Siloé, la editorial del Voynich en Bilbao

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Por su singularidad, no hay libro más enigmático que el Códice Voynich. Redactado a pluma en el siglo XV sin tachaduras a lo largo de sus 246 paginas de pergamino ilustrado a color versa sobre las m´´as diversas materias como botánica, astronomía, biología, farmacología…sin embargo, nada se puede saber de su contenido pues la lengua en que está escrito, todavía no ha podido ser descifrada.

El manuscrito Voynich se custodia en la Biblioteca Beinecke de libros raros de la Universidad de Yale apartado de ojos que codician contemplarlo, asunto imposible hasta que hace unos meses le fue concedida a la Editorial Siloe, el libre acceso para su estudio y la posibilidad de efectuar una copia para editar a nivel mundial su facsímil.

Tenemos la suerte de contar en la actual Feria del Libro Antiguo de Bilbao con la presencia de tan prestigioso sello en cuya caseta se expone su excelente trabajo de reproducción de incunables, buena excusa para informarse de primera mano sobre el particular y acudir este fin de semana a esta entrañable cita con los libros viejos, en esta ocasión, llenos de misterio.

De la Libertad de Expresión Artística

¿De qué sirve al Estado la libertad de conciencia, pensamiento y opinión de sus ciudadanos si la misma no se puede expresar con libertad? Por este interrogante la Ilustración sumó a las anteriores la libertad de expresión, todavia vigente la Monarquía Absoluta. Pero, como las personas pueden expresarse en distintos ámbitos, no conviene abordar la cuestión sin acotar previamente el contexto en que aparece.
Si distinguimos la Libertad de Expresión acontecida en el ámbito privado como el hogareño donde se habla de manera distendida pudiéndose referir al Jefe del Estado como “Ese imbecil”, sin miedo en un Estado democrático a ser procesado por la autoridad, de la Libertad de Expresión ejercida en público de manera expontánea verbigracia, en un mitin político donde el orador al abrigo del aplauso exclama “Ese imbécil” dirigido al Jefe del Estado, para acto seguido pedir sinceras disculpas igualmente públicas por su salida de tono, y esta, a su vez, de la Libertad de Expresión publicada donde el autor mustra determinación inequívoca de quere afirmar de modo consciente y responsable que el Jefe del Estado es un Imbecil…me concederan diferenciar entre la Libertad de Expresión de una obra de opinión reflejada en un artículo periodístico donde se recoje lee expresamente “el Jefe del Estado es un imbecil”, de la Libertad de expresión de una obra artística como un guión de teatro en cuyo diálogo un personaje grita “el Jefe del Estado es un imbecil”.
Sin entrar en detalle de los otros ámbitos que yo mismo he rehusado abrodar, me atrevo a afirmar que, sólo el caso de la publicación de la opinión, podría ser objeto claro de examen por parte de la autoridad dentro de un Estado democrático se entiende, lo que en modo alguno quiere decir, que en los demás contextos esté permitido todo, pues es evidente que el crimen se preparan en la intimidad o que una novela no puede atentar impunemente contra el honor de alguien con sus nombres y apellidos por muy buena que sea en su ejecución literaria.
Salvado entonces el respeto que un artista debe mostrar por sus conciudadanos, sean estos personas anónimas o Jefes del Estado, la cuestión fundamental es ¿Debe haber algún otro límite a la Libertad de Expresión Artística? A mi juicio, debo responder categóricamente ¡No!
El arte y el artista, cuando lo es trascendiendo a sus funciones artesanales, productivas o representativas, es en esencia, vanguardia de la estética y de la ética social, y en consecuencia, las más de las veces es trasgresor para escándalo de su tiempo. Si al arte y al artista se les obliga a reproducir únicamente, no ya los gustos de las gentes, sino la legislación que regula aparentemente dichos gustos, no existiría ni el arte rupestre. El arte puede agradar, pero también desagradar; puede ser bello, pero igualmente feo; puede mostrar refinamiento y brutalidad…si las obras de arte fueran juzgadas como realidad, estaríamos cometiendo un gravísimo error, mayor aún que el desliz en el que incurriera san Anselmo en su famoso Argumento Ontológico donde psotulaba que el Ser más perfecto si existía en nuestra mente habría de existir también en la realidad, porque lo que distingue la cordura de la locura, es precisamente saber diferenciar entre la ficción y la realidad, y si nuestros gobernantes, legisladores, jueces y fiscales no aprecian la distancia que media entre una obra de guiñol donde se muestra una panacarta con “Gora Alka ETA” puesta por un personaje llamado Cristobal que representa a un policía corrupto para incriminar a una bruja, de una manifestación en la vía pública donde se muestra una pancarta con ¡Gora ETA! Es que nuestra sociedad está para ir al psiquiatra.
Las obras de arte, pueden complacer y de hecho la mayoría de artistas son excesivamente complacientes con sus mecenas, actualmente bancos, grandes empresas y las Prsotituciones democráticas de las que reciben pingües subvenciones a cambio de su bochornoso silencio para que sólo se dediquen al ¡Pin! ¡Pan! ¡Pun! contra la Iglesia Católica que está purgando por sus excesos anteriores…pero también ofender, incluso cuando no lo pretenden, porque no porque alguien se sienta ofendido, se le ha causado ofensa.
Ahora bien, dado que la Libertad de Expresión Artística no debería tener límite alguno salvo el mencionado al honor de los coetáneos, aconteciendo que al Arte le sucede como a la Conciencia, el pensaiemto y la opinión, que sin público se queda en nada, parecería que entonces las autoridades tendrian algo que decir al respecto por lo dicho más arriba; y sin embargo, tratándose de arte y no de opinión, cuando el público es mayor de edad, en pleno uso de sus facultades, no tratándose de niños, el Estado de Derecho democrático, a mi entender, debe abstenerse completamente de entrar a valorar si la obra de arte ofende o complace a sus ciudadanos y sólo debe interceder en el asunto como lo hace en los campos de futbol, es decir, para velar por el orden público y que las partes enfrentadas no lleguen a las manos. Lo demás, censura, querellas, juicios, condenas, encarcelamientos, prohibiciones de obras…está de más desde que Locke, Montesquieu, Voltaire, Paine y demás padres de la Ilustración dejaron zanjada la cuestión allá por el siglo XVIII. Claro que España, echó a gorrazos a los Ilustrados y puede ser conveniente recuperar el debate dieciochesco sobre la Libertad de Expresión.
Por mi parte, sólo espero no ser denunciado por el Fiscal General del Reino por haber llamado reiteradamente “Imbecil” al Jefe del Estado en este artículo de opinión, pues de yo negar que me refería al Jefe del Estado de Zwazilandia, podría aducir “Sabemos perfectamente de que imbecil se trata” ante cuyo argumento no tendría defensa.

