Economía obsoleta

Yo muy contenta de sel china. China sel potencia emelgente. A mi gustal tlabaja pa todo a chen. Yo competil muy bien con Corea. Plonto China sel plimera potencia mundial y yo sel diez veces más feliz que españoles. España solo sel décima.

Hemos basado la economía en el consumo, el consumo en la caducidad oculta, la obsolescencia programada y percibida y estas, en la capacidad de los borricos productivos de consumir al mismo tiempo que producen, como si fuera sostenible a perpetuidad una estrategia cuyo movimiento genera roces sociales por donde se pierden ingentes cantidades de energía vitales para el funcionamiento del Sistema capitalista, obligando a los temidos cíclicos ajustes que elevan de grado los problemas sin resolverlos, describiendo así una espiral cuyo cenit se augura próximo, según va acelerándose el proceso, acortándose los tiempos entre reajuste y reajuste para mantener la maquinaria en movimiento, pero cada vez precisando de mayores inyecciones de energía para ello, intuyéndose la futura hecatombe cuando se haya alcanzado el punto máximo que traerá consigo hambre, destrucción muerte, y revolución.
Una economía basada en el consumo superfluo y a la vez en obtener el máximo beneficio de pocos- cada vez menos- al menor coste de quienes se benefician, que no en el máximo beneficio de todos, al menor coste social…solo puede conseguirse temporalmente a través de las siguientes estrategias, ninguna de ellas saludables, a saber: La explotación de terceros. En este caso, dado que la explotación del hombre por el hombre, parece abiertamente asumida por sindicatos y la izquierda parlamentaria que sin remilgos acepta el libre mercado, la libre competencia y la libre estupidez, e incluso por la población occidental que la tiene por natural, buena, e inevitable…no vamos a perder el tiempo en algo muy manido. Empero, creo oportuno indicar que actualmente, se da a pecho descubierto, la explotación de un conjunto a otro conjunto, cuando la mayoría de pobladores de una región además de padecer, hambre, guerra y necesidad, abastece de las materias primas, mano de obra barata, sin contrapartida alguna en condición esclava, a aquellas regiones donde la mayoría de la gente vive demasiado bien, dentro de lo que cabe. De tomarse en consideración este aspecto, se nos debería caer la cara de vergüenza de comprar la ropa tan barata o adquirir productos cuyo precio no explica su valor ni por lo más remoto entre nosotros, sumados sus costes de producción, su elaboración, su trasporte, sus materiales, etc. Si alguna vez nos llegamos a creer eso de, la ley de la oferta y la demanda, va siendo hora de saber que hoy, lo que impera para bajar los precios y mantenerlos bajos, ya no es la competitividad, sino la externalización de gastos, cosa que se consigue por el expolio de las materias primas a países como Somalia, Uruguay, Congo, Afganistán, etc, y esclavizando a las gentes de lugares como China, Vietnam, Ecuador, Senegal…Somos culpables pues de todos esos horrores que las películas condenan: esclavitud, explotación, Genocidio, como nunca antes se había hecho.
Pero, si alguna vez la famosa ley de la oferta y la demanda ha funcionado, no ha sido en el mercado de los productos, sino en el de la mano de obra; de ahí que en su día se facilitase el acceso de la mujer al campo laboral remunerado, y ahora se nos diga, cada dos por tres, lo necesario que son los inmigrantes, como si ellos y nosotros ganásemos algo con el proceso, cuando lo justo sería que nadie se viera obligado a emigrar lejos de su gente, su entorno y a trabajar más barato, en peores condiciones que los autóctonos, para lucro de los explotadores que se valen de su llegada para abaratar costes, depreciar la mano de obra y recortar derechos básicos de los trabajadores. Claro que, este percance afecta solo a los más desfavorecidos de nuestra sociedad, que son los que carecen de toda capacidad de consumo y de protesta; por ende, casi ni se nota en el mercado, mientras la misma se mantenga en unos límites no superiores a un tercio de la población. De ahí que, todavía gocemos de adquirir productos a bajo coste por el placer de comprar barato y no por vernos obligado a ello, como les sucede a inmigrantes y nuestra población miserable, lo que se conoce como escoria blanca entre los anglosajones. Es así, como se puede meter la energía extra que requiere el Sistema, para dar otra vueltita más de tuerca.

A la explotación de terceros, y la competencia entre trabajadores, también se le ha de sumar el concurso cómplice de aquella masa crítica necesaria de co-laboradores que se hallen cómodos en la situación, permitiéndoles dotarse de bienes de consumo arrebatados a sus compañeros, convirtiéndoles en privilegiados de la clase trabajadora y a quienes identificaremos como clase consumidora, por ser ella, la que mantiene engrasada la maquinaria. Pues bien, es para ellos que se ha diseñado las tres mejores estrategias de mercado, la caducidad oculta, la obsolescencia programada y la obsolescencia percibida:
La caducidad oculta, consiste en producir bienes cuya utilidad viene establecida de antemano, para que a x años de haberlo adquirido, no esté en condiciones adecuadas de prestar servicio, de este modo, la industria se garantiza cíclicas acometidas de clientes en busca de coches, electrodomésticos, maquinaria, por dejarles de funcionar lo que hubieron comprado en su día, o por un repentino cambio legislativo que lo deja fuera de juego. Por supuesto, tan sofisticada estratagema se ve acompañada de la paulatina desaparición de garantías, piezas de repuesto y posible reparación a coste razonable.

