Siempre es posible encender una luz en esa sombra en la que se va entrando , la luz del otium cum dignitate libremente creativo.
Un viejo y buen amigo, ya jubilado, me ha escrito desde Barcelona quejándose de que ya no le llaman para participar en ningún ciclo de conferencias, ni siquiera para una mesa redonda, y me ha puesto el ejemplo de un diálogo que se va a celebrar próximamente en la universidad. Un diálogo sobre el tiempo vivido y el tiempo del relato, tema al que ha dedicado una buena parte de su vida profesional como ensayista y que ha fructificado en unos cuantos libros y en varios premios.
Añade que , para más inri, en el mentado diálogo participan dos tipos para él totalmente desconocidos que apenas si llegan a la cuarentena, pero que, dice,»deben de estar de moda en los círculos literarios».
No he sabido muy bien qué contestarle y tan solo me he solidarizado con su sentimiento, dándole una razón que mientras la argumentaba me daba perfecta cuenta de que era «más falsa que un amadeo» – como solía decir Miguel Sánchez-Ostiz.
Pues, como también he podido comprobar yo mismo, una vez que se sale del espacio institucional más ( el académico) o menos ( el literario) matizado – por no hablar del político- , en el que se ha desarrollado lo que antes se denominaba una carrera, sobreviene un a modo de muerte social ante lo que conviene «saber entrar en la sombra suavemente», como comentaba recientemente Rosa Montero.
Además, y por lo demás, esta sustitución generacional no deja de ser inevitable por mucho que a las nuevas levas se les reproche bien su inocencia prístina o su incultura manifiesta: ahora les toca a ellos y a ellas ( y ya a elles ) colocarse – como se decía antes- y eso implica matar a los correspondientes padres y madres.
Ahora bien, siempre es posible encender una luz en esa sombra en la que se va entrando , la luz del otium cum dignitate libremente creativo, de la atención y el cuidado hacia los novísimos y novísimas , y cuando sea solicitada, de la conseja. Todo aquello que, en fin, cumpla con los límites indicados en el aforismo 110 del Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián: «No aguardar a ser sol que se pone»…pues «máxima es de cuerdos dejar las cosas antes que los dejen»…
Pues, eso, my dear and old friend…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Esta columna , Huici, me ha parecido un tanto comdescendiente. Aún así, interesante.
¿Condescendiente? Puede ser, pero no era mi intención. Así que, por si acaso, presento mis excusas.
Ederra niretzat, Vicente Huici, adiskidea
Milesker!
Creo que una cosa es saber hacer mutis por el foro en ciertos ámbitos y ceder el testigo y otra muy distinta y muy cruel la muerte social. Supongo que a todos nos conviene de vez en cuando disfrutar un viaje en barco y reorganizar objetivos, máxime tras una jubilación. Quiero creer que seguirás con estas columnas muchos años, Vicente. Un abrazo fuerte
Gracias por tu comentario, Aurelio.