Protejamos nuestro Patrimonio

Nos congratulamos por la formidable coordinación mostrada, esta vez, entre las policías francesa y española en la operación que ha dado al traste con la salida ilegal de España del cuadro Cabeza de mujer joven, catalogado como Tesoro Nacional, en cuya categoría se cuentan las colecciones estatales, los archivos públicos, los monumentos históricos y las obras de interés mayor para el patrimonio nacional, aun cuando las mismas pertenezcan a particulares, como es el caso de este lienzo de Picasso, firmado en 1906, correspondiente al periodo de Gósol, donde el autor malagueño pintó una serie de cuadros que esbozan su transición al cubismo, de capital importancia para la historia del arte y valorado por los mercados en más de 26 millones de euros, propiedad del Banquero Jaime Botín, hermano de Emilio Botín, cuyo hijo Alfonso Botín, vicepresidente ejecutivo de Bankinter, precisamente se hallaba presente en el velero interceptado en Córcega en el momento que las autoridades aduaneras le pillaron in fraganti cuando la obra iba a ser enviada a Suiza, aunque se desconoce el destinatario, pese a habérsele comunicado oficialmente en Mayo por parte de la Audiencia Nacional la prohibición de la salida de España de tan relevante pintura. a causa de la decisión ministerial de Cultura tomada en 2013, cuando ante el riesgo cierto de su inminente venta se declaró inexportable por tratarse de una pieza “única” para el Patrimonio Histórico, y de “excepcional importancia”, para el Museo Reina Sofía.
Como digo, nos alegramos de este éxito policial y felicitamos a las autoridades por la diligencia con que han actuado para evitar un nuevo caso de expolio artístico. Pero, conforme la noticia acumula minutos en el telediario, al primer enfado del ingenuo ciudadano por ver cómo quienes se presentan ante el mundo como mecenas del arte y son reconocidos por los gobernantes como protectores de la cultura, son los mismos que sin ningún escrúpulo, razón de Estado o amor a su tierra, mercadean con ella, se acrecienta en mi cierto enojo por contraste cuando a cada paso que doy por las tierras peninsulares, descubro lo sencillo que es dedicarse en España al Expolio arqueológico y artístico, el único que parece todavía fuera del apetito político-institucional, aunque nunca se sabe.
Este verano, entre retiro y retiro dedicado por entero a la ultimación de mi próxima obra filosófica De la concordancia entre Pensamiento, Palabra y Acción, he tenido la oportunidad de visitar en Cantabria, Álava, Navarra, Palencia o Valladolid decenas de iglesias, claustros, monasterios, ermitas, criptas y otros monumentos que encierran innumerables esculturas, estatuillas, retablos, trípticos, tapices, obras de orfebrería, reliquias, vidrieras, capiteles…dejados de la mano de Dios, nunca mejor dicho, porque una cosa es que el arte esté y se mantenga a disposición de la gente que lo desee visitar y contemplar en el sitio que ocupa desde hace siglos, generosa predisposición social que no siempre le es reconocida a la Santa Madre Iglesia, y otra muy distinta, que todo ello quede a la custodia de los santos y sus sobras cuando a los santos ya no los cuida nadie, porque ya no es que un niño ponga su manita manchada de chocolate sobre una pintura del siglo XVII mientras sus papis hacen manitas en el confesionario o que un vándalo le de por arrancar una hoja de acanto que sobresalga del capitel, lo preocupante, es que el abandono es tal, que como me reconoció resignado una monja de San Andrés de Arroyo, cualquiera puede ir a uno de estos inmuebles con un camión de mudanzas bajo el sol del mediodía y cargar con todo como quien acude al todo a cien más cercano.
No soy partidario de llevar todas las obras de arte a un museo, por cuanto ello desconecta a las gentes con la cultura que les es propia; menos todavía de la solución inversa, cuál es, la de convertir en museo cualquier habitáculo que contenga arte porque la medida se quedaría en cobrar entrada a lo que no la poseía; tampoco creo yo que este desmán, cogido manga por hombro, en que se haya el patrimonio nacional esparcido por el mundo rural, se resuelva a cargo del Presupuesto del Estado, de las subvenciones autonómicas o con las arcas municipales…es imposible tener en nómina a un ejército de guardas jurados apostados en cada yacimiento, cueva, ruina, o edificio eclesial. La solución, entonces, pasa necesariamente por la toma de conciencia colectiva del valor cultural que para un pueblo tienen estas piezas materiales que encierran su alma histórica y su espiritualidad, o en su defecto, del valor económico que para el turismo supone mantenerlo en el lugar, que no son pocas las poblaciones que viven de tener en sus proximidades una obra de arte reproducida en las enciclopedias, descrita en la literatura o mencionadas en guías de viaje, poniendo así algo todos de nuestra parte en su mantenimiento, limpieza, protección y vigilancia que poca cosa más le hace falta.
Ahora bien, puede ocurrir que la mayoría de la gente no aprecie lo que tiene delante no por ignorancia o absoluta falta de sensibilidad, sino porque sencillamente carece de relevancia para su forma de entender el mundo y la vida, en cuyo caso, recomiendo, perder el miedo al “qué dirán” y poner de inmediato en venta todo cuanto tengan a disposición comunal en sus aldeas, municipios y jurisdicciones locales, antes de que otros lo tasen, embalen, trasladen y cuiden por ellos sin darles nada a cambio, por aquello que decían las abuelas “ eso que tu no quieres otros se lo llevarán”.

Una tierna imagen

NIÑO IMAGEN

La inmigración ilegal acostumbra a estropearme los desayunos con el periódico, las sobremesas con el telediario y la hora de conciliar el sueño por medio de la radio, arrojando día sí, día también, estampas nada agradables ni al oído ni a la vista; cuando no se nos describe los asaltos a las fronteras de Ceuta y Melilla en cuyas vallas podemos contemplar a los subsaharianos – entiéndase negros – subidos a ellas asemejados a los amenazantes pájaros de Hitchcock o emprendiendo en sus aguas territoriales los cien metros braza demenciales ahogándose entre botes de humo y pelotas de goma, se nos pone al corriente de los cayucos llegando a Canarias en masa o las pateras atestadas de norteafricanos – entiéndase negros descoloridos que pueden pasar por latinos bronceados – naufragando en el Mediterráneo durante la noche, que ya son ganas de informar ¡Como si no lo supiéramos! Por eso, es de agradecer, que por una vez, este fenómeno lamentable que dios quiera termine pronto, nos haya ofrecido una simpática imagen, cuya ternura estética nos ha encandilado a todos, cuál es, la de ese niño dentro de una maleta visto a través de un escáner de la Guardia Civil en el control del Tarajal en Ceuta. Y aquí escucho a Boris Izaguirre gritando eso de ¡Páralo Paul! ¡Páralo!

