El Ajedrez: Buen regalo de Reyes

Los promotores, divulgadores y apasionados del ajedrez, llevamos décadas intentando convencer a la sociedad de las enormes ventajas potenciales que reviste su práctica habitual, en pos de lo cual, no hemos vacilado en presentarnos como deporte-ciencia. Sin embargo, si algo es el ajedrez, es un juego y como tal debe ser fomentado entre la gente. Con este propósito de enmienda es que propongo el ajedrez como un buen regalo de Reyes.

Durante las fechas navideñas que están a punto de expirar, la mayoría de padres se vuelven locos intentando acertar con un presente que sin aparecer en su Carta de los Reyes Magos, estos tengan a bien depositar junto a todo lo demás bajo el árbol, para ofrecer a sus hijos algo al margen de las efímeras modas promocionadas por las grandes casas comerciales que hacen su Agosto en pleno invierno jugando con los pueriles apetitos de los más pequeños de la casa. Así, muchos jovenzuelos, descubren para su asombro que al lado de una muñeca o un coche de scalestric hay libros, bufandas, guantes y hasta material escolar, cuya inoportuna presencia en el lote queda de inmediato evidenciada por muy bien envueltos que estén en papeles divertidos con lazos de colores, pues corren igual suerte que los caramelos de piñón en una fiesta de cumpleaños.

Dado que los niños aprenden jugando, de entrada, cualquier juguete es de por si instructivo e incluso podemos convertir en agonal cualquier actividad, multiplicando con ello los elementos susceptibles de ser contemplados como juguetes, pongamos por caso, la acción de tricotar ¡que es un auténtico vicio! convirtiendo sin esfuerzo los ovillos de lana y el ganchillo en motivo de regalo de sabérselos presentar adecuadamente. Pero, sin llegar a estas artimañas extremas, existen juegos aceptados como tales por la entera sociedad que además de divertir al infante, despiertan ciertas habilidades en cuantos los practican, a tal efecto tenemos los relacionados con cualquier deporte o juego de mesa sencillos, entre los que cabe citar, al milenario ajedrez.

Son muchas las virtudes del ajedrez de cara a proponerlo públicamente como un buen regalo de Reyes: pese a tratarse de material en blanco y negro, donde es preciso estarse quieto y permanecer en silencio cosa que ya conseguía la tele de antaño y las consolas actuales, dada su extrañeza respecto a todos los demás juegos y no digamos juguetes, ejerce sobre la mente infantil una poderosa curiosidad inicial hacia su aprendizaje que de rebasar su umbral de dificultad le tendrá atrapado para siempre en su afición, asunto nada baladí, por cuanto son pocos los regalos navideños que transcurridas unas horas, jornadas en el mejor de los casos, agotan su recorrido lúdico si es que en algún momento lo tuvieron fuera de los anuncios de la televisión. Si a esta cualidad de entrada le sumamos su bajo coste, que no precisa pilas contaminantes, gasto de electricidad alguno, ni caras actualizaciones; que no requiere para su práctica equipo suplementario de vestimenta, protecciones o complementos; que no resulta peligroso en su manejo ni en su ejercicio; que puede practicarse a solas, en pareja o en grupo, con amigos o familiares de cualquier edad, sexo y condición; que es portátil para bajar al portal, llevar al parque, a clase o de excursión al monte o a la playa; que su disfrute es posible aún padeciendo alguna discapacidad como sordera, ceguera o motriz, incluso estando enfermo en cama, durante aburridos fines de semana con frío y lluvia; que permite disputar encuentros a distancia vía Internet; que ocupa poco espacio en la casa si es que se desea guardarlo en un cajón, armario o bajo la cama, porque bien dispuesto puede servir de excelente decoración del cuarto e del salón; que es muy instructivo y desarrolla su inteligencia, capacidad de atención, etcétera, resulta indiscutible que el ajedrez es un buen regalo de Reyes que todos deberíamos recibir y regalar alguna vez en la vida.

Robo de Estado por enfermedad

Si no perdemos de vista el axioma sociológico “El Gobernante es enemigo natural del Pueblo”, comprenderemos sin dificultad lo presto que se muestra para cometer toda suerte de ilegalidad contra la mayoría social en beneficio propio, importándole poco o nada, el respeto a la ley, que dicho sea de paso, está hecha por y para quienes gobiernan de verdad: las élites extractoras. De modo que, la población, navega sin saberlo entre Escila y Caribdis, pues si malo es que los gobernantes criminales se salten la ley a la torera, no nos va mejor cuando se esfuerzan públicamente en hacerla cumplir a rajatabla.

