LA PANDEMIA ( y el liderazgo negativo)

Antes de nada, y como contestaba recientemente a un comentario «deseo dejar muy claro: 1º.- que acepto las medidas preventivas establecidas en relación a la pandemia del COVID-19 por las autoridades democráticamente elegidas; 2º.- que, no obstante lo anterior, me reservo y pongo en práctica el derecho a hacerme eco de lo que veo y escucho en la calle y en los medios de comunicación, intentando generar la consiguiente reflexión, mayormente desde mi punto de vista sociológico; 3º.- que si esa reflexión conlleva una componente crítica – y frecuentemente suavizada con un toque de ironía – mi pretensión es despejar dudas de una manera metodológica y argumentativa;4.- y, por fin, que asumo las consecuencias de esta práctica proactiva , pero también de mis silencios – que los hay y muchos- , pues como decía Séneca :Magna res est vocis et silentii tempora nosse«.

Y dicho y escrito que queda para siempre y para que no surgan nuevas dudas, quiero ahora, basándome en las premisas anteriores, hablar de una cuestión, en mi opinión clave, relativa a la lucha contra la pandemia del COVID-19.

Y la tal es la ausencia de un liderazgo positivo. Esta ausencia lo es en principio de un liderazgo como tal, subrrogado como está en cadena desde el Gobierno español hasta cada ciudadano y ciudadana, pasando por los gobiernos autonómicos.

Y también lo es por cuanto cuando se asume explícitamente desde alguna autoridad competente asoma por lo general un perfil distante, frío y ejecutivo, confundiendo una vez más la política con la gestión, una de las más graves confusiones que ha generado la orientación tecnocrática.

Todo lo cual genera un «liderazgo negativo», articulado, de manera probablemente inconsciente pero también consecuente, en la reprensión del ciudadano normal al que se le reprocha una y otra vez su falta de responsabilidad y en la represión directa de quienes se manifiestan con razón o sin razón pero con sus razones y que son criminalizados ( en ocasiones hasta infantilmente) para escarmiento avant-la-lettre de los primeros.

Frente a este modo de liderar subrrogado y negativo, sería necesario un liderazgo propio y positivo, que planteara verdadera y claramente las dimensiones de la situación y que exhortara a lo que se considerara necesario con proximidad , calidez y un amplio deseo de consenso.

Y ya que no se habla sino en términos de guerra o de medicina de guerra , solo así la victoria sanitaria será una victoria social, algo sin duda muy necesario en el ambiente distópico y arbitrario que nos rodea…

LA PROHIBICIÓN DE LA VENTA DE ALCOHOL (y el clérigo del Valle del Mississippi)

Uno de los recuerdos más curiosos que tengo de mi primera estancia en Chicago es la peregrinación ordenadísima de gentes de toda condición de las ciudades próximas de la republicana Indiana a las del démocrata Illinois, durante las tardes de los domingos, para beber en este último Estado lo que no se podía beber en el primero.

La estructura federal de USA permitía y permite estas variantes y otras más conocidas – como la pertinencia de la pena de muerte o sus variantes técnicas – pero las que tienen que ver con las restriciones en la venta e ingesta de alcohol son un clásico de la historia norteamericana más allá de los episodios de la ley seca y de sus corchetes de casinos clandestinos y mafiosos despiadados.

Sin duda , esta obsesión por el control de la bebida obedece al puritanismo de los Padres Fundadores que huyeron de una Europa demasiado húmeda en pos de una tierra tan desértica como prometida y que se actualiza una y otra vez en la mirada vigilante del «clérigo del valle del Mississippi» que mentaba la gran escritora Edith Wharton.

Por todo lo anterior, he de confesar que me ha sorprendido y mucho esa coletilla que se ha añadido al conjunto de restricciones decretadas para combatir la pandemia del COVID-19 y que estipula que no se pueden expender bebidas alcohólicas a partir de las ocho de la tarde.

