Para los colegas entre quienes me movía allá por 1978, fue una sorpresa mayúscula que el Partido Comunista de España aceptara la monarquía como forma de gobierno – y más la del entonces «pelele» y hoy Rey (de)emérito Juan Carlos- y su correspondiente enseña nacional- española, por supuesto.
Y sin embargo, en la larga historia de este partido, ya desde 1956 se había abierto una corriente mayoritaria que propugnaba una «política de reconciliación nacional» en la que la contradicción entre Monarquía y República, heredada del principio de siglo, había sido sustituida por la de Dictadura o Democracia.
Una larga historia, sí, que comenzó en noviembre de 1921, hace cien años, y que encandiló a quienes , obreros y campesinos, veían en la URSS un auténtico estado socialista , modelo del futuro comunismo y alternativa al nazismo en ciernes, así como el esplendor de unas vanguardias, como la que representaba el cineasta Serguéi Eisenstein – aquel El acorazado Potemkin (1925) visto una y otra vez – que sedujo , por ejemplo, a los poetas Rafael Alberti o Federico García Lorca.
Una larga historia en la que el PCE sufrió también los avatares de los cambios de dirección de la III Internacional, desde la formación de los frentes populares hasta la persecución interna de cualquier disidencia, como ocurrió con las tendencias trotskistas o los casos más conocidos de Fernando Claudín o Jorge Semprún, y en los que tuvo mucho que ver la figura de Dolores Ibárruri, más conocida como «La Pasionaria».
Curiosamente, y tras este largo periplo, hoy en día el PCE forma parte del Gobierno de España, y su vicepresidenta, Yolanda Díaz parece haber asumido un programa radicalmente socialdemócrata. Nicolás Sartorius, uno de los fundadores de Comisiones Obreras y dos veces vicesecretario general del PCE, ha comentado en un reciente artículo conmemorativo que el camino del futuro de esta organización pasa por no abrir el debate sobre la forma de gobierno, por no favorecer las tendencias hacia la autodeterminación, por no criticar en exceso la Unión Europea y, por fin, por no rechazar de plano el capitalismo , pues «con el capitalismo no se acaba, no se le derroca ni se hunde, sino que se le supera si es para algo mejor…»
Y, yo, con mis colegas de antaño, camaradas que entre nosotros y nosotras nos llamábamos, me quedo a la expectativa, contemplando a tantas generaciones de militantes que sufrieron la tortura, la cárcel y el exilio, y meditando acerca de las recomendaciones de Sartorius y sobre todo sobre su carácter maximalista…negativo… ¡100 años del Partido Comunista de España!
Pues sí, el capitalismo, economía de mercado o como se le quiera llamar tiene sus “defectillos”, pero hay que tener cuidado de no “tirar al niño por la ventana junto con el agua sucia”. Será egoísmo sentido de la supervivencia, pero en las sociedades occidentales del siglo XXI deberíamos ser conscientes de que vivimos en una “burbuja de bienestar espacial y temporal” y que los experimentos “mejor con gaseosa”. Los que denostan la economía de mercado deberían, como hacían los antiguos comunistas, presentar un modelo claro de de sociedad a construir. Con ensoñaciones y vaguedades no creo que se pueda llegar muy lejos.
Gracias por el comentario.
Por aquella época, cuando el PCE y otros aceptaron la monarquía (franquista, claro) como forma de gobierno, estábamos algunos pensando en otras cosas. Íbamos a construir una comuna «perfecta», donde todo iba a ir de maravilla, donde el comunismo libertario iba a ser la filosofía vital, donde todos íbamos a ser más felices que los hippies en Woodstoc… hasta que alguien dijo… «os advierto que una comuna no se va al traste porque haya distintas interpretaciones de la dictadura del proletariado o del «peace and flowers», sino porque ese cabrón se coge siempre la silla que a mí me gusta».
La diferencia es que lo de «la comuna» era una cuestión interna, sólo nos afectaba a nosotros…. y las otras sillas nos afectan a todos… y me refiero a las sillas del PCE, a las del PSOE, a las del PNV, a las de Bildu…. e incluso a las del PP o VOX (aunque estas dos últimas me importen menos, tirando a casi nada).
Un saludo, Vicente
Estimado JLM : Muy interesante tu comentario, pues aporta muchas sugerencias para reflexionar. En efecto, quizá confundimos el fin del franquismo con el fin del capitalismo, sin darnos cuenta de que era precisamente este último el que se iba a asentar definitivamente por medio de una democracia burguesa. Deberíamos haber leído a tiempo El Gatopardo de Tomassi di Lampedusa…Gracias por el seguimiento.