En una columna interior del diario El Mundo, donde si te descuidas el pliegue hace que pase desapercibida, descubro una crónica, firmada por el corresponsal Eduardo Suarez, quien se hace eco de un extenso artículo sobre los escándalos de la Casa Real aparecido en el prestigioso New York Times, donde se denuncia que el Rey, con sus más directos colaboradores y los Servicios Secretos españoles, han ejercido fuertes presiones sobre los responsables de algunos medios de comunicación para rebajar el tono de la cobertura del “Caso Urdangarín” que amenaza con implicar a la Infanta Cristina y al propio Jefe del Estado. El texto está firmado por la periodista Doreen Carvajal, quien también firmara hace unos meses un interesantísimo reportaje sobre la fortuna y las amistades peligrosas del Monarca.
No sé qué devoré más rápido, si la noticia del periódico o la madalena de chocolate que tenía en la otra mano. El caso es que, de pronto, me entraron unas ganas terribles de recuperar mi indecente inglés para ir directamente a la fuente original. En un ¡pis pas! Me encontraba frente al ordenador dispuesto a pichar en Google los datos necesarios para leer con detalle sobre el tema, mientras con los cascos, escuchaba en You Tube todos los motivos melódicos sobre esa Babilonia de la Luz espiritual; desde el New York! New York! de Frank Sinatra, hasta el no menos glamuroso de Nina Hagen, sin olvidar a Mecano y su guiño pop a Federico García Lorca.
Pero antes, engullendo la madalena de Proust, me vinieron a la mente varias ideas: este sutil modo de informarnos en diferido gracias a la prensa extranjera por una parte me recuerda mucho el método que emplea Amnistía Internacional -con la que colaboro desde hace 25 años- cuyos miembros se abstienen de actuar directamente en sus países de residencia para no sufrir represalias dedicándose únicamente a pasar información sobre los abusos cometidos por la autoridad allí donde trabajan, empero se implican enérgicamente en asuntos de terceros Estados, para desde fuera, ejercer libremente la presión debida sobre aquellos que cometen tropelías contra la humanidad; y por otra, a las Matrioskas rusas donde uno debe ir abriendo una tras otra las distintas capas de muñecas para llegar a encontrar lo que se halla encerradas en ellas. Y es que hay motivo para curarse en salud.
Hemos mantenido durante muchos años un peligroso kéfir que ha ido, primero absorbiendo, y luego exigiendo alabanzas mediáticas de todo género, como que es un gran Demócrata, persona campechana, etc, títulos y reconocimientos institucionales para él y sus familiares como Doctor Honoris causa, protector de la Fauna Ibérica, patrones de museo, abanderados del equipo olímpico, etc, puestos de honor en Fundaciones e instituciones, la de Noos sin ir más lejos, no menos cargos excelentemente remunerados en empresas españolas como Marichalar en Maphre o Urdangarín en Telefónica, regalos de toda clase como viajes, yates, joyas…siendo su actual tamaño mastodóntico en poder y número. No hay Partido político, Sindicato, ni Multinacional que se atreva a enfrentarse al Rey de España; De ahí la inquebrantable lealtad que todos gritan en voz alta para que su amo y Señor le oiga, escenario no muy distinto al cortijo del Señorito descrito por Delibes en los Santos Inocentes.
Con sólo una suya mirada, nuestros representantes democráticos se echan a temblar. Sólo mencionar su nombre basta para que las instituciones y las empresas otorguen subvenciones. Una sola llamada suya desencadena tal cadena de favores internacional que en breve la comunidad científica se ha planteado rebautizar al efecto Mariposa como “Efecto Borbón” pues son muchos los que afirman que mientras va de cacería consigue contratos millonarios en Arabia Saudi al tiempo que conoce a Wittgenstein mejor que cuantos hemos dedicado nuestra vida al estudio de su Filosofía, a caso porque él siempre la haya despreciado.
El regusto de la madalena perduró todo el día; resulta que en la Manhattan de Woody Allen, los medios de comunicación hablan del Rey de España, nuestro mejor embajador, como los medios españoles lo hacen de Obian el Presidente de Guinea ecuatorial.