El discreto encanto de Alaior

FESTES DE SANT LLORENÇ • ALAIOR

Son las siete de la tarde y estamos sentados en una terraza de la Plaça de la Constitució de Alaior bebiendo unas horchatas. Este pueblo es el que más me gusta de todos los de Menorca ( que me perdonen todos los demás) porque – probablemente debido a su lejanía equidistante de la costa- ha mantenido un casco antiguo con sus zapaterías, sus pastelerías , sus carnicerías y sus bares sin sucumbir a la exhibición impúdica de los souvenirs. Aquí cualquiera se puede sentir todavía viajero y no turista.

Aunque ya han comenzado las fiestas de San Lorenzo,este año nos perderemos el Jaleo, una fiesta de caballos enjaezados con jinetes sudorosos, vestidos de blanco y negro, que dan vueltas y revueltas en medio del gentío y que es una apología de la vida y la armonía frente a tantos espectáculos de sangre y de muerte: en esto también la sombra british es muy alargada,  aún proyectada sobre un fondo  mediterráneo ineludible.

Este pueblo, por otro lado, mantiene una actividad cultural permanente a lo largo de todo el año  como he podido comprobar por las puntuales comunicaciones que recibo y que serían envidiables en otros lares. Y, por fin, aquí nació Ponç Pons ,un escritor que aprendió por sí mismo el catalán y tiene una obra poética envidiable que cito siempre que puedo.

Ya sé que todo esto suena un poco paradisíaco, pero , en ocasiones, es bueno recordar que los paraísos pueden estar muy cerca.

N.B. Con el permiso de la familia, me voy a pedir ahora una pomada (gin Xoriguer+ limonada) ya que no tengo que conducir.

 

Stevenson y Cala Sa Mesquida

Tumbados  en Cala Sa Mesquida, con buen sol y mejor temperatura, Magda me comenta que está preocupada porque su  hijo, que tiene trece años, prefiere  leer a Robert Stevenson  en vez de  jugar al fútbol como hace la mayoría de los niños. Piensa que no es normal

Me doy la vuelta en la toalla y repaso  no tanto los hijos como los padres y madres de mis más próximos- por pudor no  hablaré de mí: un padre estuvo en las cárceles franquistas unos veinte años; otro cayó bajo las balas de ETA; otro más allá atropelló a una de sus hijas al echar marcha atrás y la mató; aquella madre se murió muy joven; otra se suicidó tirándose desde un balcón…Y los hijos e hijas- mis amigos- han logrado sobrevivir con cierta lucidez, no sé si normalidad.

Supongo que hay muchas formas de vida y todas suelen ser acondicionamientos a circunstancias diversas y variables.

Para muestra un botón: basta leer las cien primeras páginas de Los Virreyes de Federico De Roberto- que estoy repasando para preparar el próximo viaje a Sicilia-  para darse cuenta de la normalidad de aquella época ( mitad del siglo XIX): matrimonios concertados desde  la infancia, todos los segundones ( y segundonas) a los conventos,  derecho de pernada más o menos reconocido, momificaciones rituales…

Abro los ojos y me levanto. Me quito la camiseta- tengo una piel algo nórdica- y me lanzo hacia la orilla: necesito un buen chapuzón.

La posmodernidad explicada a los gilis

gilipollas
 
  1. adjetivo/nombre común
    Esp. malsonante
    Que es excesivamente tonto, estúpido o lelo.
    «¡no hagas más el gilipollas y compórtate como una persona!»
    sinónimos: gilipolla, gilipuertas

 

Loved and broken Menorca. Es Grau: el pescado fresco del día era en realidad una dorada de piscifactoría (eso sí, con un par de hojas de lechuga).Como me acaban de pegar otra clavada -21 euros más IVA – me ha dado por la cosa teórica buscando la consolación de la filosofía.

Y así tomo como referencia un post de R. O. – él ya sabe quién es-  que reproducía esta magnífica propuesta: «Llegar a los cuarenta tiene sus desventajas y sus ventajas…No ves las letras de cerca, pero ves a los gilipollas de lejos».

Y ocúrreseme que hoy la gilipollez en cuanto que tal está vinculada a la posmodernidad que no ha pasado por la modernidad. Como todo esto queda muy conceptual, me permito transmutarme en fenomenólogo provisional, pasando a describir algunos fenómenos ad hoc.