Y me ha sorprendido no tanto porque, como ha comentado un atildado señor en una cadena de televisión, puede ser «una chorrada, ya que hasta esa hora se puede comprar lo que se quiera», cuanto porque se ha añadio de tapadillo y sin mayores explicaciones , aunque es vox populi que pretende ser una vacuna anti-botellón y, por subliminal extensión, anti-juventud ( ya no tan divino tesoro.

Comentaba en una columna anterior que algo está fallando en la comunicación vinculada a la pandemia, con un exceso de cifras no representativas, dando por vigente lo que todavía no lo está o acumulando tantas excepciones a lo decretado que en ocasiones parece necesitarse un cónclave de sabios egipcios para desentrañar lo que se puede o no hacer.

Pero esto de la limitación de la venta de alcohol hay que explicarlo y bien, dada la vocación espirituosa de la población en general…¿O es que ha advenido algún «clérigo del valle del Mississippi» hasta nosotros ( y nosotras, of course) y nadie sabe cómo ha sido?

EL COVID-19 ( y el neoliberalismo autoritario y digital, según Paul B. Preciado)

«La Covid-19 es el nuevo sida de los heterosexuales, los blancos y de los normales. La máscara preventiva es el preservativo de las masas. La Covid-19 es para el neoliberalismo autoritario y digital de la era Facebook-Trump lo que el sida fue para el neoliberalismo pre-cibernético de la era British Petrol – Thatcher.»

Un buen amigo bueno me ha pasado esta cita de Paul B. Preciado, ensayista tan agudo como galardonado.

El párrafo mentado responde sintéticamente a la clásica pregunta «cui prodest?», o sea, a quién beneficia la pandemia del COVID-19.

Y la respuesta puede adoptar también una extensión analítica muy amplia: beneficia, en primer lugar a los grandes laboratorios farmacéuticos y a las empresas suministradoras de material sanitario que garantizan la protección y la futura vacuna; en segundo lugar, a la industria electrónica y sus plataformas que, articulando la distancia física, ordena y organiza el teletrabajo, el telecomercio, la tele-educación y hasta el tele-ocio y la telecomida…Y finalmente a la clase política que quiere afianzarse ante sí misma o ante otra de su especie compitiendo en empoderamiento sobre sus correspondientes ciudadanos.

De todo lo anterior hay buena empiria cotidiana sin que, por otro lado, haya mucho más. Entre tanto la pandemia continúa su extensión cuantitativa – X positivos por cien mil habitantes, Y de tasa de reproductividad, Z de ocupación hospitalaria y Z´ de UCI – sin que en ningún momento haya posibilidad alguna de establecer un juicio cualitativo sobre la verdadera letalidad del COVID-19, y consecuentemente de su condición condicionante de la vida cotidiana habitual hasta hace unos meses.

En este sentido, la insistencia en los números, más allá de obedecer a una lógica tecnocrática por técnica, no parece calar entre algunos sectores de la población – y no sólo de la juventud, siempre tradicionalmente criminalizable – por lo que la asunción de «la responsabilidad individual» se muestra relativa cuando no reactiva por lo que tampoco se cumple el objetivo fundamental de la información que no es sino la contención de los contagios.

Y si esto es así, si está fallando la táctica comunicativa, puede ser que sea por incapacidad o falta de habilidad de quienes configuran y transmiten la información, pero también porque el fallo pueda formar parte positiva de una estrategia general de amedrentamiento de la población, como fue el caso del SIDA.

Con lo que, sin dejar en entredicho las medidas propuestas por las autoridades de la salud pública ni recurrir de nuevo a extremismos radicales y conspiranoicos, a lo peor Paul B. Preciado tiene más razón de lo que a primera vista pudiera parecer…

BILDUNGSROMAN ( y mi abuelo Ataúlfo)

Si tuviera que escribir un bildungsroman, esa novela de formación que llevan a cabo todos los godos que se precien, el ambiente nacionalista vasco ocuparía un lugar importante. Pues mis dos ramas familiares han bebido de esta ideología implícitamente, si bien en una de ellas, la Urmeneta, se hizo en su momento explícita, sobre todo en los años veinte del siglo pasado de la mano de mi abuelo Ataúlfo ,humanista con un toque liberal, y «abertzale sutsua» que le llamaban en el Napartarra.

Aun así no hubo sabinianismo en mi formación, y ya de más mayor, cuando me dediqué académicamente a la Asociación Euskara de Navarra de la mano de Koldo Mitxelena,descubrí , a través de Arturo Campión y en su contra ,a un Arana factotum que supo desgajarse del carlismo y luego , en lo que yo he llamado «el segundo Arana»( un poco al modo del «segundo Heidegger» y con perdón) volverse empírico-político en su Grave y trascedental, tras haber dejado entre tanto un lema, una bandera y un himno, que no es poco.

Contra lo que pudiera parecer, y como decía muy bien el historiador Josemari Garmendia, aquel nacionalismo triunfó en su momento porque igualó a las gentes desigualadas por los estertores del Antiguo Régimen, como igualan todos los nacionalismos , del mismo modo que igualan , desde otro punto de vista, todas las variantes del socialismo, la otra gran religión civil del siglo XIX.

El nacionalismo jeltzale tuvo la oportunidad de salir del pozo tradicionalista durante la Guerra Civil y , sobre todo, durante el exilio, pues debió adherirse a corrientes internacionales, superadoras del etnocentrismo, como fue su inscripción fundacional en la democracia cristiana europea.

De vuelta a casa, o salido ya de las catacumbas tan certeramente iluminadas por Ajuriaguerra, el jetzalismo hubo de diferenciarse rápidamente de quienes le disputaban la legitimidad nacionalista poniendo por delante las armas o de aquellos que intentaban desviarlo hacia la socialdemocracia.

Una vez convertido en fuerza hegemónica con mando en plaza y jubilada o desaparecida la generación que había vivido la clandestinidad, la pandemia es otra buena oportunidad para recuperar su inteligencia igualadora y social, abierta a los gentiles y al patio de los gentiles, sin sucumbir al ambiente tecnocrático y militarista que nos informa desde un inconsciente y retrógrado «fin de las ideologías» .

Una oportunidad que se debería demostrar haciendo lo que haya que hacer de otra manera y utilizando otro lenguaje. Una manera y un lenguaje que todavía pudiera entender mi abuelo Ataúlfo, a pesar de las limitaciones históricas…

EL ANTROPOCENO ( y los monos locos)

Un viejo amigo, psiquiatra post-psicoanalista y neo-neurocientífico, suele repetir que los seres humanos somos unos monos locos que , de vez en cuando, estamos menos locos.

Esta definición antropológica de cafetería parece , sin embargo, ajustarse muy bien con otras mas serias y severas, de esas que llevan siempre notas a pie de página y citas mayormente en inglés . Por ejemplo la que remite al término «antropoceno» propuesto por el holandés y premio Nobel de química Paul Crutzen en el año 2000 , y que remite al concepto del periodo en el que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra ha sido más relevante , o sea desde más o menos el siglo XVIII con el comienzo de la Revolución Industrial.

Si el término y concepto surgieron en la bisagra entre los siglo XX y XXI, se debió sin duda a que por aquellas fechas ya se atisbaba una crisis ecológica global que tuvo su dimensión económica en el 2008 y ha tenido su estrambote biológico a lo largo de este año 2020, con la pertinaz pandemia que nos informa.

De hecho, es la primera vez , desde hace más de doscientos años, en la que hay una meridiana percepción de que nuestros descendientes no van a vivir en mejores condiciones que nosotros y que la gran ideología del progreso infinito que ha conllevado la explotación máxima de los recursos naturales, la industrialización contaminante, la comercialización generalizada de todos los bienes y servicios y la urbanización abusiva, ha periclitado abocándonos a una nueva era.

Por todo ello, la insistencia en el paradigma anterior, sobre todo por parte de quienes dirigen la sociedad, su recurrente entusiasmo en insistir, por ejemplo, en la cultura el ladrillo, síntesis física y metafísica de todo lo anterior, solo puede contemplarse como obra de unos monos locos que no dejan de estar locos en su deseo desbordado de acaparar plátanos…

[ Al escribir estas lineas no puedo obviar la amenaza del inminente derribo del bello edificio de mi querida Escuela de Magisterio- BAM, depósito de una gran parte de la memoria histórica del barrio y objeto hoy de una especulación urbana más propia de los años ochenta del siglo pasado; un derribo que puede ocurrir ante la mirada impávida del poder municipal, y , además, en medio de las difíciles circunstancias de la pandemia del COVID-19…Monos más locos no los puede haber]


EMBELECOS ( o de sacacorchos y pandemias)

Enciendo la tele para ver el noticiario del mediodía de TVE, pero, como siempre,veo las últimas secuencias del programa anterior : Como sapiens.

Mientras espero hojeando un periódico, oigo que el presentador del programa anuncia que un experto hostelero nos va a explicar cómo abrir una botella de vino en casa sin tener sacacorchos.

Me puede la curiosidad y vuelvo la vista hacia la pantalla: aparece un tipo con barba de hipster y mirada alucinada que , exhibiendo un mini- soplete, lo aplica a la parte superior de una botella mientras explica que el calor hará salir el corcho, lo cual que ocurre cuasi milagrosamente.

El presentador de Como sapiens se despide tras soltar un par de gracias y se da paso al informativo.

Me quedo con cara de tonto al darme cuenta de que no tengo un mini- soplete, pero me siento mejor al recordar que tengo un sacacorchos simple y manual.

Comienza el Telediario y se suceden las informaciones apocalípticas sobre la pandemia que nos rodea.

Y, no sé porqué, pero siento una extraña continuidad entre el fin del anterior programa y el comienzo del siguiente : la continuidad de un embeleco global.

De ese embeleco, traza o engaño que pretende sustituir el sacacorchos general básico y la información general básica cualitativa sobre el COVID-19, por un mini- soplete hipstérico- estúpido y la información alterna, tumoral y cuantitativa sobre la pandemia…

¡ Embelecos!

ENTRE LA PRUDENCIA Y LA CONTEMPLACIÓN ( pero a golpes de katana)

En estos tiempos en los que hay que tirar mayormente de los recursos propios – toda vez que, además, para mi, se ha cerrado ingratamente la biblioteca de referencia – tengo siempre sobre la mesa del estudio dos libros.

Los dos están escritos en el siglo XVII y sus autores son , a su vez, dos aragoneses, jesuita uno y acaso también el otro, intelectual ortodoxo (¿y disfrazado?) el primero, y heterodoxo explícito y condenado el segundo – así lo consigna aquel gran bebedor de café que fue Marcelino Menéndez Pelayo en su célebre Historia de los heterodoxos españoles.

Se trata del Oráculo manual y arte de prudencia ( 1647) de Baltasar Gracián , en la cómoda edición de Emilio Blanco ( Cátedra), y de la Guía Espiritual (1675) de Miguel de Molinos , en la magnífica edición crítica de José Ángel Valente ( Barral).

Y así, entre trabajos banausicos, que diría Ernst Jünger, herencias de mi ya pasada vida académica – y que continúo aceptando con mucho gusto- alterno pasajes de ambas dos obras, sobre todo tras recibir las noticias de la calle.

La lectura de Gracián me frena una y otra vez y me induce a la prudencia en palabras y obras, sin que al cabo consiga ponerme a tono con una adecuada sindéresis. La de Molinos, que conecta en su quietismo con el budismo-zen que, por otro lado, me es tan próximo, me reclama al abandono del mundo que cada vez me parece más inmundo.

Pero lo cierto es que, con cierta frecuencia, me veo imprudente, incluso ante la incultura sin culpa o el tecnocratismo inconsciente, y , por otro lado, constato que no puedo dejarme llevar a la contemplación entre tanta estupidez y megalomanía. Y , claro, me sale el samurai agachado atacado por la espalda e intento recomponerlo todo a golpes de katana , pues estos son y no otra cosa, en ocasiones, estas columnillas.

Con todo, espero que las aludidas lecturas vayan , con el tiempo, teniendo su efecto y que, por fin, a una edad más provecta de la que ya tengo, alcance la síntesis que será, no tengo duda, la directa escritura de un haiku por cada estación del año, intentando señalar «desde el lenguaje y con el lenguaje una experiencia que el lenguaje no puede alojar», como dice y bien José Ángel Valente. En fin, ya se verá…¡O no!

PRE-POST-MODERNIDAD ( de barrio )

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Me ha llegado una convocatoria de la asociación Abando Habitable y Saludable para participar hoy, día 20 de octubre , a las cinco menos cuarto de la tarde en una manifestación que partirá de la Escuela Pública Cervantes. El objetivo inmediato de esta acción es paralizar el derribo del edificio situado enfrente, los locales y patio de la Escuela de Magisterio BAM,al considerar que el polvo que se generaría resultaría incompatible con las normas preventivas frente al COVID-19 que, entre otras cuestiones, plantean la ventilación regular de los centros escolares.

Aun así el derribo no supone sino un episodio más de una ya larga historia que la Asociación ha recordado una y otra vez, y en la que la anuencia de la Diócesis de Bilbao, propietaria de la parcela en cuestión, y el equipo de gobierno del Ayuntamiento de la Villa, ha protagonizado otros, desde una recalificación problemática del terreno – que está pendiente de resolución judicial- ,hasta una sucesiva reestructuración de usos del nuevo edificio que se pretende construir y que se ha formalizado finalmente en una mole de siete plantas y cinco sótanos, en la que además del uso eclesiástico figurará una gran clínica del grupo Mutualia. Y todo bajo el paraguas de una constructora, Murias, que recientemente ha sido absorbida por uno de los gigantes inmobiliarios: URBAS, una macroempresa actualmente investigada en la Audiencia Nacional por estafa y delito societario.

Si el proyecto se lleva a cabo, a pesar de la oposición de muchos vecinos y vecinas , del AMPA de la Escuela Pública Cervantes y de varios profesionales de la Arquitectura, el Arte y la Historia, desaparecerá uno de los últimos espacios libres de Abando y con él un edificio singular, depósito de una gran parte de la memoria colectiva de este barrio bilbaino.

Y no deja de resultar paradójico que quienes se reclaman una y otra vez de la combinación de tradición y modernidad, haciéndolo a menudo en inglés, se inclinen al final por una pre-modernidad con aires de post-modernidad ( aquí tampoco Nunca fuimos modernos, que diría Bruno Latour), en la que la apuesta por el posicionamiento global intentando ser un referente internacional, queda anulada en el ámbito local al manifestarse tan palurda como descaradamente defensora de intereses privados …



AMANECE ( que no es poco)

La aurora toca los húmedos tejados con sus dedos rosados. Abro la ventana y una breve racha de viento norte me golpea el rostro. Cierro los ojos. Aspiro y expiro profundamente. A lo lejos suena una campana perdida y abro los ojos. Desde el bar de abajo me llega el olor a cafe recién hecho. Me asomo a la ventana.Un joven con los cascos de música puestos está repartiendo algunas barras de pan y unas bandejas de croissants. Por una esquina aparece una joven embutida en un largo abrigo paseando un perro melancólico. Al final de la calle se enciende una luz. Veo al quiosquero metiendo los atillos de periódicos. Un señor mayor, pitillo en mano, sale del quiosco con un periódico doblado bajo el brazo. Comienzan a pasar los primeros coches, lentamente, como si no quisieran hacer ruido.Sus luces blancas y rojas aparecen y desaparecen rítmicamente combinándose con el rojo , verde y ambar de los semáforos. La torre de Iberdrola se ilumina de pronto opacando el fulgor de las últimas estrellas. Las farolas de la calle se van apagando. Desde atrás me llega el estruendo de un camión de la basura que está vaciando varios contenedores, uno tras otro. Por fin lo veo pasar , grande y pesado, como si fuera un monstruo que estuviera desperezándose. Le sigue, al paso, una escuálida y alargada camioneta de limpieza que va repartiendo sigilosamente agua a diestro y siniestro. Alguien pone la radio en el piso de arriba. De entre la cantinela matutina, se repiten las palabras PCR, positivo, confinamiento y , sobre todo, mascarilla. Cierro la ventana y pienso aquello de «Amanece que no es poco…»

ORZUELOS( físicos y metafísicos)

En La Estafeta Literaria, uno de los reductos de tibia libertad cultural del tardofranquismo que a la muerte del dictador se convirtió en Nueva Estafeta, había una sección titulada «Con el estilo de…» en el que un novel imitaba a un consagrado.

Ayer recibí esta nota de un buen amigo que podría sucribirse, con limitaciones, a un «Con el estilo de…Quim Monzó» y que reproduzco a continuación:

«A finales de este extraño verano me salió un orzuelo en el ojo derecho. Como quiera que mi oculista de cabecera se encontraba de vacaciones en Sitges, acudí a un famoso Centro Oftalmológico Integral.

Hace ahora un par de semanas me llegó la nota correspondiente al pago de esta prestación médica de urgencia que estaba vehiculizada a través de un reconocido Igualatorio Médico. En la nota se añadían dos pruebas diagnósticas que, según yo recordaba, no se habían llevado a cabo y a resultas de las cuales se duplicaba el copago. Aunque la cantidad final no era de gran entidad, me presenté en el mentado centro oftalmológico para recabar información al respecto. La persona que me atendió, tras una prolija consulta en su ordenador, me indicó que efectivamente aquellas pruebas se habían realizado.

Ante mi sorpresa volví a preguntar por las mismas y la susodicha me respondió que se habían llevado a cabo por decisión del oftalmólogo de guardia que me había atendido.

Dado que ya he entrado en la edad provecta y que pertenezco a lo que ahora denominan un «grupo de riesgo», tras un breve pero intenso esfuerzo , recordé que el citado especialista me había sugerido la realización de las susodichas con la frase de «Ya que estamos aquí…» (sic). Como a mí entender todo aquello estaba fuera de lugar pues se trataba de una revisión oftalmológica añadida, mostré mi sorpresa a la administrativa que me atendía, la cual puso cara de póker y no dijo ni . Me despedí dejando claro que me había sentido engañado y que no volvería nunca más al establecimiento. Para mi nueva sorpresa la ya tantas veces mentada no solo no intentó disculparse por el posible equívoco sino que me indicó la puerta con un «muy bien» helador.

Es ya muy común que quienes acudimos a los servicios médicos así como quienes acuden a los correspondientes educativos sean tratados no como pacientes o estudiantes sino como clientes, pero el grado de manifiesto y rápido beneficio económico a costa de lo que sea, raya en muchos casos en la mala educación.

Mi orzuelo,creo, se ha curado y sin duda el tratamiento que recibí fue adecuado , más allá de su esotérica ampliación terapéutica, pero el engaño solapado y pueril me ha evocado que aunque unos tenemos orzuelos físicos otros los tienen…¡metafísicos! «

En fin, que no sé si este texto hubiera pasado el filtro de Luis Rosales o de Juan Emilio Aragonés…