Colaboración de altos vuelos

Hoy, a la mañana, con los primeros rayos del Sol sobre los incipientes copos de nieve cayendo en la altiplanicie, en el singular paraje de La Moncloa por donde acostumbran a merodear toda suerte de reptiles, roedores, sabandijas y alimañas, asistimos atónitos por puro azar, con nuestros objetivos, a una escena singular en la siempre sorprendente Naturaleza, que una vez más, nos ofrece un excepcional ejemplo de colaboración entre nuestros hermanos en la Creación, en concreto, de las distintas aves que surcan el azulado cielo español.

Halcones de caza, águilas de presa y buitres carroñeros, acudieron solícitos a la inaudita llamada del pichón cejudo que confiado en la seguridad de su nido los convocó para compartir su particular inquietud por el equilibrio cinegético peninsular. El sonriente pichón cejudo, no escatimó esfuerzos en exponer su temor por el repentino descenso en la reserva de futuras presas que garanticen el alimento de todos ellos, incluida la suya, pues de no haber nada más que darles de comer, seguramente su especie política sería la siguiente en su punto de mira. Más feliz que una lombriz, el pichón, agazapado en su candidez, les ha solicitado un gesto de confianza en la recuperación del ecosistema, que repriman un poco su instinto permitiendo la regeneración entre las presas habituales y que aprovechen las oportunidades que todavía les ofrece el incauto entorno social y la cómplice cobertura gubernamental.

Pero los representantes de las aves hispánicas no parecen compartir ni el diagnóstico ni la medida. En su opinión, ellas llevan décadas bien organizadas para garantizar su subsistencia y no tienen la culpa de que el resto de la fauna, bien por miedo, bien por desidia, no haya hecho lo propio en pos de su seguridad. Por ejemplo, los halcones se han dedicado a la caza y captura de las mejores em-presas estatales susceptibles de dar beneficios mientras han dejado escapar –de momento – aquellas que les suponían un lastre para su velocidad y tamaño. Las águilas por su parte, se han especializado en arramblar con toda suerte de subvenciones, atrapándolas en sus garras según asomaban el hocico por el BOE. Por su parte, los buitres han estado muy ocupados despojando de entre sus vísceras lo más suculento del cadáver Estatal para rapiñar en toda la cadena trófica a través de la subida de impuestos, tabaco, alcohol, leche, pan, gasolina, electricidad, gas, teléfono…Además, creen que todavía les queda mucho por hacer.

Como prueba de que estamos lejos de llegar a una catástrofe ecológica por falta de recursos, aducen de una parte el aumento de la corrupción política y la descomposición Institucional y de otra los esqueletos de las víctimas. Para afrontar ambos problemas que son de su total incumbencia, proponen primero acelerar el proceso de rapiña y carroñería empresarial y segundo, darle de una vez la oportunidad al quebrantahuesos de acabar con los restos óseos del Estado del Bienestar, al objeto de permitir el surgimiento de una fauna distinta a la anterior, más dócil, más productiva y más vigilada que no tenga motivos para pensar que hay una vida distinta a la que les pueda ofrecer las ETTs, hipotecada por el Banco, bajo la amenaza constante del ERE, dependiendo del INEM y yendo a votar cada cuatro años su desgracia.

Mercancía, capital y confianza

http://www.youtube.com/watch?v=BW3gKKiTvjs

Cuando parecía que Europa se convertiría sin remedio en un Supermercado común en el que sus ciudadanos perderían tan abstracta condición en beneficio de un material estatus consumidor, resulta que, en lo que se ha transformado, es en una confederación de casinos financieros donde rigen las mismas reglas que en el Principado de Mónaco, es decir, dónde ya no se produce riqueza material alguna, sólo se especula con ella en una trucada ruleta en la que la Banca siempre gana y el resto pierde lo poco que le queda.

Pasada la época de los trueques cuyos riesgos fueron tratados en el famoso cuento de los hermanos Grimm “Hans con suerte” Marx diferenció acertadamente entre el ciclo que se iniciaba con una Mercancía M que vendida aportaba un Capital C el cual se reinvertía en más Mercancía de cuyo recorrido MCM, aunque de modo desigual toda la sociedad se beneficiaba por el aumento paulatino de bienes materiales con el parejo confort de la población y aquel otro que, arrancaba de un Capital que se invertía en una Mercancía para obtener más Capital, de cuyo trasiego CMC, generalmente nada bueno se sigue dado que la sustracción continuada de Capital de la circulación depauperaba la presión del flujo financiero necesario para sostener la economía de Mercado mientras aumentaba la especulación y el riesgo de colapso con la consiguiente crisis económica de la que muchos se ven afectados y muy pocos beneficiados.

Pero lo que no pudo imaginar Marx, es que, llegaría un día en que aquella situación denunciada entre MCM y CMC se diluyera, no por la llegada al poder de una vanguardia intelectual comunista que impusiera una Dictadura del Proletariado capaz de instaurar el Socialismo y la igualdad social, sino por el propio Capital que ha logrado espiritualizarse en la denominada “confianza” c, de modo que hoy ya no es preciso contar ni con Mercancía ni con Capital, para triunfar en los negocios, basta tener “c” que a diferencia de la velocidad de la luz descubierta por Einstein no tenía la propiedad de ser constante, sino padecer el Principio de Incertidumbre de Heisenberg.

Así es. En la actualidad, Occidente si algo produce es Nada. Y ya lo decía Heidegger “La Nada nidifica” de modo que vemos como nuestra actividad económica que paso del sector Primario al Secundario y del Secundario al Terciario, le toca sublimarse esfumándose ante nuestros ojos sin que podamos evitarlo dado que es muy difícil retener la Nada. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Mientras CMC discurría en los conocidos ciclos capitalistas describiendo sus típicos dientes de sierra cuyos altibajos nos hacían disfrutar de sus elevadas cumbres viviendo esperanzados con volver a subir mientras transitábamos sus profundos valles repletos de oportunidades para realizar el Sueño Americano, reproduciendo en la economía el armonioso kaos de la Naturaleza con el advenimiento de sorpresivas tormentas y elegantes Arco Iris, digamos que, mal que bien, aquello funcionó en la medida en que tenía, aunque transitorio y mediado, cierto contenido material en forma de M que soportaba el desenvolvimiento histórico basado en la Tesis-Antítesis-Síntesis que se suponía llevaba aparejado el final feliz en el Tiempo lineal histórico introducido en nuestras mentes por la Tradición Judeocristiana, y por si acaso la Fe no bastaba, nacieron las Compañías aseguradoras de Negocios, Capitales y sobre todo Mercancías.

Pero aquella M fue perdiendo toda su consistencia, según fue imponiéndose un criterio necesario para el Comercio cuál es la “confianza” pero no para el Mercado que requiere algo más que confianza. Necesita Realidad en forma de Mercancías con las que comerciar. Porque la confianza puede depositarse en la honestidad del vendedor que no te escamoteará en el peso, en el comprador que no escapará con el producto sin pagar, en la moneda que no sea falsa o depreciará en breve, en la calidad de lo adquirido, hasta en la Marca que para eso nació…pero la confianza ni compra, ni vende, tampoco sirve como moneda y menos aún de mercancía, por consiguiente, una economía basada en la confianza tiene más probabilidades de precipitarse al vacío que aquel que agarrado a una rama le pedía a Dios que le enviara dos Ángeles para salvarle en su caída.

El vacuo manejo financiero de la confianza ha permitido funcionar al Sistema al margen de la Producción y de las Mercancías con los denominados Patrones Plata, Oro, Monedas fuertes, etc. Sin embargo, cuando la confianza se extendió a cualquier operación, el resultado ha sido catastrófico pues según la confianza se convertía en garante de las garantías, el riesgo de volatilidad aumentaba exponencialmente al invertir el proceso por el cual la confianza nacía de la Acción, siendo ahora la Acción la que dependía de la confianza. Antes tanto MCM como CMC generaban una c sea cM confianza en la Mercancía, sea cC confianza en el Capital, siendo c siempre una variable y nunca una constante que dependía en todo caso de M o C particular. En cambio, ahora, la c constante permite que toda M y todo C pueda operar indistintamente de su Realidad, llegándose a la situación actual de que es posible comprar y vender, ganar y perder, sin M y sin C. Basta y sobra contar con c. Así de etéreo es el Sistema financiero al que confiamos nuestras vidas.

Mientras hubo empresarios que contando con una Mercancía la vendían para transformarla en un Capital que reinvertía en otra Mercancía o en el peor de los casos, mientras hubo capitalistas que invertían su Capital en Mercancías confiando en que los anteriores hicieran lo que mejor sabían hacer para así obtener más Capital, en último término, los dos procesos descansaban en las Mercancías y los Capitales se transformaban en Producción, con esta idea nacieron los Bancos la de acumular Capital para impulsar la actividad empresarial. Por el contrario hoy sucede que el Capital se ha sustituido por confianza, y la Mercancía por especulación, de modo que ahora sólo podemos optar a Especular con la confianza para obtener más Especulación EcE o confiar en la Especulación que nos dará más confianza cEc, porque ya nadie opera con Mercancías y Capitales reales, sino con su virtualidad en la confianza de que hay algo que vender y alguien que desea comprar.

Fue así y sólo así como pudo haber gente que ganase fortunas con sólo llamar por teléfono y hacer un click en el ordenador en la especulación tradicional: Un supuesto inversor compra por x una supuesta cosecha de arroz en Asía a alguien que supuestamente se la vende por dicha x. Ello sucede en un Tiempo dado. Mientras dicho Tiempo transcurre el vendedor adquiere de verdad la cosecha por la mitad de x al tiempo que el comprador la vende por el doble de x. La diferencia que hay entre lo que gana el verdadero productor de la cosecha y lo que paga el verdadero consumidor se la quedan aquellos que han invertido en confianza en esos segundos que hay entre la llamada y el click del ordenador, cosa que hacen sin Mercancía y sin Capital. Ellos se enriquecen y nosotros nos empobrecemos.

Pues bien, la especulación también se ha refinado permitiendo operar en el Casino financiero – me resisto a llamarlo Mercado- no sobre mercancías reales o monedas de países como era inevitable hasta hace unos años; Ahora se puede especular sobre la confianza en los Mercados, la confianza en los Gobiernos, la confianza en el Capital…de modo que es posible que en breve toda nuestra riqueza se reduzca a una desmesurada confianza que, ¡confiemos! nos dé para comer, vestir y sobrevivir, en el desierto económico en que se va a convertir todo Occidente sin empresas ni trabajadores, sin materias primas ni manufacturas, sin producción, sin cuota de mercado, sin consumidores con poder adquisitivo…aunque me temo, mejor haríamos en rezar para que nos llegue el maná del cielo.

Marcas: El robo de etiqueta

Las marcas, a parte de servir para diferenciar quién es quien en nuestra sociedad de amos y esclavos denuncia Neil Boorman en su “No marcas: Diario de un anticonsumista”, son paradigma del atraco perfecto a toda la ciudadanía de modo que cuando reconocemos una de ellas en estanterías o escaparates, podemos tener certeza absoluta de que, al margen de la parte impositiva del Estado que les garantiza no ser estorbados en su negociado, la mayor parte del precio que pagamos por el supuesto producto que se nos vende, es un robo de etiqueta. La mejor prueba de ello son los enormes descuentos con los que en tiempos de crisis se nos incita al consumo. Obsérvese cómo yogures que durante años no bajaban del euro y medio han pasado a la mitad, embutidos que tenían precios prohibitivos ahora dan dos por uno y así con todo. Casi casi, para algunos de nosotros la crisis es un estímulo prolongado de saldo en saldo, con todo en rebajas, liquidaciones por reformas interminables, chollos por cierre de negocio u oulet que es lo más fashion entre los comerciantes.

Los tapujos ( Trocación de la contracción) de los gobernantes, hablan de las leyes del libre mercado como la ley de la oferta y la demanda para explicar el indignante fenómeno; Sin embargo, las cuentas de la abuela, apuntan a que ninguna empresa criminal continua en la brecha si no gana lo suficiente, de lo que colijo que, ahora hacen negocio y por ende, antes se nos robaba con su entera aquiescencia y complicidad. Pues muy bien, aprendida la lección, a que esperan las asociaciones de consumidores, las asociaciones de vecinos, las AMPAs, las Oenegés y cuantos colectivos ciudadanos deseen ser útiles de verdad, para publicar de forma periódica listas de marcas a no consumir hasta que su precio se sitúe en un marco asumible para la economía doméstica al objeto de combatir solidariamente el tinglado invisible que han urdido contra nosotros la casta política-empresarial y ya puestos se creara un índice bursátil pero no del que nos comen el tarro a diario con sus subidas y bajadas, sino de la bolsa del supermercado dónde se nos diría en que tiendas y establecimientos están los precios más ajustados a nuestra ajustadísima demanda y sobre todo sueldos… eso sí sería informar y no lo que hacen los Tontodiarios.