Así, hacer apología de la comida sutil y deconstruida ( y evanescente…»quelques feuilles vertes» ) sin saber lo que es un cocido o un marmitako; otro sí, descubrir el último caldo sudafricano, sin tener la menor idea de  las variedades de los vinos que se hacen  a  menos de cien kilometros; promover paseos turísticos en bici – sin usar por supuesto el carril bici- y recorridos en patines por cualquier Gran Vía a cualquier hora de la semana laboral sin dejar ni un bar abierto los domingos para que los guiris , por lo menos, puedan hacer sus necesidades; tragarse novelones históricos y pretender luego- o a continuación, o mientras  se están leyendo-  encontrar los rastros de sangre ( es un decir) en las piedras de no se sabe qué catedrales o bosques del Baztán; abjurar repetidamente en Facebook de la jaula de grillos que es Facebook…

La lista sería larga y mi paciencia es corta. Hay muchos que se lamentan de los políticos, y no ya de los de nuestro entorno sino de los que envían portaaviones a Siria o de los que están  a punto de enviarlos. Pero supongo que mientras pensemos que por ponerle a una institución un nombre en inglés ya podemos permitirnos la posmodernidad, hartos  ya de modernidades viejunas ( del tipo libertad de expresión, ciudadanía , separación de poderes…), la gilipollez, en cuanto que tal, continuará campando a sus anchas.

A lo mejor hay que cumplir de una vez por todas cuarenta años ( edad, por otro lado, a partir de la cual según Manuel Vázquez Montalbán, ya no se puede perdonar nada a nadie)

 

Pokémon go to Ciutadella ( otra breve crónica menorquina)

Puerto de Ciutadella. Estoy repasando la cuenta que me acaba de  pasar un tipo grande y moreno con pinta de balandrista: un zumo de naranja, un café con leche  y una tostada con tomate y aceite, nueve euros redondos, esto es, ¡ 1.500 de las antiguas pesetas !

Abro el periódico y leo tres noticias sumamente curiosas : el conductor de un autobús ha sido detenido al ser pillado jugando al pokémon go con su móvil  en plena ruta; una señora ha  resultado gravemente malherida ( de hecho continúa en  la UVI) tras ser atropellada por un ciclista que circulaba por la acera a gran velocidad y con los cascos de música  puestos; por segunda vez se ha detectado la presencia de un dron de gran tamaño dando  vueltas por la zona  del aeropuerto.

Estas noticias  vienen en letra pequeña, pues las letras grandes están destinadas a la que  ha conmocionado a medio mundo : el degollamiento – grabado en video- de un cura católico  en Normandia.

En la tele del bar, que oigo desde la terraza,  unos tertulianos se indignan por que   el ex-presidente de la Comisión Europea que organizó todo el «rescate bancario», el ex-presidente del Portugal que alojó la reunión tripartita que inició la Guerra Santa en Irak – a cuenta   de unas «armas de destrucción masiva» documentadas tan exhautivamente  como los misiles rusos  de la célebre novela Nuestro hombre en la Habana , de Graham Green-, el señor don  José Manuel Durâo Barroso , ha fichado por la agencia Goldman Sachs que tanto tuvo que ver  en el comienzo de la crisis de 2008.

Pago la cuenta, pero renuncio al viaje en barco que tenía previsto. Y recuerdo estos versos del  poeta de Alaior Ponç Pons en  su Terra d´adeus: “Prest serem souvenirs mohicans i estrangers”.

 

La rubia y la filología ( historieta menorquina)

Estoy apurando una horchata big-size en la Plaça sa Esplanada de Mahón. Tengo ante mí a una rubia de ojos azules y mini-shorts blancos, la novia de Miquel Xavier. Ante su insistencia , hasta este momento le he reconocido a la susodicha que casi todo en la isla se debe a los ingleses: la devoción por los caballos, manifiesta en las carreras de trotones y los jaleos,  la ginebra  y en fin, hasta el magnífico queso de Alaior (acaso  inspirado en el «cheddar» anglosajón.

Pero me he negado en redondo a aceptar que pudiera existir una Binibequer «well». Y le he insistido en que su «well» es en realidad un «vell» amigablemente opuesto a un «nou», fenómeno comprobable en casi todas las costas de habla catalana.

No resulta fácil contradecir a esta rubia porque ante todas las objeciones tiene la callada por respuesta y todo lo más un ligero mohín de disgusto, pero la filología es la filología, y  ni siquiera su cruce de piernas olímpico va a hacerme cambiar de opinión.

