Esta mañana, todavía entre sombras, el avión que me traía desde Bilbao, vía Milan, ha aterrizado suavemente en el Aeropuerto de Punta Raisi.
En la puerta de desembarco me estaba esperando Paola, somñolienta (y guapísisma) acompañada de Carlo , su marido. Tras los besos y abrazos de rigor, me han acercado hasta esta casa desde la que escribo, una antigua propiedad de los Florio en Cefalú.
Hemos desayunado y ellos se han retirado después de acordar que nos volveríamos a ver a eso de las doce y media para ir a comer juntos. Por la tarde iremos a Capo d´Orlando donde debo intervenir en un ciclo sobre la novela histórica organizado por la Fondazione Famiglia Piccolo de Calanovella. El título de mi ponencia es «Avatar del romanzo storico nella costruzione dell’identità nazionale dei Paesi Baschi» y voy a hablar , sobre todo, de la importancia de la literatura fuerista en el primer diseño nacional vasco, para lo cual he desempolvado viejos apuntes sobre Iturralde y Suit ,Hermilio de Oloriz y otros miembros de la Asociación Euskara de Navarra. Y es que Paola continúa convencida de que al desarrollo histórico análogo ( Sicilia y el País Vasco se incorporaron a Italia y España respectivamente por los mismos años y tras conflictos bélicos similares) se le podría sumar un paralelismo literario. Algo así como comparar a Arturo Campión con Federico de Roberto.
Yo no lo tengo muy claro, pero siempre me gusta volver a Sicilia. Me gusta su mar tan azul y bravío. Sus altas montañas culminadas por el siempre humeante Etna. Sus torres normandas y los innúmeros palacios barrocos. Sus pueblos impenetrables, escondidos en largas y profundas cárcavas, Su lengua oscura y misteriosa…y ¡’como no, su café , su chocolate, sus helados y sus cannoli y esa obra maestra de la gastronomía que es, para mí, la caponata.
Pero la estancia será breve. Después de la sesión de la tarde, habrá, seguro , una buena cena y hasta me tomaré una copita de limoncello. Aún así, nos iremos pronto a la cama , porque por la mañana Paola y Carlo quieren llevarme de excursión hasta el parque natural de Le Madonnie ( donde, por cierto, espero que hayan controlado las piaras de jabalíes que tanto nos asustaron , a mi y a mis chicas , hace un par de años ). Y luego, al mediodía, otra vez al aeropuerto, de vuelta a casa, eso sí con las consabidas botellas de vino de Marsala que Paola me suele pasar de la bodega familiar.
Bueno, creo que voy a domir un poco…¡Hasta más ver!