DISFRAZ ( y disfraces)

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“ Cuando no hay modelos avalados ni avalables no queda otra salida que la utopía o el cinismo, a veces disfrazado de un pragmatismo disfrazado de eficacia histórica disfrazada de la virtud de la prudencia”

He recordado esta frase de Manuel Vázquez Montalbán , perteneciente a su libro Asesinato en el Comité Central, una obra publicada en 1981 , el año del 23-F, del asalto armado al Congreso protagonizado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero – y que se desplegó en imágenes muy similares , aun en su diferencia, a los recientes sucesos del Capitolio estadounidense.

Y la he recordado porque , a la vista de episodios tan dispares como la ya cotidiana pandemia del COVID-19 (¡ 19!) o una nevada tan imprevista como imprevisible, lo que se ha ofrecido es un a modo de teoría de los disfraces sucesivos, de cajas chinas de palabras bajo las que parecemos sucumbir bien por ininteligibilidad última, por saturación semántica, o por fin, en un desesperado encierro discursivo autorreferente.

Y , aunque parezca políticamente incorrecto, socialmente insolidario y culturalmente acrítico, se me ha ocurrido que frente a tanto disfraz superpuesto , de diseño pero sin embargo de prêt-à-porter, tan solo queda hacer sordina y dirigir la mirada hacia un árbol, hacia una flor, si acaso hacia una nube pasajera, para recuperar algo de un habla no contaminada frente al lenguaje del discurso omnipotente  que sólo deja decir lo que quiere decir…

2020 (¿Annus horribilis?)

Si he de fiarme de los editoriales de los medios de comunicación, de las redes sociales e incluso de muchas de las felicitaciones navideñas que he ido recibiendo , ha sido este un «annus horribilis».

Y a la vista de algunos datos nada se puede objetar a esta calificación: han sido muchos, demasiados, los muertos, así como la paralización brutal de la vida económica y social, por no hablar del esfuerzo titánico y sostenido del mundo sanitario.

Sin embargo, repasando las 205 columnas publicadas aquí a lo largo de estos meses, he encontrado ciertos aspectos positivos que creo que también se deberían tener en cuenta.

Así, y sobre todo, la solidaria respuesta ciudadana que, salvo excepciones- unas muy torpes , otras simplemente picarescas- ha ido cumpliendo con todas las exigencias que se han ido imponiendo, mostrándose incluso en ocasiones rasgos heroicos en la atención a los más abandonados : esta experiencia colectiva marcará sin duda a varias generaciones que habrán tenido la oportunidad de comprender el valor de los vínculos comunitarios como fundamento de la supervivencia.

Otro tanto se puede decir de la crisis económica generada, en la que se han puesto de manifiesto las fisuras de un modelo globalizado- el reverso de la «pan-demia»- que sin duda habrá que revisar desde nuevos criterios, incluidos los ecológicos, sociales y sanitarios: insistir en que la recuperación económica retome caminos obsoletos por muy trillados , sería un delirio, como ya lo fue la fácil y perversa sumisión al turismo de playa , de cocina o de museo, siguiendo inconscientemente la pauta franquista.

Asimismo el incremento tan abrumador como impredecible hasta hace muy poco, de la relación digital – en el ámbito privado, pero también en el teletrabajo, en la tele-educación , en el tele-comercio y hasta en el tele- sexo – ha generado un dispar conjunto de experiencias hasta constituirse en una nueva dimensión de la realidad: al respecto resultará ineludible llevar a cabo una reflexión sopesada sobre su trascendencia antropológica

Y, en fin, en el contexto político – y sin profundizar mucho – a la vista de los cambios propios y ultramarinos, puede que sea la hora de que  «el programa liberal integral» se convierta por fin «en el programa mínimo del partido socialista» , como decía Gramsci hace ya más de cien años y cien años después de la Constitución de Cádiz: hacer de Europa el lugar de una moderada utopía tantas veces postergada en la piel de toro, puede ser también un aliciente común y unificador en las diferencias.