Durante un rato había pensado que todo se debía a un error de percepción visual, de lectura apresurada, pero no: la rubia sabe muy bien lo que dice y lo dice así porque le parece más «guay» que su estancia menorquina transcurra en Binibequer well y no en Binibequer vell. O sea, que es una pija pijísima y yo no me había dado cuenta.

«I would like one ensaimada» ha dicho de pronto como si no dijera nada. Y aunque la Panaderia la Mejor (a la piba le suenan las cosas) queda en la otra punta de Mahón, nos hemos levantado. Veremos si llegamos, porque lleva unos tacones de vértigo. ( Ya me veo otra vez de chevalier servant, ofreciendo mi brazo para que luego me salgan cantares: tengo fama de ligón cuando en realidad soy un monógamo sucesivo al ralentí.

 

Apología (breve y necesaria) de la ciencia-ficción

 

Mi amiga XY (  lo pongo así por lo que luego se verá) , lectora asidua de  este blog, me ha escrito un email indignadísimo porque  haya pasado por Valencia y no la haya llamado.

Le he tenido que confesar que, en realidad, no he pasado por Valencia ( aunque sí por Santander , lo juro por Snoopy) y que la entrada titulada «Al vent, la cara al vent» era en realidad un refrito de un viejo artículo puesto, eso sí, al día. Me ha contestado que le resultaba increíble, pues mi crónica …» ¡parecía tan real!».

¿Y qué podría parecer  si no? Si no se alcanza la verosimilitud, este arte del escribir no tiene ( ni ha tenido nunca) mucho futuro. Y, por otro lado, es un poco sorprendente que ciertas personas con cierta formación continúen pensando que quienes escribimos  siempre vamos con el famoso espejo de Stendhal a cuestas…¡Como no hubieran existido ni Ferdinand de Saussure ni Vladimir  Propp( o Roland Barthes o Umberto Eco)! – por citar tipos de estudio obligado. Lo cual no quiere decir que lo que se escribe » no tenga nada que ver con hechos reales» ( singulares anuncios   esos de «basado en hechos reales» o que» no tienen relación con personajes o hechos reales») sino que , como decía mi tío Julio Manegat con mucha sorna, si tal ocurre » es culpa de la realidad»

Así, hay quienes todavía se desasosiegan con el Libro del desasosiego de Pessoa – que por cierto vivía estupendamente-  olvidando que él mismo decía que «O poeta é um fingidor».  O que continúan pensando que Josep Pla era un señor muy  amable que sólo quería hablar con pescadores analfabetos cuando , como han demostrado Xavier Pla o Cristina Badosa, todo obedecía a una puesta en escena rigurosamente preparada – lo cual no le quita ni un ápice al caracter maravilloso de su escritura.

No entender bien estas cuestiones  lleva a confusiones mayores entre «la realidad», «la verdad» y otras tantas de ellas derivadas, pero todas impiden la experiencia literaria porque la religan a no se sabe qué trascendencia empírica o metafísica.

Por eso,  querido lector ( y lectora , of course ), mi colega , mi hermano (y mi hermana, of course), he de confesarte que  muchas veces he pensado en  dedicarme sólo a la ciencia ficción para evitar más equívocos y que amigas como XY – ¡ tan queridas!-se agarren un cabreo.

El Tipo

 

No me he sentado en esa mesa porque había un cartelito metálico en el que ponía «Reservado». Pero El Individuo – lo llamaré así por comodidad- ha venido con sus dos amigos  y se ha sentado ostentoreamente ( pronto se verá lo adecuado de este adverbio imposible tomando de Jesús Gil-  el de Marbella) en una de las sillas . Ante las protestas de los colegas ha dicho literalmente «Yo estos cartelitos me los paso por el culo» ( ignorando acaso, y por cierto, el riesgo de tal operación. Todos ya sentados, uno de ellos , de aspecto contraído y mirada perdida  se ha levantado y ha vuelto con tres cervezas.  El Individuo le ha dado una colleja – «¡Queríamos Heineken, tontolaba!- , a continuación ha cogido su teléfono móvil y ha puesto   a reproducir una canción que  de tan estridente que era ha recibido una mirada censuradora de  un señor que estaba leyendo el periódico en la mesa de al lado. «Si te molesta, te piras, puto viejo de mierda» ha soltado  mientras le hacía una higa. Al poco  ha parado  la música y ha comenzado a poner » unos vídeos de puta madre».

Bebidas las cervezas, los tres se han  levantado  montando un buen ruido de sillas. El Individuo se ha ajustado unas bermudas de color indefinido y se ha estirado una camiseta negra de tirantes en la que ponía «Soy la hostia, fóllame».

