De nuevo me ha sorprendido su misma materialidad ,incluidas sus magníficas ilustraciones, en estos tiempos de virtualidades y algoritmos.
Y, por supuesto, la sucesión de poemas y prosas en las distintas lenguas de la revista, desde el texto bilingue de Aurelia Arkotxa hasta las siempre muy sugerentes recensiones de libros de Marisa Gutiérrez Cabriada, pasando por , entre otros y otras, los textos de Iñaki Irazu, Amaia Irturbide, Miguel Espejo , Teresa d´ ´Ogrove o Luigi Anselmi . Y sin olvidar los sugerentes ensayos de Jonathan Tamayo o del mismo Agirreazkuena.
Un nuevo número, en fin de esta ambiciosa revista que en su título pretende evocar el ruido de las torrenteras montañosas y con ello alentar el eco de la hermandad entre las diferentes culturas que acampan desde Port Bou hasta el cabo Finisterre, y a todo lo que desde ese eje se desplace en la brújula de lo humano que no nos es ajeno.
Un nuevo número, también para hojear durante esta oscilante canícula, y poder, de vez en cuando levantar la vista y contemplar reposadamente el cielo, nublado o muy azul, desde la terraza de un bar o bajo la sombra de un árbol…
Arriba un sol / sin nubes…Aquí una/ trama de sombra!
Goitik hodeirik/ gabeko eguzkia…Hemen/ itzal trama hau!
Es la canícula propicia, en el sentido del viejo kairós , a las actividades ahora denominadas de outdoor, desde las fiestas sanfermineras, modelo de tantas otras, hasta toda una sucesión de carreras rurales y urbanas, subidas a, bajadas de, banderas de, saltos ,y un amplio etcétera.
Y como suele ser habitual, antes de las recomendaciones otoñales psicológicas ( y para-psicológicas) para «recuperar la normalidad sin estresarse» ,abundan en la prensa seria (no-canallesca) sugerencias, recomendaciones y programas para el bien sobrellevar de todas estas actividades, cada una según su especie y discrección.
Yo, probablemente por deformación profesional , he reparado en dos aportaciones que, en verdad os digo, no son muy originales pero que tienen el tono de haber descubierto de nuevo como se decía in illo tempore , el mediterráneo.
Así, como sociólogo-en -excedencia, no me ha soprendido el artículo de la divulgadora científica Mayte Rius intitulado «¿En qué se parecen un hincha deportivo y un fervoroso creyente?» en el que se hace eco de cómo la neurociencia revela que el cerebro vive el deporte como una fe, individual y colectivamente.
Abunda el escrito en el relato de constataciones empíricas, pues «estudios con técnicas de neuroimagen muestran que tanto la afición deportiva como las creencias religiosas involucran áreas similares en el cerebro» tales como » la amígdala y las vías de recompensa» y, consecuentemente, «eso explica por qué las experiencias deportivas intensas pueden sentirse casi trascendentales, evocando emociones poderosas igual que las prácticas espirituales».
Y, como diría Fabrizzio Salina Il Gattopardo, lo dicho me parece justo y necesario, solo que este trasvase de la fe de las religiones tradicionales a las nuevas religiones civiles ya está señalado en las páginas finales de Las formas elementales de la vida religiosa, de Émile Durkheim, publicado en 1912 y que tan claramente define dogmas, ritos y ecclesias análogas. Pero claro, como ahora se argumenta desde una ciencia cañí – ¿La neurociencia?- y no desde una pseudociencia – ¿La Sociología?- la verdad resulta más verdadosa.
Otro sí, como neuropsicólogo-no-practicante, y en un registro más académico, me ha ocurrido con un breve ensayo que bajo el título asaz científico de «Por qué movernos nos ayuda a borrar los malos recuerdos», del profesor Óscar Elía Zudaire. En dicho artículo se dice que un grupo de investigadores ha demostrado en ratones que incrementando la actividad física se consigue aumentar la neurogénesis en la zona subgranular del giro dentado del hipocampo, fabricando nuevas neuronas que disuelven el recuerdo de una vivencia traumática, reduciendo los síntomas de estrés postraumático asociados, concluyendo que «cuantas más neuronas nuevas, menos recuerdos traumáticos y menos conductas de estrés».
