El pasado domingo estuve viendo la final de la Supercopa de España entre el Athletic de Bilbao y el Real Madrid. Como tengo por costumbre, vi el partido con el sonido apagado para así poder recrearme en el aspecto estético de las jugadas de ambos equipos -y, de paso, para no molestar a otros miembros de mi comunidad doméstica que estaban leyendo o estudiando.
No soy un experto en balompié , tampoco un aficionado al deporte-rey ,ni siquiera un seguidor de algún equipo, aunque de tener que serlo de alguno lo sería del Osasuna por mor de mi infancia pamplonica.
Aun así, a simple vista y sin más – como dicen ahora los adolescentes- ,me dio la impresión de que el Athletic se enfrentaba a una escuadra muy bien coordinada y con un tapón final imbatible en forma de Casa-Torre , un tal Courtois que, en viendo su capacidad para despejar el penalti lanzado por Raúl García , se le ha de suponer una ardua formación como dantzari de ezpata-dantza.
Y, en fin, en tanto que sociólogo en excedencia – que diría maese Pierre Bourdieu – me entretuve luego en observar detenidamente la ceremonia posterior, allá al fondo del gigantesco estadio Rey Fahd , digno de comparación con la Plaza Roja de Moscú o análoga a la china de Tiananmén o incluso a la pirámide de Keops .
En principio, no me percaté de nada nuevo pues la ceremonia fue tan sosa como previsible, pero de pronto pude darme cuenta, en uno de esos barridos algoritmicos de una de las cámaras de la televisión, que detrás de toda aquella parafernalia había un a modo de puntitos negros que se encargaban de traer y llevar bandejas varias. Y entonces me di cuenta de que aquellos puntitos negros eran mujeres embozadas, unas mujeres que , como es bien conocido y ha sido denunciado, no tienen apenas derechos en esta particular monarquía de Arabia Saudí.
Y a la incomprensión tácita por el lugar a donde se había traslado la final de la Supercopa ,se me unió entonces la vergüenza explícita por haber formado parte, aun como espectador lejano, de un público que, como llegué a escuchar a un hincha en un noticiario de mediodía, «no entra en cuestiones políticas».
De manera que, una vez apagado el televisor, tan solo me quedó el recuerdo de aquellos puntitos negros perdidos tras las bambalinas…
Intuyo que el dinero puede mucho don Vicente pero me parece una auténtica vergüenza que tal acontecimiento se lleve a aquellos lares. Recuerdo aún con más vergüenza lo que dijo en su momento el actual entrenador del Barça de que aquello era un país que estaba muy bien, o algo así.
«1. atala: Gizon-emakume guztiak aske jaiotzen dira, duintasun eta eskubide berberak dituztela…». Buruz ikasi beharko genuke guztiok. Amets ezin ederrago hori beti izango da amets?
Rikardo Arregi gaurko Deian gai berari buruz
https://www.deia.eus/opinion/columnistas/zirrikituetatik-begira/2022/01/19/giza-eskubideak/1183736.html
Bai, Groucho Marxena izan da…
Vergüenza sobre vergüenza…