Por fin se han  ido, pero desde un coche que pasaba por delante he podido oir el último anuncio del sorteo de la ONCE. Y decía algo así: «Seguro que te molan esas super-casas de los malos-malísismos de las pelis…Ahora tú tambien vas  a poder tener una…»

El señor del periódico se ha vuelto hacia mi. ¿Tu eres profe, no? (en el barrio uno está muy pillado.He asentido. Esa gente  ¿habrá ido alguna vez a la escuela? ¿Habrá terminado la ESO?

He cabeceado sin afirmar ni negar nada, y me he pedido otro txakoli. Ciertamente, en vez de  El Individuo le podría haber llamado El Tipo.

 

«No has entendido nada»

 

María ha tenido que acogerse a una última y definitiva prórroga para la presentación de su tesis, y a pesar de que me jura que esta vez la va a terminar, yo no me lo creo.

Y no tanto porque no me mire de frente cuando habla- dice que lo hace así para no echarme el humo de su cigarrillo a la cara – sino porque recuerdo un espléndido email que me envió hace  ya casi una año y que no logro que ella recuerde a pesar de los cinco chardonnay que se ha ehado al coleto. Y me queda poco tiempo porque la terraza del Periflú está a punto de cerrar.

Se levanta brúscamente y se tambalea. Antiguo que soy, le ofrezco mi brazo de chevalier servant, pero lo rechaza: quiere desaparecer cuanto antes por la boca del metro.

Se escapa pero tengo tiempo de meterle en el bolso una copia en papel de su  famoso mensaje.Luego desaparece. ( ¿Le enviaré  dentro de un rato un whatsapp para ver si ha llegado bien a casa?).

He aquí lo que me pasó hace un año: «Los planes se hacen sobre un tiempo abstracto, suponiendo que la intención y el interés se van a mantener, al modo de causa eficiente, o atribuyéndoles un sentido previo que, como causa final, nos lleve hasta su consecución.

Desde este punto de vista, resulta tiempo abstracto tanto la planificación de una hipoteca como la de una novela, una tesis doctoral o una campaña publicitaria.

La planificación, no obstante, parece, en ocasiones, entorpecer el decurso temporal, anulando la disponibilidad frente a lo imprevisto y obturando  su fuente. En este sentido, la planificación supondría una predisposición del porvenir.

Y la necesidad de  predisposición del porvenir no parece ser sino la consecuencia de la necesidad de  seguridad, de que todo advendrá según lo previsto.

La raíz mítica  de esta manifestación, por mucho que hoy se vista de cálculos y logaritmos,  no puede dejar de entreverse y, en la mayoría de los casos, más allá de comprenderse, permanece  viva y punzante. Resulta así preferible que todo se  repita tal cual, aunque resulte aburrido en su repetición.»

Y, digo yo,mientras vuelvo a casa con paso lento…¿No hay ahí una tesis? Desde lo alto de la calle, se abre una ventana y escucho una frase de alguna película que en este momento están poniendo en la tele: «No has entendido nada».

 

Al vent, la cara al vent

 

De Santander a Valencia en uno de esos viajes rápidos , casi de ida y vuelta, aprovechando que  el mes de julio es hábil para la presentación de las tesis doctorales que ya han agotado todas las prórrogas.

Estoy sentado en la plaza de la Almoina y he quedado con Roser, a la que no veo desde hace muchos años. Desde que uno de mis viajes en barco como single me permitió conocerla en un velero de diez metros.

La plaza ha cambiado mucho y a los edificios que la conformaron, el palacio arzobispal, la Catedral, la fachada trasera de la Basílica de la Virgen de los Desamparados, se ha sumado una gran cristalera que protege un extenso recinto arqueológico. Así, esta plaza, de la que dicen que tiene más de dos mil años, ofrece en su extremo un a modo de brillante y gran laguna como presentó en su momento montañas de haces de leña o carromatos y puestos de frutas: la posmodernidad lo limpia todo otorgando siempre el protagonismo a un espacio vacío que recuerda mucho a los paisajes virtuales de los juegos digitales (infantiles).