Desde el I Ching, en la filosofía tradicional oriental las crisis han sido siempre interpretadas como ocasiones para el cambio, para despegarse de lo viejo y abrazar lo nuevo. Pero sin ir más lejos, el tantas veces citado Baltasar Gracián ya dijo en pleno siglo XVII que » Todas las cosas se han de tomar, no por el corte, que ofendan, sino por la empuñadura, que defiendan».

Así que 2020 ¿ annus horribilis? No necesariamente si se afrontan con valentía los cambios, muchos ya irreversibles, que , por defecto, se han anunciado…

TXORI-ONAK

Como todos los años por estas fechas, he enviado a los amigos y amigas más próximos una felicitación , añadiendo mis mejores deseos para el año entrante, en este caso, el 2021.

En otras ocasiones, las respuestas han venido siendo tan cariñosas como convencionales. Pero este año , por lo general, se han vuelto mucho más matizadas, debido, sin duda, a las particulares circunstancias de la pandemia.

Así , me han llegado felicitaciones varias, pero en casi todas se transmite un mensaje de esperanza intentado hacer catarsis del desastre global del año que termina.

Y es en este punto en el que parece que la Navidad recobra su sentido profundo pues evoca el solsticio de invierno, la entrada en un tiempo de recogimiento, de oscuridad germinal desde el que saldrá el renacimiento primaveral, a fuer del más cruel abril que diría T.S. Eliot.

Este sentimiento , tan afincado probablemente en nuestra marca antropológica ritual como analogía general básica de los ciclos de la naturaleza, fue sin duda recogido por la tradición judeo-cristiana , y tras muchos siglos, se ha ido secularizando y comercializando , pero, de pronto , parece que ahora se ha manifestado de nuevo en su más prístina pureza ante la inevitabilidad de un desastre general y generalizado.

Y así, quienes probablemente desean y han deseado siempre obviar estas celebraciones por mor de un laicismo decimonónico – y que a algunos y a algunas les ha llevado a religiones civiles o incluso tradicionales mucho más enrevesadas- han tenido que admitir , al menos provisionalmente y sotto voce, su sentido originario más allá de sus formas coyunturales o históricas.

Zorionak, se dice por estas tierras y en estos días. Y se afirma que la expresión viene del «txori onak» , o los pájaros buenos, los del buen agüero, esos que yo te deseo a ti, querido lector, querida lectora…

LAS ANTÍPODAS (pero por ahora aquí me quedo)

«Ai algunos que todo lo reduzen a guerrilla; vandoleros del trato, quanto executan querrían que fuesse vencimiento, no saben proceder pacíficamente. Éstos para mandar y regir son perniciosos, porque hazen vando del govierno, y enemigos de los que avían de hacer hijos…»

Sí, cada día un paseo – en mi caso, de flâneur urbano, de los que no les gustaban ni a Montaigne ni a Rousseau-…y la lectura de una «entrada» del Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, libro que puede ser un magnífico regalo en estas fechas – la edición de Cátedra es barata y buena.

Parece estar la citada «entrada» , como casi todas las de esta obra, al pil pil, en cuanto que aquí y allá se ven muchos, demasiados , «vandos» y «vandoleros» que hacen del enfrentamiento sistemático , alimentado ahora por las logofrénicas televisiones y las incansables redes sociales, su vida política, y todo ello hasta una saturación similar al de las interminables discusiones deportivas o al morbo estúpido de la prensa rosa.

Apartado como estoy de la pomada – «fuera del sistema», me señaló el otro día un buen amigo- y sumando a mi condición de micro sociólogo burgués en excedencia, un post-maoísmo crítico, no dejo de observar todo lo anterior como un fenómeno cuasi-medieval, tardo- inquisitorial, como ya lo vio desde su butacón del Palazzo Lampedusa Giuseppe Tomasi, el célebre autor de El Gatopardo – otro libro recomendado, a fuer de la película de Luchino Visconti.