Lo que a mi me gustaría proponer, no puedo expresarlo aquí con palabras para no hacer apología del GRAFO, pero a partir de hoy, los últimos días de cada mes, citaré al final de cada artículo mío, una marca de la que me abstendré adquirir nada en los siguientes 30 días para dar ejemplo. NESTLÉ.

Papa sin/con Don

http://www.youtube.com/watch?v=oNcEeL15jkc

Para ser una Institución que se anuncia como depositaria y transmisora de los Dones divinos espirituales, labrándose un buen mundanal terruño gracias a la Donación de Constantino, no deja de sorprender que, hasta hace unos días, a su máximo representante sólo se le pudiera mencionar por su nombre de pila acompañado de un número, práctica que suponemos remitía a la más humilde tradición iniciada por Jesús como aquella otra de lavar los pies una vez al año emulando la estampa recogida en los evangelios. Con todo, la costumbre no dejaba de extrañar cuando a cualquier cura de pueblo no le empachaba en absoluto que la feligresía usara con Don su nombre para mostrarle respeto; Bastaría recordar la famosa novela de Giovanni Guareschi Don Camilo para comprobar lo extendido del tratamiento.
No obstante, no sé hasta que punto es bueno para la figura del Papado a estas alturas, cambiarnos a todos el paso animándonos a usar con Don su Santo nombre asemejándolo con ello al tratamiento que pudiera recibir cualquier bachiller u hombre portador de corbata. Porque, guiados por el Espíritu Santo, sin pretenderlo, la humildad demostrada durante siglos por los Papas al permitir que la gente llana piense en ellos sólo por su austero nombre al modo en que se dirigirían a un hombre de campo, mientras para las más altas personalidades con las que a diario debía tratar disponía de un complejo protocolo al objeto de que pudieran mostrarse aunque sólo fuera una vez humildes, como la de hacerles besar la zapatilla a los Príncipes o como acabamos de enterarnos por los medios de comunicación durante su reciente visita, la de prohibirles vestir de tal o cual color ante su presencia a las más altos representantes de la Nobleza europea…ha conseguido dos efectos muy provechosos en las Almas católicas, a saber: primero que con lo grande que es la Santa Madre Iglesia, nadie se sienta sólo en su interior, pues en su intimidad reproduce alegóricamente la Santísima Trinidad de la conciencia de su Yo, el Amor de Jesús y la cercanía del Papa de turno y segundo, que al ser el único gran dignatario al que se le puede llamar por su nombre de pila simbólico, su sencillez lejos de degradar su condición, le eleva sobre aquellos que se hacen prologar de Excelencias, Altezas o Majestades.
Por todo lo anterior, yo recelo de usar con Don el nombre del Papa, porque miren por donde, Benedicto, está bien dicho y me parecería fatal que Benedicto XVI que está colmado de Dones como el de la Fe o la Infalibilidad, nos obligara a usar con Don al tener tratos con su persona. Igual de mal que me sentaría enterarme de que el cuerpo de Cristo ha sido mancillado durante la Transustanciación con Don Simón. Pues, si como dicen Doctores tiene la Iglesia, de usar con Don está sobrada.