Que en pleno siglo XXI una persona trabaje para otra, ya me parece vergonzoso; pero al margen de esta particular apreciación radical, hoy el trabajador, empleado, asalariado, autónomo si se prefiere la expresión, además de a la explotación directa laboral se ve expuesto a otros procedimientos indirectos que actúan a través del mercado, donde los desgraciados no perciben cómo las élites extractoras cuentan con ellos fuera de las cadenas de montaje, de las fábricas, de los talleres, de las oficinas, de los almacenes, de las obras…gracias a la transformación del ciudadano en consumidor, para extraerles de nuevo el mayor beneficio al menor coste durante su tiempo de ocio, por medio de modas culturales estériles, en su propio hogar introduciéndoles mobiliario basura coherente con la birria de vivienda que se le vende, en su alimentación de supermercado donde la mierda compite con el veneno en averiguar cuál perjudica más, y ahora, por lo que se ve, queda evidenciado que lo mismo ocurre cuando el trabajador se pone enfermo.

Esta desalmada realidad, que hasta la fecha, sólo era bien conocida por las gentes de países empobrecidos que veían como sus familiares se morían sin remedio de enfermedades tratables en Occidente por falta de recursos económicos, gracias a la Gran Estafa Internacional, empezamos a experimentarlo aquí, como lo prueba la situación angustiosa en que se encuentran los 700.000 afectados por hepatitis C, que existiendo desde hace tiempo un remedio con una efectividad superior al 90%, no pueden acceder a él de forma individual dado su coste de 90.000 euros, más tampoco parece que su administración por parte de la Seguridad Social esté garantizada, al menos, mientras quienes gobiernen se empeñen en cumplir las leyes internacionales que castigan la producción genérica de un fármaco que cuesta casi 1000 euros la pastilla.

Estamos al corriente de la complejidad que implica cualquier reflexión sobre el reconocimiento del esfuerzo científico-empresarial que hay tras los precios de los medicamentos, perspectiva asumible desde una posición liberal moderada. Pero nunca, cuando la circunstancia es extrema como la de los afectados por hepatitis C, momento en que todo aspecto mercantil debe ponerse entre paréntesis, como le sucede a un terreno privado ante una expropiación o a los Derechos Humanos en periodo de Guerra. Y es llegados aquí, que la gente se indigna, porque dándose los indicadores suficientes para que el Gobierno declare al dichoso medicamento “Bien de Emergencia Nacional” en lugar de dar la orden de ponerlo a producir en los laboratorios militares que tenemos al efecto, se empeña en cumplir la ley internacional que protege la patente, o en el mejor de los casos, anuncia una negociación sin demasiada convicción con la farmacéutica. Pero hay otra forma de hacer las cosas y hasta de negociar con la industria criminal como han demostrado con el SIDA la India, Sudáfrica o Brasil, que no titubearon en despachar los retrovirales con la misma soberanía con que sus bancos centrales emitían moneda.

Tratándose de una enfermedad mortal que afecta a varios miles de ciudadanos, de un medicamento imprescindible para su supervivencia inmediata, de un precio desorbitado para el paciente y demasiado elevado para las arcas del Estado, estaría más que justificado que Rajoy tomara una medida semejante y si no lo hace, es porque tanto él como sus ministros obtendrán mayor beneficio económico cumpliendo la ley internacional de las patentes que protegen a la Industria Farmacéutica, que pasársela por el forro de los cojones, como hace con todo lo demás para defender la vida de sus ciudadanos.

Muy comprensiblemente, la primera reacción del Gobernante Criminal, ha sido procurar impedir con todos los medios a su alcance que una eventualidad como la hepatitis C, detraiga los recursos presupuestados para la corrupción política-institucional; sobrepasada esta primera resistencia, su estrategia ha consistido en dilatar lo más posible dicho contratiempo; únicamente, cuando los afectados se han mostrado dispuestos a luchar por sus vidas, ha anunciado que, algunos de ellos, van a recibir en breve el tratamiento, sufragado por el Ministerio de Salud central y no por las CCAA que tienen trasferida la competencia. ¡Curioso!

¡¡Curiosísimo!! Los mismos que andan mirando el céntimo en el gasto con la excusa de la deuda, se muestran repentinamente generosos en el pago de esta gravosa factura, lo cual, me hace sospechar que se trata una vez más de una intrincada triangulación del beneficio.

Si España paga el medicamento milagro al precio que exige el laboratorio o si a caso tras negociar fuera la mitad, en vez de sacarlo por el precio sensiblemente inferior obtenido por las autoridades sanitarias de Egipto, estaríamos de nuevo ante un caso de Traición a la Patria, pues seguramente quienes dieran el visto bueno a pago tan canalla, de nuestra pérdida colectiva saldrían ganando una alta remuneración tras su salida del Gobierno en forma de acciones, nombramientos en consejos o mediante conferencias sobre salud pública sufragadas por la farmacéutica en cuestión. ¡Matémosles!