Y si bien aún me reconozco zoon politikón o animal social al modo aristotélico – y, of course, zoon elektronikón, mal que me pese y por mor del siglo – este espectáculo de lucha de torpes espadachines me suele hartar sobre todo por lo que tiene de inútil a la hora de resolver problemas, que los hay y muchos, y algunos pendientes desde hace dos siglos sobre todo por la incapacidad de los sucesivos dirigentes de este Estado frustrado, que ni siquiera llegaron a aceptar a su propia burguesía revolucionaria y que todavía ponen el grito en el cielo y se rasgan las vestiduras ante cuestiones como la educación laica, las lenguas que no sean el castellano , el aborto, la eutanasia , o el espíritu republicano…

Termina Gracián esta entrada 218 de su Oráculo diciendo : «El modo de portarse con semejantes monstros es huir a los Antípodas…» y, la verdad, aunque dan ganas y muchas de marcharse, por ahora aquí me quedo.

SIN SERVICIO DE MESA ( ni de nada…)

«El paseante ha finalizado esa vuelta cotidiana que por ahora no peligra, y le apetece sentarse , tomar un buen café con leche y un pincho de tortilla de patatas. No le resulta fácil, pues todas las terrazas están ocupadas. Por fin, en una última revuelta, sorprende a un cliente levantándose de una mesa, y previa petición, ocupa una de las sillas. Sobre la mesa en cuestión figura un plástico verde sobre el que se lee «mesa desinfectada», lo cual en modo alguno es cierto ya que queda un plato sucio y una jarra de cerveza sin terminar, a más de migas por todos los lados. Al cabo de un rato aparece un camarero muy empiringotado como corresponde al lugar en cuestión, pues se trata del establecimiento decano de la villa que tiene más de cien años. Higienizada la mesa en silencio, al pedir la comanda el camarero indica amablemente que no hay servicio de mesa y que hay que pedirlo todo en la barra. El paseante calcula la distancia entre la mesa y la barra y rápidamente se da cuenta de que si va a pedir perderá de inmediato la mesa por lo que se levanta y se va directamente a su casa».

Escribía no hace mucho el columnista catalán Quim Monzó que no le daban ninguna pena todos aquellos bareros que se habían vendido al turismo sirviéndolo todo de mal en peor y que ahora se veían en la estacada. No voy a ser yo quien niegue el desastre económico que la pandemia del COVID-19 está suponiendo para el sector hostelero que un día abre y otro cierra para volver a abrir ,y con horarios más cambiantes que la luna. Y aunque es cierto que ningún país puede sobrevivir autónomamente con un PIB asentado en los servicios, clara herencia, en este caso, de la estructura económica franquista ,también es cierto que su fracaso puntual no debería nunca recaer en el deterioro de los servicios. Pues una vez más ,aunque en buena tradición carpetovetónica – esa de «la cuenta de la vieja» en palabras siempre vigentes del historiador Manuel Tuñón de Lara – , el sector, hoy tan jeremíaco y hasta hace poco tan expansivamente indolente, se estaría comiendo los pocos huevos de oro que le quedan a su desplumada gallina.

Un detalle como el relatado, superpuesto a algunos carteles en los que se indica el numero máximo de minutos durante los que se puede disfrutar de una terraza, el incremento del precio por la «cuota covid» , o la proliferación de mesas «reservadas» para comer a unos horarios holandeses, no contribuyen sino a fomentar aún más un consumismo de pega que convierte en paganos de la crisis a los simples ciudadanos y ciudadanas…

N.B. para S.A. : Ya sé que estas cosas no ocurren en los barrios populares, altos o bajos, donde todavía se mantiene la figura del «parroquiano» ( y «parroquiana», of course) y el respeto que merece. ¿O no?

EL SILENCIO (digital)

Como ya comenté recientemente- en calidad de micro-sociólogo burgués en excedencia (1)- uno de los efectos colaterales de la pandemia del COVID-19, acaso el más trascendente, ha sido la inmersión acelerada en el mundo digital ante la imposibilidad del contacto face to face.

Así lo confirman los datos de las grandes empresas como FACEBOOK o GOOGLE que en sus diferentes plataformas y sub-plataformas han incrementado sus beneficios en más de un 50% en el último semestre.

Este fenómeno de la digitalización de la vida cotidiana, del comercio, de la educación y hasta del sexo,está probablemente abriendo paso a un cambio civilizatorio como bien ha señalado el escritor italiano Alessandro Baricco ,pero también está teniendo una consecuencia singular en alguna de sus expresiones.

Y tal es la expansión de la pasividad receptiva en aquellas plataformas que no exigen un feed-back mediato o inmediato, como pueden ser FACEBOOK, TWITTER o INSTAGRAM, por las que circulan muchas entradas pero en las que se registran muy pocas respuestas o comentarios.

El siempre agudo psiquiatra Pablo Malo (@pitiklinov), se hacía eco en un tweet reciente de la fórmula 90-9-1 en relación a las comunidades de Internet : el 90% de la gente observa en silencio, el 9% aporta poco, y un 1% hace mucho .

Si esto es así, habrá que concluir que ese silencio abrumadoramente mayoritario, condicionado siempre y por supuesto por el algoritmo de la plataforma en cuestión, es efectivamente una manifestación de pasividad. Pero ¿de pasividad ante qué?

Se me ocurren varias respuestas. Una tiene que ver con la pasividad estructural que ha generado desde el principio la transmisión entre pantallas que siempre resulta excesivamente cómoda. Otra, en el otro extremo, sitúa la pasividad en cierta incomodidad frente al exceso «creativo» de algunos y algunas ante lo que ya Roland Barthes -en La preparación de la novela – denominara «bloques de deseo». Y una última, la más simple, la más sencilla, vincula la pasividad a un impulso «voyeur» que garantiza desde la distancia un mínimo de socialidad que ni compromete ni es comprometida por más que pueda ser abducida desde los grandes receptáculos de datos.

¿Se te ocurre, querido lector, querida lectora, alguna otra explicación para este silencio digital?

(1) A partir del minuto 22 14″:

https://www.facebook.com/ciesportal/videos/1278137035872298/

CARLOS PANERA (Esperando a )

Carlos Panera

En clave trágica o en clave cómica, o en tragicómica, bajo un deus-ex-machina , entre héroes y heroínas o entre simples hombres y mujeres, bajo la seducción de la mímesis o en el arrebato fantástico, en la inmediata catarsis o el mediato «distanciamiento», el teatro parece haber sido siempre un laboratorio público de análisis de las acciones y de las pasiones humanas.

Todo esto lo comprendió desde el principio el actor, director y productor Carlos Panera Mendieta, a quien conozco desde que ambos teníamos más pelo y menos canas, y cuya trayectoria he seguido a lo largo de muchos años, desde sus comienzos en el grupo Cómicos-Kilikilariak, hasta sus más recientes intervenciones en representaciones populares, destacando su intensa actividad en Maskarada, probablemente la compañía más veterana del País Vasco y en la que dirigió obras como: «Gastibeltzaren Karabinak», «Harrizko Aresti hau»,  «El cartero de Neruda», «La importancia de llamarse Ernesto» o «Kontrabajua».

El trabajo de Carlos Panera ha estado siempre jalonado de premios ( los Ercilla de 1984 y 1995, Mejor dirección teatral en el Festival Internacional de Mydland, 2006…) pero recientemente decidió darse un premio a sí mismo depurando toda la experiencia acumulada y filtrándola a través de sugerentes referencias antropológicas, psicológicas, sociológicas ,y, cómo no , dramatúrgicas , escribiendo y presentando una tesis doctoral. Una tesis doctoral que ha defendido recientemente con gran éxito en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, y que es de esperar que más pronto que tarde se transforme en un libro útil para tirios y troyanos del mundo teatral.

Esperando , pues, nos quedamos, pero no necesariamente a Godot – aunque siempre hay que esperarlo, of course...porque en ello nos va la supervivencia…

«ESTAR FANTASMA»( y la dicotomía entre la economía y la salud)

«¡Qué bien que por fin nos podamos tomar un café juntos y sentados en una terraza !»; «¡Ah, unas cervecitas con los amigos!»…He estado escuchando este tipo de frases a lo largo del fin de semana y todas eran más o menos del mismo tenor. Pero una me ha sorprendido particularmente: » ¡Ya estaba fantasma!».

Y dándole alguna vuelta a esta última frase ,se me ha ocurrido que desde los medios de comunicación se nos transmite indirectamente una dicotomía que, como casi todas, puede ser brillante en su expresión pero falsa en su contenido, pues nos indica una y otra vez que, para la
resolución óptima de la pandemia, hay que elegir entre la economía y la salud.

Y así ,a veces el mensaje – y la política- inclina la balanza hacia la salud y vienen los cierres y los confinamientos y en otras ocasiones se inclina hacia la reactivación económica y se amplían la movilidad y las aperturas de las apreturas.

Sin embargo parece que nadie tiene en cuenta un tercer factor que es la simple y elemental necesidad de estar juntos – no necesariamente como se va ahora en autobús o en metro – que caracteriza a los seres humanos y que adopta formas e intensidades distintas según los momentos históricos y las diversas geografías, pues al cabo no dejamos de ser animales sociales como muy bien indicó Aristóteles hace ya muchos siglos en su Política.

Esta falta de percepción de la necesidad del contacto , que solo muy parcialmente logran conjurar las redes sociales, tiene además desde mi punto de vista dos consecuencias bastante relevantes.

La primera es que en sí misma genera una presión interna en todo tipo de grupos, una presión que como en la vieja metáfora de la olla a presión, puede estallar a través de las grietas sociales más insospechadas y de estas vamos teniendo cada vez más.

Y la segunda, y elevando la mira, es la constatación inmediata de la incapacidad para salirse del esquematismo general básico que ha alimentado durante mucho tiempo la lógica discursiva conservadora, esa que no matiza ni a la que le gustan los matices, que solo ve blanco o negro, esa que solo aprecia amigos y enemigos y que en este caso opone salud y economía , afirmándose autoritariamente en una particular interpretación del viejo tertium non datur.

Todo lo cual tendría que dar de pensar a quienes se afanan en nutrir argumentaciones para una u otra de las alternativas y de esa manera poder tener una visión más poliédrica de todo lo que está suponiendo esta pandemia, una visión alejada de unas dicotomías que pueden ser muy operativas discursivamente pero muy falsas a pie de calle, pues no contemplan a quienes están fantasmas y que necesitan, no siendo posible el abrazo ,el calor de una mirada que les vuelva reales...

ENSOÑACIONES( del paseante solitario)

Perseguido por las autoridades civiles y religiosas, incluso apedreada su casa por una multitud ,Jean- Jacques Rousseau se refugió en la Isla de Saint- Pierre, situada en el lago suizo de Bienne, durante un mes y medio desde el 12 de setiembre de 1765.

Años después, poco antes de su muerte, el luego célebre autor de obras como El Emilio o Las Confesiones , comenzó a escribir sus recuerdos de aquella breve estancia en un libro inacabado que se titularía Las ensoñaciones del paseante solitario.

Paseante irreductible, he vuelto leer esta obra poco a poco en estas largas tardes de otoño y pandemia, y más allá del tono jeremíaco que destilan la mayoría de sus páginas , me he detenido en su quinto paseo – el libro está ordenado por capítulos / paseos – , el dedicado a la reflexión sobre su modo de vida en dicha isla.

En ese capítulo, Rousseau confiesa que su mayor placer durante aquellos días fue el «precioso far niente» que le llevó a dedicarse a recorrer en sucesivas salidas toda la isla, sin preocuparse siquiera de desembalar los libros que se había llevado y cambiando los papelotes de su escritorio por flores y heno.

Entusiasta, como le sabemos, de paraísos perdidos y profeta de los recuperables, parece que en esta breve estancia Rousseau vivió la utopía, su utopía, para volver después al mundo de donde había escapado porque acaso no podía admitir la insoportable levedad del ser.

