Iosu Eskorbuto

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Hace  ya  veinticuatro años que murió Iosu Expósito, el guitarra y cantante de Eskorbuto, uno de los  máximos exponentes del  punk vasco. Estoy paseando con Marta, una de sus seguidoras,  por Santurtzi, recordando aquellos años ochenta en los que , en plena reconversión industrial, se clamaba en los conciertos «Mucha policía, poca diversión».

Iosu murió de SIDA, tras un largo viaje con la heroína. Fue, en  este sentido, causa y efecto, pues mientras denunciaba   a gritos los engaños  a que nos mantenía sometidos la sociedad post-industrial, él mismo estaba sucumbiendo ante sus embates.

Marta, que ahora es profesora de filosofía en un instituto, comenta que desde la caverna de Platón, sabemos que nos engañan y que nos engañamos, pero que ese es el precio de nuestra supervivencia como individuos. Y que de esto ya dieron cumplida cuenta Freud o Durkheim en forma de  neurosis colectiva o hecho coercitivo. Liberarnos de lo social es destruirnos, por mucho que se pueda hacer de ello una apología de heroicidad o  de militancia artística… que es lo que terminó por hacer Iosu.

Pues eso que llamamos el Sistema tiene formas muy poco sutiles de eliminar cuerpos,  y con ello cerebros, demasiado altivos y presuntuosos. A lo mejor habría que volver a leer a Marcuse y retormar aquello de la «desublimación represiva» que aparentando formar parte de la liberación no es sino otra ocasión para el encadenamiento  y, si fuera, necesario, la destrucción.

«Pero, si no hubiera sido  así» -continúa Marta- «¿ cómo podríamos haber tenido héroes en pleno siglo XX?

 

Seres de un día

 

 

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Ha llegado la lluvia de la mano de un amplio frente que esta mañana avanzaba lentamente ocultando el sol radiante del amanecer.El espectáculo era muy hermoso pues la densidad opaca de las grandes y altas nubes compartía firmamento con una luz todavía rutilante y veraniega.

Un espectáculo por otro lado sobrecogedor al invertir el protagonismo de los seres humanos y convertirlos en efecto más que en causa. Mi paseo de hoy hubiera querido ser el de estos cúmulos y probablemente hubiera recordado aquellas palabras de Nietzsche  – en   su libro Sobre verdad y mentira en sentido extramoral– que siempre me han gustado y más cuanto más descontextualizadas: «En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer».

Sí, » seres de un día»  nos llamó Píndaro y también «sueño de una sombra», y por ello  necesitamos tanto el calor de una mano – y abrazos y besos-  porque la ocasión es fugitiva y el frío cósmico, eterno. Aprovechemos, pues, este breve tránsito…

N:B: (Trascendente que estoy hoy…I´m sorry)

El espacio y la revolución

 

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Para aclararme un poco sobre las disputas territoriales que se cruzan  ahora más  abiertamente  en la pell del brau ,  y  apartarme un poco del ruido político- por otro lado, tan necesario- he cogido hoy del estante alto de  la biblioteca el  libro Hombre y Espacio, de O. F. Bollnow, regalo de mi maestro, el catedrático jubilado Jesús Arpal.

Ya desde el prólogo , he constatado una vez más cómo la reivindicación de lo espacial frente a lo temporal pertenece en principio, al ámbito ideológico conservador. Así, ante los avatares temporales – sobre todo ante la Revolución en todas sus modalidades – el espacio consuela y sirve de refugio, pues se puede huir del tiempo devorador, aislándose en el espacio. Esta apreciación coincide,  no por casualidad, con el tradicionalismo oriental y repele a la predominancia burguesa que se alimenta del tiempo histórico   siempre como tiempo de cambio.

Todos los conservadores que en mundo han sido, desde los junkers hasta los jauntxos, han intentado huir del cambio afianzándose en  un territorio o reivindicando un tiempo “muerto”  por espacializado como el de la Edad Media ( siempre suficientemente  idealizada).

El espíritu anti-burgués, como en otros ámbitos, tirará de este  conservadurismo hasta desdoblarse de sí mismo, y así, por ejemplo,  el carlismo fue anticapitalista desde el Antiguo Régimen para convertirse en anticapitalista desde el socialismo porque en el fondo, como bien apuntaba Arturo Campión, vivía en el espacio político español en el que tan sólo quería cambiar un rey por otro o un régimen por otro.

