SAN TOTO ( antes Santo Tomás)

Bajé ayer viernes hasta el Casco Viejo  en compañía de un amigo. Los dos teníamos curiosidad por saber cómo había evolucionado una fiesta a la que no habíamos acudido desde muchos años atrás.

Para las doce ya estábamos en la Plaza Nueva y , en nuestro caso, degustando cada uno, un txori-pan ( o «pan preñao») con una caña de cerveza artesana – exquisita por cierto. El ambiente era tranquilo, hasta relajado, y se podía caminar entre los puestos sin mayor dificultad.

Dimos luego varias vueltas por las calles adyacentes al darnos cuenta de que la fiesta se extendía en elipse hasta alcanzar la plaza del Arriaga y el Arenal. Nos fuimos encontrando con amigos ( y amigas) y conocidos ( y conocidas) y comentamos , dos cervezas más allá, que casi todo el paisanaje era ya talludito: sesentones avanzados, jubilados, y  abuelos y abuelas.

A la una y media iniciamos el retorno, subiendo por el puente del Arenal. No habíamos apreciado  muchos cambios respecto de la  celebración que habíamos conocido en nuestra juventud.

Por la tarde, mi amigo y su mujer, fueron  a ver una obra al Teatro Arriaga. Apenas si pudieron llegar atravesando dificultosamente la masa de gente sentada entre cascos de botellas y vasos, así como vomitonas y orines diversos.  A la salida, la compañera de mi amigo grabó un breve video que luego me enviaron: lo que se veía era una borrachera multitudinaria y absoluta de veinteañeros entre gritos de » Gora San-ToTo» que, es por lo visto, la nueva versión del nombre de la fiesta.

Me extrañó la intensidad de lo que  se veía en las imágenes, pues parecía como si  en una tarde se hubieran concentrado todas las noches de una Aste Nagusia.

Y luego, rescatados estos  amigos de su secuestro festivo, discutimos si este  jolgorio definitivo, tan drástico y apretado, no respondería a la necesidad de compensar compulsivamente tantas horas de Whatsapp, Facebook, Instagram y Twitter… O, en realidad, siempre había sido así y , simplemente, nosotros nos estábamos haciendo más viejos…