Sin duda, alguien como él no pudo llevar esa vida de alternancia entre la utopía escrita y la utopía vivida de no ser por las muchas amistades solidarias que tuvo a lo largo de los años, como la de los filósofos Denis Diderot o David Hume, y , sobre todo, por el mecenazgo de grandes mujeres ilustradas , como Louise d’Épinay que, al cabo, siempre le acogían, a pesar de su misoginia y de su desastrosa e irresponsable vida amorosa.

Pero, aun así, y como luego recordará Roland Barthes en el ya en otras ocasiones mentado Lo neutro, su ejemplo, el ejemplo de esta alternancia entre los paseos físicos y metafísicos, se ha convertido en un significante de interpretación múltiple que recuerda una vez más el viejo adagio de «know the poetry, not the poet», hoy tan olvidado por el puritanismo recalcitrante que, una vez más, no cesa de invadirnos desde el Imperio.


SABATINA (intempestiva de un tontaina)

Un par de corresponsales me han mostrado su extrañeza por los diferentes registros de este blog. Dicen que en ocasiones pongo la mira muy alta, escribo en esa tercera persona tan desasosegante como anónima y severa, y en otras, me deslizo desde la anécdota hacia la reflexión mínima casi siempre con un toque de humor…

Y es verdad. Tanta como que de esos dos registros- más de otro inconfesable- la narrativa- y de uno confeso- el haiku- he tirado casi siempre y para casi todo. Pues al cabo, diluido en el fantasma de la escritura, que diría Roland Barthes, uno no es sino el precipitado de su vida física y metafísica.

El primer registro proviene del mundo académico en el que me he desempeñado durante cuarenta años y que , creo, alcanzó su cenit en los libros sobre Sociología del Conocimiento. El segundo tiene más que ver con lo que Montaigne denominó «ensayo» y que actualmente se confunde con el primero, pero que se acerca más a la escritura autodiegética , y a los dietarios más que a los diarios ( sobre todo íntimos.

Por la vía media, como he dicho han quedado dos libros de haikus, publicados en un plazo de treinta años y un libro de narrativa publicable – ya se verá- que pretende recoger algo de la experiencia generacional de finales de los setenta del siglo pasado.

He de confesar que cada vez me siento más cómodo en el segundo registro dominante, múltiple, protéico, directo y breve y que, por ello llevo muchos años publicando columnillas aquí y allá, desde la fenecida revista digital de cultura ESPACIOLUKE, hasta estos arreglos que llevo purgando aquí desde hace cuatro años de la mano de EL PASEANTE.

La razón de esta comodidad es que partiendo de una observación atenta- esa que me queda como sociólogo burgués en excedencia- enseguida me sale una descripción al paso, y a partir de ella alguna que otra reflexión moderada y a poder ser respetuosa cabe humorística.

Y para muestra un botón: Hoy, durante la compra cotidiana en el supermercado, me he enterado por medio de la conversación de un empleado con una clienta que «ya se puede comprar alcohol hasta la hora del cierre» y no hasta las ocho de la tarde, pues «así lo ha decidido Sánchez». Y como era la primera noticia que tenía al respecto ya he puesto también en duda que a partir del 23 de diciembre se abra la movilidad en todo la Comunidad Autonóma del País Vasco, cantinela que repiten una y otra vez los medios de comunicación, sin que aparezca en ningún decreto- me los leo todos more profesionale . Y entonces me he sentido tratado como un tontaina, y ,tontainas todos y todas, se me ha ocurrido que en siendo así considerados, los mandamases no deberían jactarse de sus triunfos electorales y de sus mayorías, pues se las habrían otorgado unos y unas tontainas tan irresponsables que no merecen que se les diga las cosas clara y distintamente, que hubiera exigido don René Descartes…

Pues eso…¿ Y usted que piensa al respecto, mi querido lector, mi querida lectora, mi hermano, mi hermana…?