De marcha al Congreso

Conocidas las tarifas de la cafetería del Congreso de los Diputados, entendemos mejor los ZPrecios, las reiteradas ausencias a los plenos y hasta lo poco que sube el IPC en el Timodiario de TVE mande quien mande y se porte como se porte el pollo en la cesta de la compra.
A consecuencia de ello, este fin de semana aprovechando la visita de rigor a la Feria del Libro, tengo intención de dejarme caer por ese céntrico antro de corrupción y delincuencia organizada donde se hace todo por el Pueblo, pero contra el Pueblo, para averiguar dónde está el truco que permite al privilegiado local mantener tan bajos precios para sus Señorías sin renunciar a negocio ni por lo que cuentan recortar ni en calidad ni cantidad, al objeto de dar a conocer tan brillante fórmula empresarial al resto de la hostelería española de cuya aplicación no sólo se beneficiarían los dueños de cafeterías, degustaciones, bares y restaurantes, también los sufridos peatones clientes habituales que veríamos rentabilizada por una vez mantener a la Casta Parasitaria por haber dado con tan feliz hallazgo, aunque lo hubiera mantenido en el mayor de los secretos hasta ahora porque, a buen seguro dinamizará la economía peninsular, siendo como somos un país de servicios, ¡eso sí! “Sólo para los clientes” que consumen y dejaríamos de ver como las pizzas medianas cada vez son más medianas, la leche aguada o desaparecer hasta el ron de garrafón que se despacha a partir de las 3 de la madrugada.
De paso, me voy a interesar por la posibilidad de fichar para la Oficina del Consumidor a los distintos portavoces de los Partidos con representación en la Cámara para que sean ellos los que negocien por nosotros los ciudadanos los precios de la gasolina durante la Operación salida o entrada, la rebaja de las indecentes tasas y comisiones bancarias a los pequeños ahorradores por abrir o cerrar una cuenta, el abusivo coste de los libros de texto de primaria muy por encima de su valor económico e intelectual, para que le pongan coto a los intermediarios que incrementan los precios de los alimentos básicos como el pan, la leche o frutas y verduras en el supermercado, las tarifas de las eléctricas que están por las nubes, las exageradas facturas de las empresas telefónicas, las cuotas y porcentajes a pagar a la SGAE, etc, pues es evidente que son unos genios en el control del gasto propio, cuando el propio, es el suyo y no el nuestro.
Espero no distraerme demasiado en esa tarea informativa solidaria, porque a fin de cuentas, mi intención auténtica es sacarle por una vez algún partido particular al sistema de Partidos y correrme la Madre de todas las juegas entre esa gente siempre elegante, bronceada, feliz y sonriente, para sentir lo que se siente entre la Jet set marbellí, que son a quienes verdaderamente representa esta gentuza criminal, salvo en lo que pagan por los Gin Tonics; que son malos, pero no tontos.
Por otra parte, los precios de la cafetería del Congreso, además de recortar las alas a los euros para que no abandonen pronto el nido del bolsillo, tienen la propiedad de hacer viajar a la concurrencia en el tiempo. Por eso, ya me estoy acicalando para volver a ser un treintañero cuando los cubatas salían por 3 euros y el café 85 céntimos y pillo de buen ver a Anita Mato o alguna que otra Diputada en su ejercicio de mujer Pública, comentario heterosexual el mío que en versión gay bien podría dirigirse a cualquier diputado del hemiciclo, presente o retornado, ahora que vuelven los de antes que no han cambiado retrocediendo al buenismo de comienzos del tercer milenio con Zapatero no hablando nunca mal de Rajoy, al ¡Mirustecismo! de los noventa al que Aznar nos tuvo acostumbrados en su versión desbigotada de ¡España va mal! e incluso a los Ochenta del Felipixmo, épocas que por remotas como la de Franco nos hacen pensar que vivíamos mejor, cuando lo único que sucedía es que éramos más jóvenes.

Un comentario en «De marcha al Congreso»

  1. Creo que no hay ningún truco que averiguar. Se trata de lo de siempre: los cafés, gin tonics y menús están subvencionados, y por lo tanto, somos todos los ciudadanos los que pagamos las libaciones de sus señorías. Se trata de una forma de aumentarles el sueldo de forma encubierta sin ninguna repercusión fiscal.
    Lo que no sé es si los que no hemos sido incluidos por ningún partido en la correspondiente candidatura electa tenemos derecho a disfrutar de la reducción, si alguna vez nos dejamos caer por la Cafetería del Congreso sin estar provistos de la correspondiente credencial.

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