Bien, también, aunque a pesar de nuestra próximidad zoológica, no casa con estos simpáticos roedores el lema “Dale duro al gym y no le des más vueltas, tío” que figura en el a modo de abstract que figura al comienzo del mentado artículo, por una imposibilidad física y metafísica a fuer de marichula, que suena además a «si te ponen cuernos, dale a las mancuernas».
Por otro lado, la alternativa participada no deja de tener una componente vigoréxica tan à la page en nuestros lares y jornadas, sin mencionar otras prácticas, como la meditación, que en esto de la fecundación neuronal no van a la zaga.
Pero, en fin, que casi siempre va cada oveja con su pareja, y que aquí paz y después gloria, y también aquello de «no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia». Además, quién sabe, a lo mejor (o a lo peor) convertir el deporte en una nueva religión civil es lo que ahora nos toca, como nos tocaron las religiones políticas anteriores…
(UDAKERIAK,cosas sin importancia del verano. Escritas en un tono un tanto burlón para solaz de algunos y sonrisas de otras.Sin mayores pretensiones ni trascendencias. Perfectamente prescindibles…)
Una lectora fiel y de largo recorrido me ha reprochado que en estas croniquillas que me van saliendo al calor de los sanfermines no hable de los momenticos y me dedique más bien a su dimensión histórica o sociológica.
Es esta del «momentico» una expresión pamplonica a la altura de «ir de propio» , para indicar un pasear sin rumbo, o a aquella de «ser laminero» porque se gusta y mucho de los dulces.
El momentico, como su propio nombre indica, es una vivencia temporal ,puntual y muy intensa. Y hay momenticos, diría yo, institucionales y privados.
Entre los institucionales, y según mi ya desparecido tío Miguel Javier Urmeneta, alcalde que fue de Pamplona, el momentico par excellence era el que se producía a la salida de la procesión de San Fermín que se celebra el día 7 de julio, un momentico de silencio, recogimiento y fervor.
Entre los más privados, que muchos hay, casi todos tienen que ver con el encuentro en cuadrilla, y tras el condumio y los tragos correspondientes , se celebran con cánticos y algarabías varias.
Unos y otros momenticos tienen en común la adhesión un tanto incondicional a un acto colectivo mayor o menor en la que se experimenta una suspensión del tiempo del reloj y se entra provisionalmente en aquella duración de la que hablaba Henri Bergson y redimensionó socialmente Maurice Halbwachs, algo consustancial a cualquier fiesta que se precie.
Pero, para no continuar en este registro al que me lleva mi condición de sociólogo-en-excedencia, sí daré una pista sobre mi particular momentico, tal y como lo recuerdo, pues tiempo ha que ya no lo experimento relacionado con estas fiestas «sin igual».
Pues que mi momentico sanferminero era- y será para siempre- el encuentro nocturno con algún amigo o amiga no visto desde años atrás, en la madrugada del 7 de julio, tras un largo día 6 de almuercico, chupinazo, cava, comida, riau-riau, cena y recena…Ya, nada del otro mundo…
Como pamplonica-en-excedencia, durante las fiestas de San Fermín suelo conectar la televisión diez mintutos antes de las ocho de la mañana para ver en directo la retransmisión del encierro.
Es una costumbre que me inculcó mi padre Fernando Huici, corredor de foto (Galle), cuando ya no estaba en condiciones de acudir a la cita matutina ni siquiera para ver la carrera desde un rincón privilegiado de la cuesta de Santo Domingo que le reservaba sotto voce un amigo rochapeano ,a la sazón policía municipal motorizado.
Me gusta ver el encierro porque me evoca, supongo, imágenes de mi infancia y aquel olor a toro que llegaba desde los Corralillos del Gas hasta los almacenes de Semillas Huici, el negocio familiar.
Pero me gusta también ver la parafernalia que rodea hoy a este ritual tan elemental, una parafernalia que en las crónicas televisivas se destaca tanto o más que el acto en sí y que muestra una sucesión excepcional de, por decir algo, vigorexias físicas y casi metafísicas.
De las primeras destacan los estiramientos y calentamientos , desde los mínimos saltitos y carreritas estáticas hasta las ostentosas ejercitaciones de tono olímpico. De las segundas, toda una serie de santiguaciones , genuflexiones, meditaciones y oraciones, salpimentadas de estampitas, crucecitas, cadenitas y pulseritas de advocaciones diversas mas propias de misacantanos.