Pero en estos desdoblamientos que se consumen a sí mismos  se puede atisbar  también   una nota de lo que luego se ha  llamado  la postmodernidad. Como bien se adelantaron a  plantear , sin la menor alharaca cool  , Martin Heidegger o Ernst Jünger.

Cold case

 

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Ayer, como de costumbre, estuvimos viendo un Caso abierto antes de ir a dormir.Me gusta esta serie- aunque me consta que las hay mejores- sobre todo porque me gusta su protagonista femenina (Lily Rush/Kathryn Morris) física y moralmente.

El de ayer era un caso  curioso. Un profesor universitario, casado y ligón, había sido acusado de asesinar a una alumna  con la que mantenía lo que se suele denominar «una aventura». Ante la falta de pruebas había sido absuelto pero había sido expulsado de la universidad. Pues bien,dicho profesor se presenta en la comisaría exhibiendo un caso similar reciente  y arguyendo su inocencia por medio de la teoría de la «construcción social de la realidad»: había habido un crimen, tenía que haber un culpable y  lo fue él para dar sentido a lo ocurrido y restablecer el orden social. Al final se descubre que ha sido el mismo profesor el que ha cometido el primer crimen y que ha inducido a un criminal profesional a llevar a cabo el segundo para exculparse definitivamente y volver a la universidad.

Uno, que se dedica a esto, no puede contemplar este episodio con inocencia.Y  no me refiero a la cuestión de los profesores ( y profesoras) ligones, sino al varapalo colateral a esa teoría de la construcción social de la realidad ( de  P. Berger y Th. Luckmann) que  genera una oportunidad de ser copartícipes de lo que llamamos realidad, no admitiendo que sólo haya una, ni siquiera un único  relato de la misma, ni por supuesto una verdad absoluta salvo que se disponga de los correspondientes guardaespaldas metafísicos.

Parece que, tras estos años de revoluciones y postrevoluciones,  de marxismo, nietzscheanismo y freudismo, desde el Imperio – que es el mas grande productor de series- nos van preparando poco a poco para una nueva era  hegeliana en la que el Estado volverá a ser el Dios en la Tierra, un Estado en el que el Individuo sólo lo será precisamente por medio del Estado…

Y eso a pesar de que, como se dice al comienzo de esta y otras series » The following story is fictional and does not depict any actual person or even».

Pithecanthropus Aizkorrisensis

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Hoy es el último día de playa razonable ya que  más adelante vienen las mareas vivas y la  mar está más de ver que de entrar. Hace buena temperatura gracias a una brisa ligeramente fresca y me entretengo siguiendo por medio de unos catalejos la regata de la Copa de Getxo.

De pronto un gran  tatuaje ocupa todo mi campo visual. Dejo los catalejos y me pongo las gafas. A paso ligero pasa ante nosotros un tipo  bastante alto, de figura triangular y músculos de muchas horas de gimnasio, coleta y perilla, tatuado hasta en sus partes pudendas que , por cierto, las lleva al aire en alegre biribilketa pues es esta playa semi-nudista municipalmente.

Y recuerdo cómo el nudismo se convirtió en algunos de mis pasados tiempos en un rito obligatorio de la progresía, como el porro ( de maría) , las camas redondas sin pasar por las cuadradas , el vegetarianismo radical ( todavía no había veganos)…y el kéfir. Vamos, que no había manera de ir con los amigos  concienciados  a la playa y mantener el bañador en su sitio, lo cual que a mí me producía un cierto desasosiego no moral sino físico al no saber como colocar cómodamente mis atributillos. Otro sí que algunas de las colegas que me parecían atractivas y atracativas dejaron de serlo ipso facto ante la contemplación natural de sus pilosidades. Pero por supuesto, yo no dije ni mú pues no quería dar a entender que había sucumbido a los proyectiles almibarados de la burguesía conservadora. Pero bueno , aquellos desnudos eran bastante «naturales» ( todo consistía en desnudarse) y no se parecían nada al de este tipo  que se lo curra y bien para ir desnudo ( supongo que por más ámbitos sociales que la playa).

