Esperanza sindical

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De nuevo, una inquieta Esperanza Aguirre, seguramente excitada tras masturbarse mentalmente todas las noches al escuchar Intereconomía, pornográficamente escandaliza la escena pública, no dejando una brizna de erotismo a la imaginación de mentes mediocres acostumbradas a panfletos bienquedantes de la centralidad y lo políticamente correcto, mostrando a los cuatro vientos sus sonrosados pétalos liberales henchidos de confianza, bien lubricados con los jugos orgásmicos de saber que está acariciando la fibra sensible de un músculo languideciente, cuál es, el órgano social demócrata, debido a su libidinoso comportamiento durante el Estado del bien estar.
Sus zorriles proclamas a la salvaguarda de los derechos fundamentales de los trabajadores, garantizando el íntegro cumplimiento de la legalidad laboral vigente, no han logrado calmar el desasosiego de todos aquellos que acostumbrados a vivir del cuento, sin dar palo al agua, a diferencia de sus compañeros que ven siempre el futuro incierto, a ellos se les dibuja delante de sus narices la nada saludable perspectiva de tener que trabajar, con solo darse noticia de las taciturnas intenciones de la Presidenta de Madrid.
Yo les comprendo muy bien, porque soy un vago convencido. Ello no es óbice, para comprender que, si la derecha más recalcitrante ha podido dar la estocada al toro sindical cantándole 20 en espadas y un buen garrotazo a toda la clase obrera catándoles las 40 en bastos, es porque dichas bazas le han sido entregadas tras muchos años pasándose las horas muertas jugando a las cartas en los comités de empresa por los sindicatos amarillos, cuya verticalidad no les ha librado de caer como las Torres Gemelas, pues su oquedad estructural ofrece la misma resistencia que un gigante con los pies de barro, aunque parezca lo contrario ahora que pasean por los barrios obreros aireando la convocatoria de una huelguita general que bien podría ser anunciada por Ned Flanders.
Cada vez que pienso en la decena de miles de liberados sindicales, me viene a la memoria la pregunta que me hacía cada vez que entraba en manada a la Universidad de Deusto, ¿Con tanta gente que estudia cómo el mundo continúa igual? Solo que en esta ocasión la cuestión es, ¿Cómo con tanto liberado sindical estamos como estamos? Acaso las respuestas a dichos interrogantes estén contenidas en las mismas preguntas: precisamente esa tanta gente que estudia perpetua el statu quo y esos mismos liberados se ocupan de degradar las condiciones laborales pactando con la Patronal, Gobiernos títere y dando motivo de reproche con su comportamiento para que la Reacción recupere terreno en la lucha política…Porque, ¡hay que reconocerlo!, nuestros liberados sindicales parecen más, liberales sindicados, que gente luchadora representando a los trabajadores.
Así las cosas, contemplo con buenos ojos la medida emprendida por esta castiza señora, con la esperanza de que, fagocitada la cizaña, podamos sembrar nuevo trigo del que germine un anarcosindicalismo autogestionario en el que los trabajadores sean dueños de su destino y no como ahora que está en manos de sus capataces.

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