Cuéntame un cuento

http://www.youtube.com/watch?v=aZKC8R_RD2A

Si para Golpes Bajos, durante la reconversión de los Ochenta, ya eran malos tiempos para la lírica, y los Celtas Cortos pedían que se les contara un cuento durante los Noventa con la que estaba cayendo, qué podemos decir ahora con Amaral anunciando a los cuatro vientos que, tras pasarse toda la noche en la calle y no quedar días de verano, no piensa salir corriendo, cuando hay sobrados motivos para ello, de no ser que se esté paralizado de miedo, ante el panorama postmoderno que se nos presenta por delante y que justifica la añoranza de lo retro y el avance del conservadurismo como medida preventiva de progreso, ante un futuro a todas luces pretérito que amenaza con involucionar de golpe, todas las conquistas sociales adquiridas tras muchos siglos de lucha.
Antiguamente, los pequeños de la casa, como bien expone Propp, aprendían todo cuanto habían de aprender de las historietas, anécdotas, y cuentos que les contaban los mayores, incluidas enseñanzas valiosísimas para su supervivencia, relatos que en su conjunto no le escatimaban ni una brizna de la crueldad del mundo en el que habría de vivir: brujas, ogros, demonios, monstruos, lobos, ayudaban a la mente infantil a comprender que la realidad que le rodeaba estaba plagada de peligros; madrastras envidiosas, gigantes egoístas, oscuras ancianitas, el hombre del saco, reyes perversos, advertían de las distintas caras del Mal con el que se podían encontrar; manzanas envenenadas, casitas de caramelo, castillos mágicos, bosques encantados, ejercitaban en ellos la capacidad de desconfiar y que arraigara cierto escepticismo, etc. Empezó entonces la idiotización de la infancia mucho antes de la irrupción de la ESO entre nosotros…se inició con la dulcificación de los cuentos infantiles, las películas de Disney, y los Happy End Hollywoodienses, que persuaden a las ingenuas inteligencias de que un comportamiento ejemplar particular garantiza al individuo una vida sana, sin enfermedades ni problemas, sin traiciones, sin atropellos, ni injusticias, y de haberlas, si bien ya no puede confiar en la justicia divina, para eso está Superman, Terminator, Robocop, o más dulce todavía…¡Pokemon! Esta estrategia de idiotización de la infancia y la juventud, bien diseñada desde el Gobiernos e Instituciones, bien apoyada sin fisuras por los medios de comunicación, con la financiación del mercado que precisa de empleados dóciles y consumidores compulsivos, sin embargo, adolece del debido plan de contingencia ante los nocivos efectos colaterales que ha causado entre las nuevas generaciones y que empieza a aflorar cada vez de modo más notable en forma de violencia juvenil, cuyo calibre requiere una perspectiva más profunda que a la que nos tiene acostumbrados las ñoñas interpretaciones de la sociología oficial, que para algo la pagan a base de encuestas.
Unos niños acostumbrados a escuchar de sus abuelos historias de miedo, pasajes bíblicos truculentos en boca del cura, mitos y leyendas de ambiguo recorrido moral contados por el maestro y como unos padres llevaban a sus hijos al bosque para que se perdieran en labios de su querida mámá,,al margen de que de esas mismas fuentes recibían mejores pruebas materiales, tenían la mente bien formada para afrontar los retos de una vida adulta muy jodida como resulta de tener que trabajar para otros, hacer lo que mandan los jefes, pagar impuestos hasta para limpiarte el culo, no poder follar cuanto te apetece, con quien te apetece, cuando te apetece, y como te apetece, vivir en condiciones hostiles en habitáculos reducidos rodeados de asfalto, ruidos, polución, con deseos constantes de escapar de todo ello, pero sin esperanza de poderlo conseguir…porque las perdices estaban reservadas para Príncipes y Princesitas…Pero ahora, esos reyes de la casa que han adquirido el denominado por Javier Garrido “Síndrome del Emperador”, esos nuevos Tiranos de la videoconsola, esos a quienes videos, Dvds, pelis y mangas han acostumbrado, de una parte a presenciar finales felices, y de otra a resolverlo todo a la tremenda ametralladora en mano, pero a quienes desde la cuna se les hizo creer que el lobo también era bueno y acababa sentándose junto a Caperucita y su abuelita a tomar la merienda…son incapaces de digerir toda la rabia y frustración que les genera darse de bruces no con un juego de rol, ni con un programa virtual, sino con la realidad, no ya en su etapa adulta independiente, sino sin salir de su privilegiada posición irresponsable y dependiente en el mismo nido paterno, entrando en conflicto con todos y cada uno de los actores con los que debería saber interactuar, padres, profesores, parejas, compañeros, y como se ve últimamente con el propio grupo de iguales, hasta ahora último bastión en el que la juventud parecía refugiarse física y espiritualmente, mas le suponen todo un problemón al disponer de un poderoso hardware nuevo, pero carecer de su correspondiente software, de tal guisa que incapaces de seguir patrones adecuados de conducta subliminalmente asimilados durante su más tierna infancia, ponen en juego la antedicha papilla mental administrada, cuyo resultado ya no se traduce en la típica rebeldía juvenil, sino de forma iracunda, en modos y maneras más propias de psicópatas y asesinos en serie, que de su edad, como lo atestiguan los reiterados y cada vez más repetidos casos de violencia entre niños, adolescentes, y jóvenes.
Es posible que para esta generación y la que está al llegar, todo esté perdido y no haya nada que hacer, salvo capearla como buenamente se pueda, pero sí cabe corregir errores con los que todavía andan a gatas. No digo yo que volvamos a hacerles traducir las tragedias griegas mientras cursan el Trivium y Quadrivium, pero no estaría nada mal, empezar por contarles de nuevo cuentos al acostarles de viva voz, pero con todos sus ingre-dientes.