Llega Roser. No ha cambiado mucho. Ha engordado y ha aguapado en un proceso que me recuerda al de otras amigas. Me da dos pulcros besos –ella, que era tan apasionada marinera– y se pide una cerveza sin alcohol. Está indignada por todo lo que ha pasado en el PP .Intento que hablemos de Compromís,  pero como sé que es una pepera abjurada («Pido Perdón por votar al PP»), me contengo. Siempre me ha gustado tener amistades en la derecha, quizá por aquello de reafirmarme en un izquierdismo más ético que político. En algún momento hasta pensé en presentarle a Josep-Vicent Marqués, adalid del alternativismo-ecologismo valencianista, pero dejé las cosas estar para no liar la manta.

El calor aprieta. «Para que guardes un buen recuerdo de esta visita te llevaré a comer un arroz de conejo a Los Tres Mares». Me río. Roser me tiene pillado. Muy pillado. Le aviso, no obstante, de que beberé poco, muy poco, porque mañana he de ejercer en un tribunal con Michel Foucault de por medio. «¡Ah, pero todavía se hacen tesis sobre Foucault!», exclama descarada. Le doy una colleja amistosa y me retiene la mano para llevársela a los labios: «Si no fuera porque estoy casada…». Y yo le respondo con una frase que me prestó en su día un camarada trotskista: «Pero qué buenas estáis las burguesas». Nos tomamos delicadamente de la cintura y vamos abandonando esta plaza tan vacía. Yo tarareo deliberadamente aquello de «Al vent,la cara al vent»  y Roser cabecea dando a entender que no tengo solución ( que no la tengo).

 

 

Sant Ander

 

 

Continuando  mi periplo veraniego, hoy estoy en Santander para participar  ( una vez más) en un curso sobre  literatura autobiográfica.

Y como soy un clásico de mí mismo he quedado con Marisa en el Café de Pombo en la Plaza de Pombo.

A esta Marisa la conocí primero de refilón y luego la reconocí sorpresivamente. Me explico. Yo tenía hace ya muchos años una novia madrileña. Dicha novia me presentó una tarde a una antigua profesora suya, monja teresiana, que me cayó muy bien por lo vivaracha que era. Sin embargo, desde el primer momento, me di cuenta de que la susodicha (por entonces, madre Marisa) continuaba enamorada de mi entonces novia, y de aquí surgió una complicidad de amores paralelos que duró lo que me duró la novia (no mucho, pues luego me sustituyó por un arquitecto “guapísimo”). Un par de décadas después, en un curso sobre filosofía que daba Fernando Savater en la UIMP, reconocí a Marisa en la segunda fila de un aula abarrotada y me acerqué a saludarla. Ya no era teresiana, estaba dando clases de Humanística en un centro de Formación Profesional de la capital cántabra, y se definió como una “teóloga feminista”. Hicimos buenas migas y, desde entonces, solemos hablar por teléfono de vez en cuando. Así que, en viniendo a Santander, la he llamado para ir a comer juntos.

Viene Marisa, con pinta de Santa Tomasa de Aquino por lo garbosa y decidida. Me trae un paquetito de sobaos de la confitería Máximo Gómez que sabe que me gustan a rabiar y se sienta dejándose caer. “Pareces el mismísimo Marqués de Casa Pombo”, dice mientras se pide un té rojo. Recapitulo mentalmente, pero no me veo como tal: reconozco más al industrial harinero y al alcalde innovador que se inventó El Sardinero que al marqués de título reciente (1872, Amadeo de Saboya regens). Por otro lado, la antigua denominación de Plaza de la Libertad me parece más propicia. “Ya, ya”, se ríe Marisa, “eso es porque no sabes que la estatua del Caudillo la quitaron de esta ciudad hace cuatro días”.

Hablamos, luego, de nuestras derivas intelectuales. Ella, cada vez más feminista y menos teóloga. Yo, cada vez más teólogo, a pesar de mi agnosticismo con tendencias místicas. Acordamos quedarnos quietos-parados en el siglo I de nuestra era (cristiana, por supuesto), cuando los dioses habían callado y el Dios único y verdadero todavía no había llegado. Nuestras palabras se las llevan los gritos de los niños que corretean entre el quiosco y dos tiovivos que dan vueltas a pleno rendimiento

“Te tengo preparado un buen plan. Aunque casi todos los restaurantes y tascas de la zona son excelentes, te voy a llevar al Mesón Goya, en la calle Daóiz y Velarde. Tienen un cocido montañés para chuparse los dedos. Y luego un paseo hasta la librería Estvdio, que es de lo poco bueno que hay por aquí”.

Accedo sin rechistar y recuerdo al amigo Occam, ahora tan de nuestra cuerda: “Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem” (la traducción, en Google).