mismos procesos que denuncian , contribuyendo al parloteo global…
Más allá de problemas filosóficos el asunto también está en la enorme desconfianza hacia los medios de comunicación «profesionales». De la información se ha hecho un espectáculo. La mayoría de los medios obedecen a quien les paga. Quiero decir a quien soporta sus deudas eternas. Hay más libertad en ciertas redes sociales y en ciertos programas de You Tube que en los canales tradicionales. Cada vez sigo más a personas concretas y menos a los editoriales de «sesudos» medios de comunicación.
Así suele ser en el caso de personas con espíritu crítico que saben evaluar y diferenciar – que es lo que también se aprende , pero no solo, estudiando filosofía- como se manifiesta en sus intervenciones, don Antonio,desde hace mucho tiempo.
Es tanto el ruido que levanta la pandemia y tantos los datos que a diario nos abruman, que la capacidad de discernir entre el grano y la paja, se ve muy menguada.
Y luego están las múltiples opiniones en el ágora digital, que multiplican el desconcierto.
Así es, pero , más allá de las cifras y las letras, la mera forma de combinarlas creo que da muchas pistas…Gracias por la atención y por el comentario.
Este artículo deberían «Tatuarlo» a la puerta del claustro de cada centro de enseñanza media. Yo también tiendo a fiarme más de personas concretas, vista su trayectoria informativa, que de canales de televisión, que tiende a infantilizar a la audiencia en lugar de hacerla crecer. Los ciudadanos críticos, para el poder, pueden resultar algo incómodos, pero en plena era de la información no desarrollar capacidad crítica en muy alto grado es garantía de suicidio colectivo.
A mí me parece que el problema está menos en los particulares que opinan en internet y más en los medios profesionales, que aparte de opiniones deberían informar de los hechos con la mayor veracidad posible. O que al menos el problema nació en los medios profesionales para, irremediablemente, extenderse a internet por el menor control que existe ahí.
No hay más que ver la información que en los USA viene dando la Fox (y que en buena medida puso a Trump en la Casa Blanca) o la que han dado y dan aquí medios como la COPE o Libertad Digital…..tergiversaciones, mentiras descaradas e incluso insultos al servicio de intereses económicos y de poder.
Lo peor creo que es la falsedad en la información; si no tenemos acceso a los hechos, a la verdad, nuestra opinión no puede valer mucho.
Muchas gracias por el comentario.