Y otro sí, todo lo anterior entremezclado, y no siempre bajo el pañuelico rojo, con camisetas de un amplio surtido de productos deportivos, gastronómicos o genéricamente identitarios.
Y sí, ya sé que los tiempos cambian y que aquel diseño festivo que se estableció durante la incivil posguerra ha ido admitiendo todo tipo de variantes y de interpretaciones – no hace falta más que recordar la apología de estas fiestas que en su momento hizo el hoy olvidado sociólogo Mario Gaviria o la violenta y criminal «revisión» de 1978-.
Pero no sé que pensaría de todo lo anterior mi padre que, sin uniforme sanferminero y casi en solitario corría por la calle de la Estafeta , periódico en mano y sin tanta parafernalia vigoréxica…
Pasan los años y yo, al menos, voy envejeciendo: en los idus de marzo cumplí los setenta. Pero la memoria permanece, bien es cierto que en la medida de lo posible. Ha habido amnistías, algunas torticeras como aquella apellidada «fiscal», pero no amnesia, y algunos y algunas, por mor de lo generacional y aun desde la excedencia profesional ad hoc, provectos historiadores, sociólogos en barbecho, cronistas de barrio, no renunciamos a la anánmesis.
Y los 8 de julio, sobre todo para boomers de la cuenca de la vieja Iruña, es un día destacado para la recordación, pues en aquel día de julio de 1978, los sucesores de quienes se había alzado en armas en 1936, volvieron a tomarlas y reventaron unas fiestas de San Fermín que les parecían demasiado reivindicativas.
El resultado de aquel nuevo alzamiento, en el que se pudo escuchar claramente «no os importe matar», fue efectivamente la muerte de un tiro en la cabeza de Germán Rodríguez, así como una larga lista de heridos entre el desasosiego colectivo y la indignación general.
Eran ciertamente tiempos convulsos, precedidos por los episodios de Montejurra y Vitoria que se prolongarían días después en Rentería, habiéndose llevado por delante unos cuantos muertos más.
Para muchos y muchas , acaso para los más jóvenes, esta fecha no tendrá significación particular alguna; quizás ni hayan tenido la menor noticia cuando estudiaron, si es que lo estudiaron, aquel periodo de nuestra Historia Contemporánea denominado «La Transición» .
Y algunos y algunas más próximos, confundiendo a lo peor amnistía con amnesia, o por simple vagancia ética, prefieren olvidar…Pero a otros y otras, entre los que necesariamente me encuentro, no es un día más, siquiera porque Germán fue compañero de clase en el colegio Santa María la Real de Pamplona…
«Pamplona 6 de julio / bullicio y alegría/ ya están los pamplonicas/ ansiosos de gozar/ con faja ,pañuelico ,la bota de clarete /con el primer cohete/ la juerga va a empezar…»
Una voz atildada y femenina ( aditu bat?) explica en euskera en la radio pública vasca que la ceremonia del chupinazo del día 6 de julio en la Plaza del Ayuntamiento de la capital navarra se incorporó oficialmente al programa de las fiestas de San Fermín en 1941, a propuesta de un tal Ignacio Baleztena.
Un tal Ignacio Baleztena. Mejor hubiera sido decir el dirigente carlista Ignacio Baleztena, miembro de una familia que todavía tiene a bien colocar de vez en cuando una bandera preconstitucional española en el balcón de su casa de la Plaza del Castillo.
Y nada tengo personalmente contra Premín de Iruña – uno de sus seudónimos – pues, según las crónicas familiares, salvó a mi abuelo Ataúlfo Urmeneta – sí ,yo soy un efecto colateral más de los Urmeneta- de la detención y su posible fusilamiento como jeltzale pro-repúblicano, arguyendo que solían ir juntos todas las mañanas a oír misa a la parroquía de San Nicolás.
Pero de ahí a «un tal Ignacio Baleztena»… Pues este Baleztena fue quien en 1933 reorganizó el requeté de Navarra y Vascongadas, y quien se entrevistó con el golpista Emilo Mola, ofreciéndole 8.400 boinas rojas que posteriormente se unieron al Alzamiento Nacional de 1936 ,desencadenante de la última guerra civil.
