Sí para el decimonónico, K. Marx, la Religión era el opio del Pueblo, puede afirmarse que, asentada la televisión como somnífero social, el fútbol viene a ser su anestesia general, divulgada apreciación de tintes peyorativos acompasada de la exclamación ¡Pan y circo! que lamentablemente obvia cuanto de positivo había en la famosa máxima, a saber: que en un mundo de continua explotación de los más débiles, sufrimiento de las gentes más humildes y latrocinio por parte de las elites político-económicas, la Religión, ahora el fútbol, era la única que mitigaba su padecimiento, acaso por ello mismo, lo soportaba, sin rebelarse contra sus opresores.
Y seguramente, sea cierto que, la Organización Criminal Del Estado (OCDE) haya hecho lo posible durante la segunda mitad del siglo XX para aprovechar el desafecto espiritual de las masas hacia la milenaria Religión a fin de redirigirlo hacia la competitividad deportiva justificadora de la competencia capitalista y del más cruel evolucionismo social donde sólo sobreviven los más fuertes y bueno, como en los Campos de Exterminio, quienes tengan fuerzas para trabajar, pues como rezaba a la entrada de Auschwitz “El trabajo os hará libres”.
Mas ni por esas, estoy dispuesto a aceptar que la religión entonces, o el fútbol ahora, sean sujetos directos de opresión de las clases trabajadoras; en todo caso, objetos, instrumentos al servicio de manipulación, especialmente de cuantos incapaces de tomar lo bueno y evitar lo malo se entregan, en cuerpo y sobre todo alma, a dicha práctica religiosa en nuestros días reconvertida en afición deportiva. Y es precisamente a estas ingenuas gentes que va dirigida la siguiente estratagema psicológica respecto a cómo deben encauzar su entusiasmo futbolístico.
Como cualquier otra actividad o espectáculo, el fútbol, desencadena en quien lo practica u observa, distintas emociones que pueden alterar para bien o para mal, el Estado de Bien estar personal; mas, hete aquí, que también el colectivo. Ciertamente, desde un punto de vista epicureista, poco más podemos hacer en su práctica para mejorar las cosas, que confiar en el justo reparto al 50% del placer de la victoria frente al displacer de la derrota, aunque, mucho me temo, que en esto, como en el Movimiento Perpetuo, el rozamiento de la competición, siempre juegue en contra y una especie de entropía agonal imprima en la psique del deportista con mayor fuerza los sinsabores que las alegrías. Empero, ¡sí! nos es posible como espectadores, minimizar los daños emocionales al tiempo que ver elevados en número los momentos de entusiasmo, cosa que inequívocamente lleva aparejado un sustancial aumento de la Felicidad individual por muy estoico que uno se crea, y por extensión, desde una perspectiva utilitarista, un refuerzo sostenible del Estado de Bienestar en su más amplia acepción socio-político-económica-cultural. ¿Cuál es la fórmula?
Durante mi etapa de bachiller, reparé en un curioso fenómeno: cierto profesor de una materia tan afable como Geografía e Historia, arrancaba la semana siempre de muy mal humor: ponía controles sorpresa, mandaba la repera de deberes, gruñía y fruncía el ceño a diestro y siniestro; de tener que corregir un examen, mejor que lo pospusiera….Su contrapunto, lo representaba un profesor de Matemáticas, que iniciaba los Lunes de tan buena mañana que raramente se avanzaba materia, yéndose la hora en anécdotas y paradojas. Tal era el contrate, que debía haber una explicación. Pero tal explicación no la encontré en sus personalidades, pues conforme avanzaban los días de la semana, ambos parecían hallar cierto equilibrio hacia el Viernes. Al final, la clave estaba en que cuando aquello, los partidos de liga se disputaban únicamente en fin de semana, y resultaba que mientras uno era del Osasuna, a la sazón eterno candidato a farolillo rojo, el otro era del Madrid, siempre en puestos de cabeza con aspiraciones al liderato. La conclusión que extraje era clara: el fútbol, como espectáculo, puede ser fuente de felicidad e infelicidad en las personas; y estas a su vez, pueden transmitir a los demás dicha impresión provocada por los aciertos o desastres de sus respectivos equipos. Luego, hemos de evitar ser de un equipo mal que pierda, com dicen los pobres béticos. Desde entonces, yo soy del Athletic sólo cuando gana, y me va genial. Cuando vence, me alegro, y cuando pierde ¡Que se jodan!
Mi receta, consiste precisamente en proponerles a todos ustedes que, si son de un equipo como se es de una pareja, lo sean de uno como el Madrid o el Barcelona, pues sus alegrías son mayores a sus penas, aunque para compensar, las primeras son de baja intensidad mientras las segundas parecen muy pronunciadas, relación asociada a la valoración de las apuestas. Si por tradición o cabezonería, se empeñan en ser de un equipo modesto, entonces les animo a ensanchar su capacidad emotiva y tener dos equipos en tándem como por ejemplo el Racing-Real Madrid, combinado el fracaso con el éxito, pero nunca dos del mismo signo como Granada-Celta, que sólo contribuirá a generarles una depresión. Más lo que yo les recomiendo es que sigan siendo de su equipo de siempre, pero sólo cuando gane. Cuando pierda, acudan a otro en cercano en su simpatía; si este segundo también ha perdido, acudan a un tercero y así hasta dar con quien le procure la felicidad de la victoria, más o menos, como hace la gente inteligente con el horóscopo de la semana, que primero le concede una oportunidad al asignado por nacimiento, pero de no ser satisfactorio, bueno es acudir al del hermano, la madre el amigo…. De esta forma, pese al afianzamiento de la crisis, la amenaza de la tercera recesión, el aumento del paro, la bajada de los salarios, el empeoramiento de las condiciones de vida, el recorte de prestaciones, la continua subida de la luz…ustedes, experimentaran incomprensiblemente, un incremento general en su Estado de Bienestar psicológico y emocional.