Dice  el  discutido sinólogo François Jullien , en su obra De la esencia o del desnudo,  que la apología del desnudo que se hace en Occidente ( como canon o como contra-canon) tiene mucho que ver con una idea esencialista del ser humano que sería así más humano cuanto más desnudo, pero a la vista del andar del tipo  mencionado,  se podría llegar a pensar que cuanto más desnudo  se va  más Pithecanthropus erectus  uno parece.

 

HAL Serie 9000

 

Abro el ordenador, lo enciendo y una cálida nota en segunda persona me indica que se están llevando a cabo unas «actualizaciones». Al cabo de media hora desisto y apunto la anotación que quería hacer en el cuaderno que me suele acompañar.

No tengo sentimientos luditas. He aceptado la revolución cotidiana que ha supuesto la invasión del mundo electrónico como inevitable, pero es cierto que cada vez me sorprenden más las limitaciones que surgen junto a sus ventajas. El whatsapp me permite una comunicación fluida con la familia y los colegas y el uso de facebook ha sido la ocasión retomar el contacto con amigos y conocidos que hacía mucho tiempo que no veía.

Pero luego, de pronto, surgen las sorpresas: ahora resulta que se puede saber si tus mensajes han sido leidos o no  y  uno puede especular ( la mayor de las veces malévolamente ) sobre porqué han sido contestados o no;  o puede aparecer una foto tuya de cuando no te parecías en nada a lo que ahora  ( dices que )eres; o, tus alumnos  ya no atienden a las explicaciones que das a partir de un power point  ( ¡ caíste, Maciste!) pues lo que quieren es directamente una copia del  power point , o ,simplemente, si te atienes a la pizarra de tiza,  miran al techo hasta que terminas y luego va uno de ellos saca una foto del esquema y la distribuye entre todo los demás con un simple clik…

Dice  la psicóloga americana Sherry Turkle (1) que smartphones,tablets y ordenadores balizan nuestra vida hasta el punto   de que no solamente están cambiando nuestra manera de hacer, sino también nuestra manera de ser : vivimos para ellos y por ellos  , olvidándonos de que tienen que estar a nuestro servicio.

Pensando en sus palabras  me resulta inevitable recordar al super-ordenador HAL Serie 9000, uno de los protagonistas de Una Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick,  que era el  encargado de controlar las funciones vitales del Discovery, y que, a pesar de  ser una computadora heurística (lo cual le hacía muy semejante al pensar humano) estaba configurado «fundamentalmente» para cumplir sin objeciones la programación y por ello para eliminar a los humanos que dudaban o eran escépticos, considerándolos «mecanismos fallidos»…

Por eso quizás me ha dado por dibujar y escribir  a mano de vez en cuando : retomar la elementalidad del lápiz me consuela y mucho ( y me evita las tendinitis de mis alumnos cuando cada uno o dos meses tienen que escribir sin teclear)

(1)/www.ted.com/talks/sherry_turkle_alone_together?language=es

Carmen Huici Casal

Esta mañana he estado desayunando con Carmen Huici Casal. Carmen es nieta de Serapio Huici, culto empresario navarro que todavía tiene una calle en Villaba, e hija de uno de los Huici que no fue fusilado en las primeras horas de la última guerra civil . Hemos estado hablando de todo esto, por supuesto, atisbando bisabuelos comunes, y descartando ligazones con, por ejemplo, Matilde Huici , abogada feminista que salió para el exilio o Ambrosio Huici, arabista al que se ocurrió la infeliz teoría – probada por cierto documentalmente- de que la participación de las tropas del rey navarro Sancho VII en la famosa batalla de las Navas de Tolosa no fue para tanto y que las  cadenas que trajeron  y que se  incorporaron al escudo de Navarra era más falsas que un amadeo.

Pero más allá de estas cuitas genealógicas, lo que más me ha sorprendido es el vigor y la fuerza de esta mujer. Pues Carmen es catedrática  de Psicología Social  y  una de las las mayores autoridades en psicología de grupos en el horizonte  internacional. Y viene a ser arrebatador que junto a una presencia física imponente, de una elegancia que le sale de lo más profundo, se manifieste un pensamiento matizadísimo y una capacidad de escucha sorprendente. Para mí es una maestra en el sentido más socrático de la palabra.