Que la actual configuración de los sanfermines fue obra de quienes triunfaron en aquel conflicto es algo que se ha repetido tantas veces como se ha olvidado, pues bajo la protección de la Cruz Laureada de San Fernando – vulgarmente llamada «la berza»- gentes como los Baleztena, los Pérez Salazar o el mismo Maestro Bravo, fueron diseñando toda una parafernalia festiva que incluía canciones como el “Uno de enero”, el uniforme blanco con el pañuelo rojo o, precisamente, la ceremonia del cohete el día seis de julio.
Así las derechas franquistas , animadas por familias de nombres y apellidos tan conocidos como los González-Tablas, José Moreno , dueño en su momento del Hotel La Perla , el arquitecto Víctor Eusa o el panadero Taberna, impusieron a lo largo de los años su modelo sanferminero hasta el punto de que hoy parece el de toda la vida.
Y cuando el modelo se torció políticamente, como en 1978, no dudaron en sacar de nuevo las armas a la calle, desalojando a tiros la plaza de toros (Vaya aquí un recuerdo para Germán Rodríguez, compañero de clase en los Hermanos Maristas, asesinado de un balazo en la cabeza).
Por cierto, que la propuesta de Ignacio Baleztena tan solo recogía la costumbre iniciada por Juan Etxepare un estanquero de la calle Mayor de Pamplona, fusilado por el bando sublevado…
Any way,- como diría Mr. Hemingway – y para quienes quieran disfrutar…Gora San Ferm´´ín!
Nunca he ocultado mi inclinación hacia lo que hoy es la Repubblica Italiana, ese conjunto de paisajes y paisanajes ( que diría Josep Pla) tan diversos y que tanto recuerda a la pell de brau.
Y no tengo ningún reparo en decir que he disfrutado ( y espero disfrutar) tanto de un paseo por las galerías de Torino como sentado en una terraza en la Piazza Marina de Palermo o en la del Campo de Siena. Y otro sí que me ha gustado y mucho la obra de un Cesare Pavese o de Leonardo Sciascia ,por no hablar del cine de Visconti, de Rossellini ,de Pasolini, o del mismo Nanni Moretti.
Pero, en una reciente visita a Viareggio, donde años atrás estuve estudiando lengua y literatura italiana, tuve la oportunidad de escuchar una emisora de radio que inmediatamente llamó mi atención.
Era – es- Radio Mitology 70-80, y como su nombre indica dedica su programación a la música de esos años, una década prodigiosa en la que todo parecía posible y, sobre todo en nuestros lares, que la caída del franquismo sería una vía sino hacia el socialismo o la independencia, como proclamaban algunos, sí hacia un nuevo status confederal y cuanto menos socialdemócrata.
Y como la música acaba siempre por ser un vínculo directo con la memoria, recordar la de aquellos años puede resultar muy reconfortante en estos tiempos en los que toda utopía progresista parece algo de un pasado muy lejano…
Desde latitudes y longitudes varias son tantas las imágenes y palabras que nos llegan que parece que estemos viviendo en una horizontalidad inmediata en la que lo que se podría denominar realidad ya no está al alcance de cualquiera porque todo es representación tan virtual como interesada.
Pues también en este relato se describe una situación análoga a la nuestra, en la que un grupo de humanos maniatados y encerrados en una cueva desde la infancia, tan solo conocen de la realidad exterior las sombras y sonidos de objetos reales que les ofrecen una reducida cuadrilla. Y se plantea la hipótesis de que cuando uno logra soltarse y acceder tras una penosa subida al exterior, al mundo real, deslumbrado, y decide volver al interior para dar a conocer su descubrimiento, abajo más bien le toman por loco…y lo ejecutan.
Como todo buen mito, este también ha sido motivo para muchas y diferentes interpretaciones y desde hace algún tiempo se ha comparado ese fondo de la cueva con la televisión y ahora con tik-tok u otras redes sociales, siendo fácilmente asignable el rol de la cuadrilla que proyectando las imágenes adecuadas y emitiendo las voces oportunas, intentan que los secuestrados ( y secuestradas, of course) tengan una representación de la realidad acorde con los intereses de los secuestradores y secuestradoras, of course, too).
