En tiempos en los que Josep Pla escribía su Humor honesto y vago, los perros o eran de caza o de vigilancia- Cave canem!-. Por lo general solían ser bastante grandes y asaz escandalosos aunque callaban disciplinadamente cuando así se les ordenaba.Los perros de compañía eran más bien escasos y mayormente considerados una chinoiserie de algunas viudas enjoyadas.
Pero los tiempos han cambiado- The Times They Are a-Changin’, que cantaba el Premio Nobel Bob Dylan -, la vigilancia se ha vuelto electrónica y, casi extinguida la caza ,abundan y mucho los perros de compañía.Aunque estos perros no son de cualquier tipo sino de las más variadas variantes de micro-perros.
Sobre esta fenómeno, hoy tan extendido, hay puntos de vista diversos. Así , elevando el alza metafísica, los hay quienes lo atribuyen a cierta deriva legitimista sobre los derechos de los animales, incluso de los más pequeños – ¿llegaremos hasta los virus y/o las bacterias? También están quienes atribuyen esta casuística a la necesidad de «un contacto emocional no problemático» (sic ),es decir, no interpretable por medio de palabras y, por lo tanto no discutible ,sin eludir ciertas connotaciones eróticas aunque sin llegar a los niveles de Caniche , la película de Bigas Luna, estrenada en 1979, que desató una gran polémica.
Otro sí, parece que el confinamiento sufrido como profilaxis del COVID-19 ha sido un gran impulsor de la micro-canofilia que, a fuer de actuar como entretenedor y entrenador emocional, ha servido también para liberar a sus amitos y amitas de los rigores del encierro , sin recurrir a mascotas extravagantes que haberlas, las ha habido.
En cualquier caso, gentes avisadas del mundo veterinario hablan de la inconsciencia de hacerse con este este tipo de canes que, en siendo en gran medida de diseño, presentan grandes descompensaciones orgánicas y severas dificultades fisiológicas que en, algunos casos, les conducen a una muerte súbita por sus reacciones ante tanta emoción desbordada o por un aplastamiento imprevisto.
Any way, todo sea por disfrutar del calorcillo de un micro-perro de bolsillo que de los fríos colmillos de aquel «homo homini lupus» que popularizara un tal Thomas Hobbes…
«Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro», que parece que le atribuyen a Lord Byron.
Debe ser «cinismo»…
P.D.: lo del «aplastamiento imprevisto» (curioso riesgo, ciertamente) le trae a uno a la cabeza lo del «lanzamiento pedestre», de «Un pez llamado Wanda»…
Gracias por el comentario. Y por la referencia a esa magnífica película Un pez llamado Wanda…
Con los perros me pasa como con los pájaros ¿Un pájaro ha nacido para estar en una jaula? No lo creo, soy incapaz de meter a uno en una jaula, se me derrite el alma ¿Un perro ha nacido para darle el «uso» que se le está dando, amén de caparles, arrancarles las uñas y demás «caricias»? Cuando veo a un galgo paseando junto a su dueño se me va la mente hacia esos animales que veía en mi Extremadura natal corriendo por el campo tras las liebres. ¿No sufrirán esos animales en los mullidos hogares de los urbanitas? Como no soy un intelectual no me atrevo a opinar sobre la abundancia de mascotas pero me da que hay un algo de satisfacer unos instintos o sentimientos no satisfechos. Seguro que me equivoco.
Pues yo creo que no se equivoca mucho, don Antonio. Gracias por el comentario.
Siempre me ha parecido horrible la humanización de los perros .
Ni te cuento el comercio con ellos y la mezcla de razas para conseguir una raza con pedigrí siendo algunos de ellos auténticos engendros ..
Los humanos metiendo sus manazas en la naturaleza .
Gracias por el comentario.