Enfín, siempre había pensado que la curiosidad intelectual irremediable, que me ha llevado en la vida a ir de aquí para allá tocando muchos palos, provenía de la rama Urmeneta ( todavía tengo guardado de mi abuelo Ataúlfo, de quien llevo su nombre, una primera edición de El origen de la familia , de Engels o su manual de sanscrito) pero ahora  espero- deseo- que algún gen de esta mujer, aunque haya viajado mucho por tierra , mar y aire, me mantenga tan activo como ella hasta que comience a hablar con una silla y se dé por terminada la película.

De Bolonia, la mortadela

 

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Hoy tengo «guardia de examen» por lo que mi paseo se está reduciendo a un sinfin de vueltas arriba y abajo por el pasillo de un aula estrecha y larga  ( 73,32 ms. según el podómetro de mi smartfone) mientras releo y corrijo las pruebas de  un libro que no acabo nunca y que se titula MNEMOSINE (y que mis amigos tildan de  «Summa Theologica» ,  en adelante ST).

Cada 12 minutos ( según el cronómetro de mi smartfone) abandono el trabajo intelectual  y me entretengo haciendo clasificaciones primitivas del personal . Así ,en primer lugar clasifico por sexos (lo de los géneros  es todavía,  en este contexto, muy avanzado), después por edades, luego por  hipotéticos grupos sociales, hasta que me aburro o me duelen los pies … Entonces me siento en algun sitio libre y vuelvo a la ST, generalmente por el capítulo de la neurociencia social que  es el que me llama  más  de lejos.

De vez en cuando miro hacia adelante y pienso en  quienes se están examinando: no sólo están dando cuenta de lo que saben, sino que mayormente desean obtener un título que les permita incorporarse a la supervivencia cotidiana desde otra posición (social). El examen, este invento de los chinos – que al parecer aún tiene  su relevancia en la China transcomunista- bien adobado por Napoleón, ha servido como uno de los mejores mecanismo de movilidad social de las clases sociales que la deseaban y no podían  obtenerla por medio del vínculo matrimonial.

Algunos de estos estudiantes , sin  embargo, parecen no darse cuenta de lo que se están jugando que no es sino  como mínimo mantenerse en el lugar ( social) que en su momento obtuvieron sus padres ( y madres). El otro día un amigo de Psicología me contó el siguiente diálogo entre él y una tipa rubia a la que no había visto nunca: » Hola, me llamo Nerea y soy alumna tuya». «Pues que bien…» «¿Cuándo es el examen?».» ¡Ayer!».

Mi amigo dice que esto ocurre «porque se ha perdido el usted y por los planes  de Bolonia».  No sé si tendrá razón, pero  a mí  en un mundo de competencias sin contenidos ( «¿Contenidos?¡ Oogg, pero qué cosa tan obsoleta!»), ciertamente, de Bolonia, sólo me gusta la mortadela.

Me piden más folios de borrador y acudo raudo y veloz… y competente.

Marmitako en el Mar del Norte

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Esta mañana mis pasos me han llevado a lo largo del Paseo de Abandoibarra hasta la explanada que se extiende frente al Museo Marítimo  Ría de  Bilbao – al que por cierto le deseo que emprenda  una mejor singladura al mando de algún capitán ( o capitana) que lo saque  del dique seco en que se encuentra.

Me he sentado en un noray y estaba contemplando las aguas plateadas  de la ría cuando unos graznidos  me han llamado la atención. He levantado la cabeza y he visto a la Gaviota del Ensanche , que como he dicho en varias ocasiones me la tiene jurada, dando vueltas y mirándome fijamente. Pero yo le he sonreído y he recordado algunos viajes en velero que hice durante mi larga temporada de single. Pues , en efecto, durante algunos años, aprovechando esas vacaciones salteadas que tenemos los docentes, navegué en barcos de diez o doce metros en primer lugar por las Baleares, luego algo por Canarias, después  por el Atlántico entre Ayamonte y el cabo de San Vicente- con aviso de maremoto incluido-  y por fin, por las islas griegas. En todos los casos eran barcos pequeños, muy marineros, con no más de seis u ocho tripulantes a bordo y con mandos profesionales. De todos aquellos viajes tengo muy buenos recuerdos del paisaje y el paisanaje y también un buen montón de anécdotas. Pero la singladura que más recuerdo es la que hice en una goleta por el Mar del Norte.

