Cruzamos el Puente del 25 de Abril al trote de una nube de coches y camiones. Ya en la Plaza del Marqués de Pombal, el comienzo de la Avenida da Liberdade tiene un tono de sol y sombra ibérico que recuerda al Paseo de los Recoletos madrileño.
Poco a poco todo se va adensando:hoteles, grandes mansiones, arbolados y sobre todo, gente, mucha gente. La Praça dos Restauradores está a rebosar y al pasar frente al Elevador de Santa Justa, la cola es más que kilométrica. Por fin ,bajo un sol de esos que antes se decían de justicia, la Praça do Comérço ( Terreiro do Paço, para los indígenas) se abre desabrida y pretenciosa, como si quisiera abarcar toda la mar atlántica, bien poblada de terrazas y de corrillos de turistas que esperan la llegada de los historiados tranvías rojos ,verdes y amarillos.
Lisboa, ciertamente, ha ido cambiando al paso de otras ciudades europeas. Cuando la visité por primera vez, allá por finales de los setenta,todavía tenía un ambiente un tanto provinciano de cuartel y casino, aunque el impulso de la Revolución del 74 continuaba muy vivo.
En los noventa, un segundo viaje me permitió ver a los primeros ejecutivos en traje gris marengo desfilando por A Baixa y hablando en inglés.
Pocos años antes de la crisis económica, con ocasión de un congreso, me encontré con una ciudad recrecida, con precios ya un tanto disparados y cierta displicencia de nuevo cuño…
Ahora, según compruebo, le ha tocado sumarse a la oferta del turismo de masas y selfies como por una prescripción maldita y hegeliana…Esa oferta que tanto encandila a algunos de nuestros próceres…
En fin…¡Qué poco queda de aquella Lisboa contemplada por la tierna mirada de Bruno Ganz en aquella preciosa película de Alain Tanner titulada En la ciudad blanca!
Tomo nota de la película. Muchas gracias!
Recuerdo a Lisboa en los años 70 en su empedrado centro llano, con cafeterías como templos de sosiego y lectura de Diarios, ….sin barra de servicio, … solo mesas y sillas y aroma de café que envolvía toda la calle,…. café del bueno,…. supongo de su ex-colonia Angoleña, …..y a guiso de caracoles, en sus rúas estrechas, con tranvías resignados, superando esforzados y chirriando, sus sinuosas cuestas, y el reconfortante frescor de la brisa, cuando se alcanza las cimas de sus 7 colinas urbanas, que tanto recuerdan también a la calurosa y mediterránea Roma.
Nostalgia de tiempos mejores.
Nostalgia…y legítima. Gracias por su precioso comentario.