Pero es el mito en sí mismo, con su contraposición entre la verdad de la realidad y la mentira de las representaciones, lo que manifiesta su vigencia y tanto más con el desarrollo de estas cuestiones que continúa en ese capítulo platónico y que hoy en día adquiere una nueva dimensión tras las aportaciones de la Sociología y la Psicología del conocimiento, cuando no de la Ciencia Política.
Y todo ello, aunque nos quede siempre la duda de si estas distinciones nos piensan en Occidente como otras han hecho pensar en otras culturas, o de si, ciertamente la nuestra es la mejor forma de pensar, ya que desde ella, y precisamente, se ha desarrollado eso que se ha llamado Ciencia…
Una de las distinciones más importantes a fuer de canónicas de la literatura autodiegética es la que ordena los textos autobiográficos en autobiografías y memorias.Se supone que las memorias se escriben fundamentalmente para legitimar una trayectoria vital con diferentes connotaciones. Y tal es el caso de las publicadas por la ex-ministra y dirigente de Podemos Irene Montero, una mujer que probablemente con los años formará parte del elenco histórico de militantes políticas relevantes como, por ejemplo, Federica Montseny o Dolores Ibarruri.
Estas memorias, tituladas Algo habremos hecho ( 2024), recogen por supuesto los avatares de la vida política de Montero, desde su militancia en las Juventudes Comunistas, hasta su participación en el gobierno de coalicción de Pedro Sánchez, pasando por las luchas vecinales , el 11-M y la creación de Podemos, según un convencional orden cronológico.
Se dedican muchas páginas a su labor en el Ministerio de Igualdad ( 2020- 2023) resaltando la elaboración y aprobación de leyes tan importantes como la Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, más conocida como «leydelsolo síes sí», pero también a la persecución de la nueva organización que había hecho saltar el bipartidismo de la restauración de 1978. Y, cómo no,a la dolorosa excision protagonizada por el hoy desaparecido Iñigo Errejón o la abducción política de Sumar encabezada por Yolanda Ðíaz.
Pero quizá lo más importante es el mensaje subjetivo que aporta y que señala una y otra vez la importancia del trabajo en equipo (» sola no puedes, con amigas sí») tanto como fundamento último de la acción política como de la resiliencia personal frente a los problemas de la vida cotidiana derivados precisamente de dicha acción política.
Lo cual no es óbice para que se reclame objetivamente una actuación constante a la luz de las propuestas de los sectores populares que luchan por » más democracia, paz, feminismo, antirracismo, reparto de la riqueza y del poder» (p. 325).
Una obra en fin, cuyo caracter documental sobrepasa el valor testimonial y que deberá ser tenida muy en cuenta cuando se lleve a cabo la investigación histórica de la política española del siglo XXI.
Me lo he encontrado paseando por la Gran Vía, volviendo de uno de sus largos periplos por Bilbao y sus alfoces. Con la misma simpatía con la que me atendía cuando era mi «médico de cabecera», me ha preguntado por este mi devenir en la jubilación, jubilado ya también él como facultativo.
Es Rafel Olalde Quintana, médico de largo recorrido tanto en su práctica cotidiana que además se abrió al nuevo mundo electrónico que nos conformó desde finales del siglo pasado, creando un excelente blog, como en su implicación en diferentes niveles de gestión , dirigiendo durante mucho años la Secretaría del Colegio de Médicos de Bizkaia. Un profesional que consecuentemente recibió la primera Distinción Dr. Areilza en 2022.
Pero, además , es Rafel Olalde Quintana, el flâneur incansable y reportero polifacético que ha dado y está dando cuenta por medio de sus fotografías de la arquitectura y urbanismo de Bilbao, de sus fuentes y templos, así como del arte callejero que tantas veces es obviado en la agitada vida capitalina.
Se recupera así en su quehacer la figura del médico humanista, bien que adaptada a estos nuevos tiempos que más que corren nos llevan de aquí para allá al ritmo del algoritmo, sugiriéndonos el paseo animado frente a la vigorexia campante y dominante, y también la detención oportuna ante una escultura, la esquina de una calle, una fuente o un grafitti escondido.
Un médico humanista de aquellos que eran capaces de combinar discipinas varias a fuer de dominar la suya y un modelo frente a la medicina tecnocrática y administrativista que en muchos casos tratan la enfermedad pero no al paciente…Al cabo, un hombre del renacimiento, médico y culto, de quien todavía esperamos muchas sugerencias terapéuticas…
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