Cada vez hay más gente que deja caer sotto voce que no se lo ha pasado tan mal durante la fase más dura del confinamiento, aquella en la que, salvo tener un perro, apenas si se podía salir de casa.
Por supuesto , hay excepciones, notablemente quienes han tenido que tirar de teletrabajo en cualquiera de sus ámbitos ( laboral o educativo, mayormente) y, of course, los miembros (y miembras) del mundo sanitario.
Se relatan al respecto jornadas gozosas, sin horarios, tomando el sol a traves de las ventanas abiertas, leyendo plácidamente en el sofá, viendo toda una serie de series , así como películas tan grabadas como almacenadas, disfrutando de los dímes y diretes familiares y conectando ( y desconectando: esto es muy importante) con «el exterior» próximo por medio de las diferentes aplicaciones electrónicas que, sumándose a las ya integradas en la vida cotidiana , han hecho su agosto.
Y claro, como el gozo, que al decir de Roland Barthes es un placer proactivo en su singular pasividad, no es por lo general de recibo en una cultura del trabajo , sino más bien síntoma de anormalidad o patología, en seguida ha habido hábiles dictaminadores que han recuperado para esta manifestación particular el viejo diagnóstico del «sindrome de la cabaña», antes vinculado a cárceles y hospitales.
Y así, como lo cortés no quita lo valiente, se ha ido extendiendo la idea de que el deseo de no abandonar este confinamiento gozoso , en realidad es un miedo inconsciente a salir de casa, ya en el borde del precipicio de la agorafobia…O, ¿ acaso no es lo normal, desear salir, sobre todo para consumir cuanto antes más y mejor- y de paso reactivar la econosuya?
No sé, pero desde lejos percibo la ceja izquierda levantada de alguno de aquellos buscadores de oro norteamericanos que solían pasar meses enteros en sus cabañas tan campantes, sin saber que eran la figura viviente del «retirado» de Thoreau, o del «anarca» que luego popularizaría Ernst Jünger…Tan ajenos todos ellos al «síndrome de la cabaña»…
Aquí observo algunas referencias complejas que me superan; no obstante el tema que me apasiona es la supuesta ( por mi) alienación del homo sapiens del s.XXI. Hace solo 10.000 años eramos cazadores/recolectores – a lo que habiamos llegado muy paulatinamente a traves de millones de años. Entonces, al salir de las edades del hielo nuestro cerebro prodigioso – por comparación- desarrolló una cultura que a ritmo exponencial nos dejó, eso, totalmente alienados. Ahora cualquier cosa puede pasar y de repente: Síndrome de la Cabaña, agorafobia, etc, etc, cosas muy variadas y negativas, precisamente por haber quedado extremadamente vulnerables y expuestos. Asi que totalmente de acuerdo, amigo Vicente.
Gracias por el comentario,John.
La tragedia incontrolable que dejó fuera de combate al sistema sanitario obligó a tomar las medidas excepcionales que se decretaron, un suerte de estado de excepción, por motivos de prevención.
Este estado de excepción, interrumpió para muchas personas, la rueda de quehaceres, alienantes y casi inabarcables, pero impuestos para poder ganarse el sustento en nuestro entorno económico y geográfico.
Y en algunos casos podremos pensar que propiciara en algunos individuos, un ensimismamiento o una dedicación a tareas más gozosas postergadas sine die por esas obligaciones. Digo en algunos casos.
Y puede que sean esos casos, los que no quieran reincorporarse a la nueva normalidad, ni a la vieja tampoco.
Por supuesto, y de acuerdo, «en algunos casos»: pero va pareciendo que eran más de lo que se estimaba…Gracias por el comentario.