A diferencia de la física dónde el vacío fue discutido hasta bien entrada la Modernidad, el cero matemático que manejamos en la actualidad apareció hacia el siglo IX en la India, pese a que muchas otras culturas antiguas como la babilonia, egipcia o griega supieron mucho antes de su realidad, pues afectadas por prejuicios de su idiosincrasia o cosmovisión, fueron incapaces de tolerar su molesta presencia y en consecuencia, desperdiciaron beneficiarse de sus múltiples virtudes, como ahora va a hacer España entera.
Mis lecturas de economía, sin embargo, no me habían preparado para saber que entre las propiedades del cero, hallábase la de crecer, pues si bien en la física, como la Nada en Filosofía, el vacío se puede expandir, en nuestro idioma, cuando una cosa crece cero, es que no crece; Y no crecer, no es lo mismo que crecer. Pero resulta que sí, sí se puede crecer cero.
En efecto, el PIB español ha registrado un crecimiento nulo en el tercer trimestre del año, si bien creció un 0,2% en términos interanuales, tras siete trimestres consecutivos de caídas, según estimación del Banco de España en su boletín económico de Octubre, donde se hace eco de un debilitamiento transitorio de la actividad consecuencia, en gran medida, del agotamiento de algunos factores expansivos, especialmente la finalización del Plan 2000E y la reversión de los efectos de anticipación del gasto que se había producido en la primera mitad del año por la anunciada subida del IVA cuya aplicación posterior ha detraído el consumo. Lo cual, para esta entidad es halagüeño, por cuanto rompe la tendencia y esquiva el temible decrecimiento.
Los razonamientos Malhusianos siempre causaron furor entre quienes desconfían de nuestra capacidad de reacción como especie para afrontar las consecuencias de obedecer la máxima divina “Creced y multiplicaros” pero nunca tuvieron un respaldo tan respetable como el obtenido con la tesis del “Crecimiento cero” propuesta por el Club de Roma en su informe de 1972. En él, sus autores atendiendo las limitaciones de los recursos naturales, la degradación del medio ambiente, la presión demográfica y el desigual grado de desarrollo entre las distintas regiones del planeta…advertían que el ritmo del crecimiento no era sostenible y que la única solución al objeto de alcanzar un estado de equilibrio duradero, consistiría en no aumentar la renta per cápita, ni el producto Nacional Bruto…Pues bien…¡Objetivo cumplido! ¡Felicidades!
Ahora, sólo resta averiguar cuánto tiempo podremos permitirnos crecer cero. A lo mejor la respuesta coincide y resulta que también el tiempo es cero. Entonces, la nota del Gobierno en economía sería igualmente cero. Porque una economía basada en el cero, acabaría derivando a una economía sin-cera, o sea sin nada. Y de nada ya anduvimos sobrados antes de la aparición del comercio, la industria y la economía.
El lingüista Jakobsen definió seis funciones del lenguaje. A saber: función apelativa, que nos permite dar órdenes y hacer preguntas; función referencial, que nos proporciona un instrumento para describir la realidad; función expresiva (exteriorizar emociones); función fática o de contacto, función poética y función metalingüística, que se usa en los diccionarios. Pues bien, parece que convendría añadir una más: la función ocultativa o distorsionativa, cuyo objetivo sería utilizar el lenguaje para cambiar la percepción de la realidad. Este es el caso de la expresión crecimiento cero, todo un ejemplo de lo que el sociólogo Amando de Miguel llama el politiqués. Se trata de una jerga creada por nuestra clase política con el objetivo de engañarnos, confundirnos, ganar tiempo y ofrecernos una imagen de erudición y sabiduría, que en muchos casos, no poseen.
No podría estar más de acuerdo. Bueno…sí, sí que podría. ¡Conmigo mismo! Pero eso, raramente lo consigo.