La obsolescencia programada, viene establecida por el control de los tiempos en que se han de ir incorporando los avances científico-técnicos a la industria destinada a producir bienes de consumo, de este modo primero se espera a que un mercado esté suficientemente saturado de un producto, para introducir una pequeña novedad en su diseño, o un significativo avance; cuando esto sucede en la vanguardia de Occidente, o sea en, el mundo Anglosajón, se retira de su mercado los productos ya obsoletos y se distribuyen en el mercado secundario occidental, el mediterráneo, Europa del Este y latinoamericano, y cuando las novedades llegan aquí, el resto pasa a distribuirse entre los países subdesarrollados…De este modo se optimiza la estrategia de la obsolescencia programada en tres o cuatro tiempos, realidad que cualquiera que haya viajado por los continentes puede observar sin dificultad. Por supuesto, en cada mercado hay personas y grupos que representan a escala más pequeña este proceso, que hasta se puede rastrear por barrios.
Por último, la obsolescencia percibida, es lo que vulgarmente conocemos como moda que a día de hoy no es cosa sólo de ropa y música, sino que afecta a los nuevos modelitos de móvil, ir a la última en tecnología digital, hacerse con la nueva gama de electrodomésticos, etc. La cuestión es que la gente deje de usar hoy lo que adquirió ayer, para comprar lo que abandonará mañana. Para ello debe sentirse muy a disgusto consigo mismo y con cuanto le rodea, asunto del que se encarga la publicidad, para de este modo, buscando la aprobación de sus iguales, crea hallar refugio en la compra compulsiva que le permita renovarse, actualizarse, ponerse al día con el grupo y no desentonar diciendo ¡Eh! ¡Miradme! ¡Soy de los vuestros! ¡Yo también contribuyo a la economía….
Pues bien, este modelo basado en el consumo esclavista y en el consumo esclavo, no da más de si, porque en breve, la gran mayoría de consumistas en nada se distinguirán de la gran mayoría de esclavos.
Todos vivirán para trabajar y trabajarán para consumir. Y eso, eso no es economía.

La doctrina del shock

Este texto, debería ser de lectura obligatoria en el bachillerato.

