La acera no era muy ancha y aquel niño, de unos diez años y unos veinticinco quilos de peso- que diría Josep Pla- corría arriba y abajo y de un lado al otro haciendo virguerías y chutando su balón de fútbol contra una fachada.
Al llegar a su altura, se ha apartado con cara de pocos amigos y ha dicho en voz alta: «¡Jo, aita, cuando estoy más concentrado , viene gente!».Y yo, impertinente como siempre, le he respondido : » ¡ Oye, nene, que esto no es un campo de fútbol! Es que por la acera normalmente viene gente…»
El chaval se ha replegado sobre la ventanilla abierta de un coche aparcado a su altura, y se ha podido atisbar un a modo de padre barbado que dejaba su móvil y se hundía en el asiento.
Y sí, esta historieta puede ser una anécdota más en la cadena de sentido de una versión doméstica de la llamada «socialización del sufrimiento».Pero no lo es sin más, pues denota varios lugares comunes, por no llamarlos de otra forma asaz cruda.
Así, y comenzando por el principio, se muestra patente ese narcisismo general básico que parecen alimentar las nuevas generaciones de padres, dejando que sus descendientes hagan lo que les dé la gana por aquello de no coartarles ni impedir «su creatividad», lo cual que no se sabe si atiende a alguna teoría pedagógica explícita o a un implícito y cómodo pasotismo.
Y continuando , la anecdotilla también da cuenta de esa permisividad de amplio espectro acerca de los espacios comunes, cada vez más atravesados por biclicletas, patinetes, triciclos – sí, triciclos – segways y otros artilugios similares, mientras las autoridades correspondientes miran democráticamente hacia otro lado y quienes desean simplemente pasear deben recurrir a sus mejores quiebros de caderas para sortearlos – ¡ No se le ocurra protestar porque mayormente le harán una higa!
Y por fin, la historia del nene y el balón manifiesta con claridad ese prodigio acaparador, metafísico y moral, de la realidad en que se ha convertido el fútbol, ya criterio de verdad para casi todo. Un prodigio que opera también como colonizador de cualquier plaza, calle, parque o esquina ( o acera ) hasta tal punto que en los centros educativos se ha debido poner límites de ocupación del tiempo y del espacio en los patios para aquellos que, entontecidos a veces por sus mismos progenitores, se ven como Messis- in- pectore – ¡ Ah a cuántos ( y alguna) que prometían hubo que reciclar durante el periodo en el que me vi dando Sociología del Deporte en la Escuela de Administración y Gestión Deportiva Johan Cruyff!
Y es que si no se puede mantener la legitimidad moral – no ya legal- de caminar por una acera…En fin , el niño, el balón y su papi…
¡jo,Huici has traumatizado a un niño,no conseguirá sus objetivos:maserati,chalet por la galea,manbu en la triangu,vacaciones en ibiza……porqué? jaja ..jeje.
Estas anécdotas suben la moral.
ah y también al aitaintermediario.
Sr.Huici:
¿No se cansa usted de dar tanto la tabarra? ¿ Y de hablar de cualquier cosa, lo mismo de la Guerra de Ucrania, que de los sanfermines o de un txabal con una pelota?¿ Tanto le pagan por esto? ¿ No tiene mejores cosas a que dedicarse?
Sr.Berrozi: nadie me paga por estas escriturillas, pero me pensaré lo de dar más la tabarra.Suyo affmo.
Por favor don Vicente por favor, no haga caso a críticos de barra y no me deje, como antaño hizo, sin mis pequeños sorbos de costumbrismo…, y más cosas que libar por los ojos y degustar por las entendederas.
Berrozi. Allá en el monte. Pues eso.
ja…ja….ja…… don Vicente se está usted haciendo mayor, le pasa lo que a mí. Mírelo por el lado bueno, así ejercita los reflejos, esquivando patinetes, bicis y demás artilugios. Y eso que usted no vive en una ciudad con playas urbanas como servidor en la que uno se ve en la obligación de ver culos indecentes sin proponérselo, a cada paso por la calle camino de la barandilla.
Ayer mismo, Plaza de Bidezabal, Algorta. Un zagal de unos 8 años, chutando su balón contra un banco, donde sus aitites descansaban, mirando como su descediente golpeaba las piernas de su amama con impetuosos golpes de balón. Normal claro.
Aquí se juntan dos males: el primero, que mucha gente tiene hijos sin saber realmente por qué. Luego ven que hay que educarlos y, claro, da pereza. El segundo, que los jovenzuelos de hoy en día confunden ser «rebelde» con molestar a los demás; eso sí, para ser rebelde de verdad y cambiar las cosas no moverán un dedo. Pero no sea demasiado duro con ellos: son la primera generación de la involución biológica y el menor coeficiente intelectual tiene estas consecuencias.
«Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice recta.»
Albert Camus («Lo que le debo al fútbol»)
Vicente:
Te paguen o no te paguen, que a nadie le debería importar, no nos dejes, como dice Aitor Bastatina, sin los «pequeños sorbos de costumbrismo».
En cuanto al tema de hoy, no te suponía tan cruel como para sugerir a un pobre niño el Serratiano «deja de joder con la pelota».
Por otro lado, piensa que te has ganado un enemigo para siempre, porque en cuanto el papi deje el móvil va a pensar que si el niño no llega a jugar en el City, PSG, Barça, Madrid o Athletic…. será por el trauma generado por este «terrible» suceso.
Por otro lado, no te olvides que un balón de los de joder en la acera es más barato que un libro y que para usarlo no precisa de manual de instrucciones.
Un saludo