Era ya un barco más grande, también muy marinero, y con una veintena de tripulantes. Y a mí , cuando me tocó el turno de cocina , se me ocurrió hacer un marmitako. Me empeñé en ello. Me hice con un atún pequeño que limpié yo mismo (¡Buff!) y tenía ya todo a punto para comenzar cuando la goleta comenzó a escorarse por babor y a dar los consiguientes saltos. El Mar del Norte es un mar tranquilo hasta que ,como todos, deja de estar tranquilo. Amarré las dos cazuelas que tenía sobre el fogón con los ganchos preparados  al efecto, pero la escora fue a más y tuve que recurrir a cabos sueltos y a  algunas gomas que encontré por allí. Cuando la escora llegó a su límite, bajó un colega a trompicones para decirme que dejara de cocinar, pero yo me negué: he aguantado siempre bien los oleajes y los vientos; podría decir que hasta me gustan y no he sentido nunca el menor temor.Así que, en medio de un intensidad insólita, continué con mi marmitako y , luego, cuando la goleta se rectificó, lo repartí muy orgulloso entre mis compañeros. Nos hicimos varias fotos para dejar constancia de aquella pequeña aventura y en una de ellas aparezco con el brazo por encima de D. , una francesa de ojos almendrados  con la que compartí largas conversaciones en el bauprés…

Los graznidos han sonado de nuevo, esta vez muy cerca. He desviado lentamente la mirada hacia la izquierda y me he encontrado a la Gaviota del Ensanche observándome muy quieta desde el noray de al lado. ¿Habré estado hablando en voz alta?

 

He recibido un email ( nietzscheano)

 

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Esta mañana he recibido un email de una lectora asidua que tiene todas las posibilidades de convertirse en una de aquellas “cousines  d´alliance” a la manera de Montaigne. El mensaje transcribe un largo párrafo del Humano, demasiado humano de  Nietzsche. La cosa tiene su mérito, pues por  emails anteriores me consta que esta lectora es una feminista ilustrada , aunque quizá por eso mismo a lo mejor habrá  comprendido que tras la misoginia atribuida al filósofo alemán se ocultaba el deseo de conocer un tipo de mujeres que todavía no existía ( bueno, parece ser que sí encontró una, Lou Andreas-Salomé, pero no se quiso casar con él  y prefirió a Paul Ree). La cita es larga, como he dicho, pero merece la pena y por eso la transcribo entera.

Dice así: “En definitiva, uno viviría  entre los hombres y consigo como en la naturaleza, sin elogios, reproches, acaloramiento, disfrutando como de un espectáculo de muchas cosas hacia las cuales hasta entonces sólo tenía que temerse. Se habría uno desembarazado  del énfasis y ya no sentiría el aguijón del pensamiento de que no es sólo naturaleza o más que naturaleza. Por supuesto, esto requeriría, como queda dicho, un buen temperamento, un alma afianzada, indulgente y en el fondo contenta, un humor que no precisara estar en guardia contra las perfidias y los súbitos arrebatos, y que en sus manifestaciones no tuviera nada de tono gruñón ni de encarnizamiento, esas molestas propiedades consabidas de perros y hombres viejos desde ha mucho condenados”.

El párrafo se las trae y, desde luego da mucho para reflexionar , sobre todo en estos tiempos de embolia democrática. Pero también evoca esa utopía del hombre natural como opuesto al civilizado, tan típica y tópica  de nuestra cultura occidental; ese ser elogiado por Rousseau y todos los rouseaunianos posteriores ( incluido Claude Levi-Strauss) que de facto conocieron versiones buenistas de «los salvajes». Robert Louis Stevenson en su libro sobre los mares del sur cuenta, como contraste, que el hombre natural empírico que conoció se solía comer naturalmente a sus semejantes ( a los que denominaba » cerdos largos»). Pero, en fin, ese ya es otro cantar.

N.B. Tras leer el mensaje he ido a comprar el pan y un petimetre del siglo XXI que pasaba a mi lado con  uno de esos microperros tan de moda, ha hecho volar la colilla encendida de su cigarrillo por delante de mis gafas. Lo cual que no lo he podido contemplar como mero espectáculo y me han entrado ganas de volverme  un indígena de las Islas Marquesas del siglo XIX.