Cuando comenzó el confinamiento se tomó con mucha alegría la posibilidad de emplear los medios electrónicos para continuar con la labor docente en los diferentes niveles educativos que así lo permitieran: parecía una extensión natural del teletrabajo.
La estudantina y el profesorado se pusieron a la labor y, a pesar de las dificultades derivadas de la premura y de la falta de materiales, hubo una remontada significativa de la actividad que se ha mantenido incluso hasta en las vacaciones de Pascua.
Sin embargo, la entrada de la primavera y la inminencia del verano han traído consigo un aspecto que hasta ese momento apenas se había atisbado: la evaluación, no sólo del periodo de cuarentena , sino de todo el curso académico. Y con ello se han desatado los demonios de la incertidumbre y de la duda.
Así, desde determinadas instancias se ha argumentado a la contra que «no habrá un aprobado general», que ha sido interpretado por otras instancias como que sí lo habrá y que por lo tanto se ha de justificar de un modo contrastable cuando ya casi no se pueden aplicar esos mecanismos de control tecnocrático denominados «rúbricas». Y así , a la vez que se ha incrementado el volumen de los contenidos , se han afilado las armas de la evaluación con el objetivo trasnochado de que «nadie copie», planteando tests de rápida y controlada contestación o incluso «un sistema de espejos ubicados en los puestos domésticos discentes para vigilar adecuadamente a los examinandos» (sic y documentado)
No es de extrañar este tipo de reacciones que se podrían calificar como histéricas, toda vez que , por lo general, la enseñanza virtual – como lo he podido comprobar durante mis casi 40 años como profesor-tutor en la UNED- ha tenido siempre una componente evaluativa presencial, o si no, se ha vehiculizado a través de trabajos en los que se estimaba más la reflexión o el espíritu crítico que la erudición.
Soy consciente de que esta última opción puede ser de dificil aplicación en algunas materias- pero aun de ellas hay ahora mucho material utilizable- mas en una situación como la que estamos viviendo, no se puede pretender aplicar los mismos criterios y procedimientos evaluativos que en lo que hasta ahora considerábamos normalidad.
Por lo demás, lo que nos espera, también en este ámbito educativo, es probablemente un cambio de paradigma , con la plena incorporación normalizada de la enseñanza on line, como recientemente comentaba Andreas Schleicher ,Director de Educación de la OCDE.
Un cambio que se está ya produciendo como consecuencia de la adaptación a la nueva situación y ante cuyos primeros brotes deberíamos prestar mucha atención porque son sugerentes pistas para el futuro, tal y como ha señalado mi compañero de globosfera y ex-rector de la Universidad del País Vasco, Juan Ignacio Pérez.
Hay que reconocer que la cosa se las trae don Vicente
Pues sí, pero hay que reflexionar cuanto antes sobre ello…
No te olvides que lo mismo te ponen un robot para dar clases y encima te comen el coco para decirte que es lo mejor, que enseña muy bien y que no se equivoca nunca, como en un internet cualquiera de cualquier ordenador, o sea un robomaisunet.
Y si no funciona pues eso, primera ley de la iformatica, apaga y vuelve a encender, a mi siempre me ha venido muy bien.