
La carta comercial es de 1940, aunque en el impreso, por defecto, la fecha inicial es de 193… Faltaban quince años para que yo naciera y a fuer de un tío mío- de segundo, Viscarret – me tocaba ser el siguiente Vicente Huici, solo que, según la leyenda familiar, siendo el primer nieto, al Vicente de mi abuelo paterno se sum´ó el Ataúlfo del abuelo materno, quedándome en Vicente Ataúlfo Huici Urmeneta.
Probablemente, aquella Medalla de Oro y la Mención Honorífica de los años treinta ya había desaparecido para la fecha de la carta, pues la desafección, bien que pasiva, de aquel Vicente por «el régimen», le costó que el Ministerio de Agricultura franquista le retirara el Número de Producción, reconvirtiéndose el negocio en «Semillas Huici», bajo la tutela de un hermano menos desafecto.
El abuelo que yo conocí era muy grande y muy alto, aunque podría ser que este recuerdo esté más vinculado a que yo era un niño y él, obviamente, un adulto hecho y derecho , como se solía decir por entonces. En cualquier caso , cuando pienso en él , me vienen a la mente algunos fogonazos que iluminan situaciones ya perdidas en el tiempo, sin que pueda hacerme una idea acabada de su figura o de su personalidad. Así, le recuerdo con su sombrero de paja amarilla, escardando sin prisa en la huerta, y también sentado en la oficina del negocio familiar, repasando papeles de cuentas . Luego lo veo en su sillón preferido, junto a la ventana que daba a la terraza del primer piso de la casa familiar, haciendo un solitario después de comer, con una manta de cuadros rojos sobre las rodillas y los pies calentándose en el brasero que había bajo la mesa camilla.
Conviví con él una gran parte de mi infancia y aunque intentó vincularme al mundo hortelano haciéndome partícipe de siembras, plantaciones, riegos y cosechas, regalándome un magnífico juego de azadas ,rastrillos y palas e incluso reservándome una pequeña «pieza», le salí rana, y me divertía mucho más leyendo alguno de los tomos de la edición en piel de los Premios Nobel de Literatura que había en su biblioteca.
Murió, segun me comentaron, cortando gladiolos en la huerta, después de haber desayunado su sopa de ajo y antes del consabido hamaiketako de café, y huevos con txistorra.
Y aquí sigo yo, septuagenario, desaparecida la casa y la huerta de la Rochapea, con más pinta ya de sapo que de rana…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Un hermoso texto para recordarle.
Muchas gracias.
Bello y emocionante texto!!!
Gracias Valenti.