No, no hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la sombrilla de la Iglesia Católica que, por otro lado, tiene el derecho y el deber de defender su Altar físico y moral, transfigurándose ad majorem Dei gloriam según sus necesidades como siempre ha hecho… Harina de otro costal es que todo lo anterior deba implicar a quienes no forman parte de esta Iglesia o estén en desacuerdo con ciertas actuaciones u opiniones.
Vuelvo a la ciudad ya en plena efervescencia pre-festiva y compruebo que «la vida sigue igual» aunque con unos cuantos pisos turísticos más, al menos en mi barrio.
Abro la ventana de mi estudio para liberarlo del calor canicular y compruebo que el agujero de la parcela donde antes se ubicaba mi querida BAM, la Escuela de Magisterio diocesana, continúa abierto, sin que se perciba actividad alguna: ha desaparecido toda la maquinaria y ya no quedan ni los fornidos y aguerridos guardeses que la custodiaban.
Bajo a tomar una cerveza sin – son las once de la mañana- y leo en un periódico que el hasta ahora atemperado obispo de Bilbao ha sorprendido con su homilía en el perceptivo acto de celebración de la Asunción de la Santísima Virgen en la Basílica de Begoña, condenando los cambios de género que «amenazan la dignidad recibida por Dios en el momento de la concepción».
Y se me ocurre pensar que de la misma manera que en su momento muchos y muchas (¿muches?) no comprendieron cómo desde una ética cristiana la Iglesia Católica se permitió embarcarse en un proyecto especulativo que comenzó con una recalificación de terrenos problemática para transfigurar un bloque de viviendas con sede parroquial barriobajera en un ambicioso proyecto diocesano multiuso y posteriormente, en una nueva transfiguración, en un edificio mixto sanitario-docente-administrativo, para acabar provisionalmente en nada dado el perverso juego de quiebras sucesivas de las empresas constructoras implicadas, ahora tampoco comprenden que lo afirmado por el obispo Segura se deriva directamente de la doctrina católica al respecto, una doctrina que por mucho que el papa Francisco intente dulcificar no puede permitirse abandonar sus principios fundamentales y menos ante las presiones sedevacantistas que van creciendo aquí, allá y acullá como en su momento lo hizo la teología de la liberación.
Vuelvo a casa tras esta breve meditación que podría concluir con un «nihil novum sub sole». No, no hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la sombrilla de la Iglesia Católica Apostólica y Romana que, por otro lado, tiene el derecho y el deber de defender su Altar físico y moral, transfigurándose ad majorem Dei gloriam según sus necesidades como siempre ha hecho… Harina de otro costal es que todo lo anterior deba implicar a quienes no forman parte de esta Iglesia o estén en desacuerdo con ciertas actuaciones u opiniones por más que algunas autoridades con mando en plaza pretendan representarles con la boca pequeña en actos de cortísima larga tradición…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Una de las grandes tragedias en toda la historia de la humanidad puede ser que la moralidad ha sido secuestrada por la religión (Arthur C. Clarke)
Y, hablando de sus negocios, un escéptico a quien le preguntan ¿acepta usted al hijo de Dios como su salvador? contesta: ¿de qué se supone que me ha salvado?. De la condena eterna. ¿y quién me condenó?. Dios, él lo hizo.
A ver, a ver…¿Dios va condenando a toda la gente y después viene su hijo a salvarle?
Así es.
Pues de ese modo, no cabe la menor duda que todo ello se convierte en un turbio negocio familiar.
Y esta de Victor J. Stenger, no tiene desperdicio: La venta de la vida eterna es un negocio inmejorable…ningún cliente pide su dinero de vuelta después de que la mercancía no ha sido entregada.
Gracias por el comentario que, además, abre nuevas perspectivas de debate.