Yo, no sé ustedes, pero a mi, la presencia de ese pequeñín ahí dentro encogidito como un faquir me ha parecido de una belleza extraordinaria ¡Divina de la muerte! Gracias a la benemérita hemos tenido acceso, quizá, a la mejor radiografía de una enfermedad social, quién sabe si hasta de una ecografía fetal de los DDHH candidatos a ser felizmente abortados, no siendo nada extraño entonces que pronto viéramos la instantánea promocionando alguna campaña internacional de la marca Benetton, o renovando la publicidad del Cola Cao, haciéndole cantar “Yo soy aquel negrito”.

Ese conguito contorsionista acurrucadito dentro de una maleta, me ha parecido súmamente entrañable, algo que todos los padres del mundo quisieran poder hacer siempre cuando se van de vacaciones, al ir a un hotel o al partir los parientes tras haber pasado juntos las navidades, y que incluso, los propios hijos desearían ardientemente les ocurriera por ese instintivo gustirrinín gatuno de introducirse en cualquier oquedad mientras te lo permita el cuerpo, más todavía, tratándose de que te vuelvan a llevar sin necesidad de andar y encima ¡De polizón! ¿Quién no ha querido alguna vez en su vida viajar de polizón? Pero, aquí en la vieja Europa, nadie se atreve, porque se ha perdido el sentido lúdico de la existencia. Los pequeños aquí, deben viajar como pasajeros de primera, ocupando un asiento aunque les sobren tres cuartas partes de la tapicería, les cuelguen los piececitos y amarrados como si fueran montados en una Montaña Rusa.

Aquí, padres e hijos, asumen que los niños deben llevar ellos la maleta y no la maleta a ellos. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en que una maleta lleve a un renacuajo dentro? ¿No se porta en carritos a los bebés? ¿Entonces? ¡No entiendo! Dado que como he advertido, las mochilas de los escolares, a cada curso que pasa, son más grandes y voluminosas, ¿no sería factible que sus padres les introdujeran dentro de ellas antes de salir de casa camino del colegio? pues resulta absurdo que el padre lleve al niño de la mano y el niño la mochila de la otra o a su espalda, cuando el progenitor bien podría transportar a ambos, mochila y niño, con un mismo gesto.

Si algo nos ha demostrado este asunto, aparte de que los niños de corta edad, bien pueden viajar como equipaje sin ocupar plaza ni en autobuses, trenes, aviones o cruceros, es que nuestra sociedad no está preparada para aceptar que a los niños se les pueda meter por un corto espacio de tiempo en una maleta aunque quepan en ella. Porque, el lugar que debe ocupar un niño, no es una maleta, es un pupitre cinco horas al día, cinco días a la semana durante toda su primera infancia, la segunda y la tercera.

Villancico ¡Pan! ¡Champán! Y ¡Mazapán!

Tras el éxito ensordecedor de mi anterior composición dodecafónica “De cómo las calabazas de Haloween intentan cantar un villancico y su consiguiente cabreo” para piano desafinado y martillo justiciero, me he visto empujado a crear una nueva pieza para estas Navidades…

VILLANCICO PAN CHAMPÁN Y MAZAPÁN

Son días de fiesta
De felicidad
De adornos, regalos
Desearse la paz
Recibir aguinaldos
Amigos invitar
De irrumpir en el Congreso
Para entregar
a sus Señorías
Hogazas de pan
¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan!

Son días de fiesta
De felicidad
De adornos, regalos
Desearse la paz
Recibir aguinaldos
Amigos invitar
De entrar en Moncloa
Para descorchar
Ante el Presidente
Espumoso champan
¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan!

Son días de fiesta
De felicidad
De adornos, regalos
Desearse la paz
Recibir aguinaldos
Amigos invitar
De alcanzar juntos
La zarzuela de Su Majestad
Y a Don Juan Carlos, Sofía, Felipe y demás
Obsequiarles, turrón y mazapán
¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan!