Sabotaje instintivo

La vida me ha concedido la suerte de no trabajar para nadie, dicha que he correspondido con la elección personal de no tener a nadie trabajando para mi, extremos mantenidos no sin esfuerzo, pero sobradamente compensado por la enorme felicidad que la sola libertad puede dar. Con todo, me aflige el mero hecho de pensar en cómo lo debe pasar esa pobre gente que ha de construir diariamente casas en las que ni ellos ni sus hijos podrán nunca vivir, cocinar en restaurantes de continuo platos exquisitos que nadie de su familia jamás podrá llevarse a la boca, o coser de Sol a Sol ropa de marca que en la vida podrá permitirse ver cómo le queda a sus pequeños. En ocasiones, a modo de experimento mental de esos que aparecen en física o filosofía, me pongo en su lugar y sólo acierto a distinguir sentimientos de odio, rabia y venganza pasando por mi imaginación toda clase de acciones destinadas a exteriorizarlas…

Hace tiempo que estamos sobre aviso de cómo se las gastan los empleados descontentos de las cadenas de hamburgueserías, así como del resto de las franquicias hosteleras que no tratan a su personal con el debido respeto, que pese a no compartir la pedagogía bíblica de que paguen justos por pecadores, es del todo comprensible dirijan toda su furia contra el eslabón más débil del sistema de explotación Productor-Consumidor, cosa que por el contrario aplaudimos cuando la misma técnica es empleada en una reinterpretación moderna de la no menos bíblica “Ley del Talión” con los malos clientes que tratan al trabajador como si fuera un esclavo. La cuestión es ¿Ocurre algo parecido en otras ramas de la Producción donde la relación explotador-explotado permita desplazar hacia el consumidor la tensión generada durante la producción?

¡Claro que sí! La pobre gente que trabaja ocho horas diarias no tiene tiempo para pensar, mas su espíritu animal, aunque embrutecido, todavía le indica instintivamente la abierta contradicción entre la supervivencia y la autodefensa, de modo que tira por el único camino que a la bestia humana cargada de responsabilidad para con su prole le queda, cual es, la del silencioso anónimo sabotaje durante su jornada laboral, que los antropólogos, sociólogos y psicólogos, únicamente se atreven a explicar en función de factores subyacentes enormemente obtusos, empero sin mencionar lo que estoy poniendo de relieve, para no destapar la liebre de cuanto está sucediendo, fenómeno social que algún día se etiquetará propio de la decadencia de Occidente.

A la obsolescencia premeditada y la caducidad programada del Capital, hemos de sumarle ahora, este otro factor nacido de la indignación de una clase trabajadora explotada que no atreviéndose a protestar como sería lo suyo contra la Patronal, sabotea de continuo la producción, no como antiguamente solía hacerse poniéndole trabas al proceso, sino introduciendo defectos premeditados en los bienes de consumo que una vez vendidos exclusivamente afectarán al cliente.

Es posible que los fallos de los automóviles salidos de la cadena de montaje los viernes o sobre todo, los fabricados a últimos de mes, respondan a una infantil inquietud escolar no curada ante la inminencia del fin de semana y al agotamiento natural al finalizar un ciclo, y hasta es comprensible que por idénticas razones, ocurra otro tanto en la factura de pisos y edificios, producción de bienes y manufactura de alimentos. Pero de ahí a justificarlo todo por la inercia del calendario…Casas recién compradas con humedades, zapatos que se rompen al de dos días, paraguas con goteras, electrodomésticos que no funcionan la primera vez que se enchufan, uñas en embutidos, sustancias tóxicas en refrescos, etc, ciertamente pueden deberse a descuidos de los operarios, sucesos azarosos, abaratamiento de los costes, materiales de mala calidad, personal no cualificado, a la economía sumergida subcontratada y pagada en negro…pero cada vez somos más quienes empezamos a detectar que el aumento estadístico de las incidencias supera con creces la confluencia de estos otros factores que desde siempre han estado ahí por lo que su explicación ha de hallarse en las motivaciones apuntadas, mucho más comprensibles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *