Yo siempre le recordaré como un pequeño duende agitado, poseído por un daimon fogoso y a la vez de palabra rigurosa y atemperada…
Conocí a Xavier Rubert de Ventós, a finales de setiembre de 1978,en los Encuentros organizados por la revista El Viejo Topo en Barcelona, unas jornadas inolvidables por cuanto la utopía social alternativa generada bajo el tardofranquismo todavía continuaba vigente y todo era posible.
Me lo presentó, si no recuerdo mal, Pep Subirós, con quien hab´ía compartido mancheta en otra revista teórico pol´ítica- El Cárabo, dirigida por Joaquín Estafanía Moreira, futuro director de El País- y desde el primer momento me di cuenta de la gran capacidad reflexiva y expresiva que demostraba dentro de aquel micro-cosmos catalán que compartía con gentes como Eugenio Trías, Jordi Llovet o Josep Ramoneda, con quienes poco antes había fundado el Col-legi de Filosofia de Barcelona (1976) , representando una de las puntas de lanza del pensamiento ibérico.
Xavier era, además de muy accesible, muy buen conversador y en los sucesivos cafés , comidas y cenas que compartimos dio muestra de la sutileza que ya había demostrado en obras como Teoría de la sensibilidad o El arte ensimismado . Por entonces fumaba sin parar , como casi todos los demás, y años después,cuando nos encontramos de nuevo en un congreso , alternaba los cigarros con pastillas de menta que consumía con la misma urgencia – este fue también el caso de Koldo Mitxelena, a quien ya conocí con su inseparable cigarrillo de mentol.
Más adelante, siguiendo la senda del filósofo-político tan habitual entre los de su generación, fue diputado en el Congreso y Europarlamentario, mientras daba cuenta de sus nuevas experiencias y pensamientos en El laberinto de la Hispanidad (1987) y El Cortesano y su fantasma (1991).Finalmente y entre avatares varios hace cinco años publicó un interesante volumen con sus anotaciones dispersas – Si no corro, caic– verdaderas bambalinas casi barojianas.
Rubert de Ventós falleció el pasado 28 de enero , pero yo siempre le recordaré como un pequeño duende agitado, poseído por un daimon fogoso y a la vez de palabra rigurosa y atemperada…
(c) by Vicente Huici Urmeneta