Quien más quien menos, ha tenido conocimiento de los experimentos llevados a cabo por la CIA en colaboración con varias Facultades de psicología de EEUU durante la Guerra Fría, cuyos departamentos de Psiquiatría no dudaron en participar en programas de “Seguridad Nacional” de sospechosa legalidad, en pos de averiguar la posible resistencia mental de los soldados en caso de caer en manos enemigas, como el tristemente célebre “Proyecto MK-Ultra” dirigido por el criminal Ewen Cameron, consistente en administrar altas dosis de electroshocks a pacientes internados en su hospital -por supuesto sin su consentimiento ni el de sus familiares del todo ajenos a lo que se maquinaba en aquellos perversos laboratorios- para provocarles una regresión radical hasta hacerles olvidar los aprendizajes más fundamentales, como hablar, andar, comer, etc, para después, reprogramar su entero comportamiento; como se ha podido averiguar tras concienzudas investigaciones, denuncias de afectados, y sobre todo, la desclasificación oficial del material secreto por parte de la administración Clinton, la primera parte del programa, la regresión y borrado de memoria de los infelices que eran escogidos arbitrariamente a tal efecto, tuvo un éxito aterrador, no así la segunda parte, de reprogramación y recuperación de la identidad del paciente; Bueno, tampoco es que fuera del todo un fracaso… Sabemos que, aquellos estudios no pasaron desapercibidos a los estrategas político-militares estadounidenses de aquel entonces inmersos en la demencial dialéctica con el Bloque Soviético, y al menos sirvieron para modernizar las sanguinarias técnicas de interrogación, inaugurando una etapa más exquisita en la sádica administración del dolor y el arte de la tortura que para cuantos creían se había refinado con la Pena de Muerte en silla eléctrica o cámara de gas, supuso toda una sorpresa, cuyas enseñanzas todavía siguen aplicándose en Guantánamo, Abú Grhaib, y los FIES en España sin ir más lejos, y de paso, para realizar eficaces terapias a ciudadanos anónimos reprogramados como Asesinos durmientes que solo responderían a su nueva oculta identidad ante un eventual inducido estímulo, como pudiera ser una determinada melodía en la radio, o la lectura de un libro como “El guardián entre el centeno” del enigmático Salinger, por no meterme en la famosa “Operación Kaos” que a decir de muchos expertos todavía permanecería abierta como demuestra el caso de Michael Jackson. En cualquier caso, por mucho que profundizáramos en la cuestión, no sacaríamos más en limpio que lo que en su día alguien metiera allí dentro, y nos quedaríamos sin dar con el “Quid” de la cuestión, de no ser que nos tomásemos la molestia de leer a la genial autora de “No logo” Naomi Klein, que en su nueva obra “La doctrina del Shock” relaciona esta sórdida historia psiquiátrica y los experimentos antedichos realizados a mediados del siglo pasado, con la doctrina económica Neoliberal de la Escuela de Chicago, asociando con brillante argumentación la ideología Capitalista del “Libre Mercado” de su preboste Milton Friedman, con los experimentos realizados en su laboratorio por Ewen Cameron, encontrando importantísimos puntos de contacto entre los tratamientos de shock que administraba a sus indefensos pacientes aquel desalmado psiquiatra patrocinado por la CIA -para hacernos una readaptada idea, lo narrado en la ficticia Shutter Island de Scorsese, en comparación con lo sucedido realmente, es como escuchar una canción de cuna, ante una banda de heavy metal- y la terapia de choque que este economista laureado con el Premio Nobel propuso administrar a los indefensos pueblos que caían en desgracia de necesitar apoyo del FMI o el BM, naciones que mientras aplicaron las sabias recomendaciones de Keynes felizmente probadas para construir el “Estado del Bienestar” de la Socialdemocracia europea, modelo, referente, y meta de prosperidad para todo el Tercer Mundo, pudieron afrontar con algo de éxito crónicas desventajas económicas heredadas de la colonización y otras nuevas fruto del proceso de liberación nacional, por lo que se les identificó como “Países en vías de desarrollo” etiqueta que desde la irrupción de dichas “Terapias de choque”, aceleradas sin misericordia desde la tan anhelada caída del Muro de Berlín, que hacía las veces de auténtico parapeto imaginario de la clase trabajadora occidental ante un empresariado temerosa de la llegada del comunismo…, parece haber caído con él, en desuso, dado que la “Terapia de choque” de Friedman, al igual que los elctroshocks de Cámeron, requieren de un drástico retroceso para después de haber hecho tabla rasa, comenzar la reconstrucción económica y social de los mercados; claro que como sucediera con los experimentos psiquiátricos, estos postulados económicos, si bien alcanzan sin problemas el objetivo de destruir la economía de los países que siguen su dictado a través del FMI, el BM y las recomendaciones de la Administración Estadounidense, como han tardado en comprender durante los noventa todo el Este, incluida Rusia, los países asiáticos, la entera África como atestigua lo sucedido en la Sudáfrica de Mandela, y no digamos en América Latina, donde primero se empezó a ensayar conjuntamente la doble Doctrina del Shock: la política por medio de golpes de estado en Chile, Argentina, Uruguay… y la económica preconizada por Friedman el Apóstol del “Libre mercado”, tan estrechamente interrelacionadas, de no poderse sostener cada una por separado.
Naomi Klein, identifica rápidamente que los paquetes de medidas de la Escuela de Chicago, no son respuestas ajustadas a situaciones concretas, sino recetas precocinadas por economistas despiadados que como Friedman y sus secuaces, esperan ansiosos suceda una catástrofe natural como el Mitch, el Katrina, o un Sunami, para introducir de inmediato sus traumáticas medidas en un momento de desconcierto gubernamental e incertidumbre civil sin dar tiempo a reacción popular o democrática alguna, de modo que pasado el trance, la gente no suele revolverse ante hechos consumados dada la fatiga anterior para sacudirse de encima los problemas derivados de la mera supervivencia. Pero los Neoliberales de la Escuela de Chicago, no se conformaron con esperar pacientemente desastres de corte climatológico, también animaban a emprender guerras como las de Irak, Afganistán que sumen a las economías de los contendientes en sucesivas crisis financieras, periodos propicios para introducir estas “Terapias de choque” sin a penas contestación ciudadana demasiado ocupada con escapar a las bombas y hacer frente a los impuestos y la amenaza del desempleo. Y es que, como demostraron todas las elecciones habidas durante los sesenta en el Cono Sur Americano, las tesis Neoliberales, nada tenían que hacer ideológicamente contra los imponentes resultados de prosperidad y equitativo reparto de la riqueza que la alianza de socialismo y democracia habían traído a aquellas tierras de Perón, Allende, el Che…de modo que solo por medio del terror, la cruel dictadura, las torturas y las desapariciones, pudieron ensayar sus aberrantes tesis, con el consabido desastroso resultado económico y su parejo traumático elevado coste social del que a duras penas todavía se están reponiendo gracias al resurgir de la libertad para cerrar de una vez las venas abiertas de una tierra sometida a continuo genocidio político y económico que describiera Galeano, proceso de liberación ya emprendido con renovada fuerza y vigor desde el Brazil de Lula, la Venezuela de Hugo Chavez, el Ecuador de Correa, la Nicaragua de Ortega, el Chile de Bachelet, La Argentina de Kirchner, la Bolivia de Evo Morales, impulso conjunto de escarmentados gobiernos y sufridas poblaciones que han aprendido a independizarse de un sistema criminal capitalista, y como bien dice la autora que explica con inaudita sencillez la intrincada Doctrina del Shock, no es raro que los primeros en padecerla, sean ahora también los primeros en reponerse de ella, y denunciarla.
Tras leer esta genial obra, alguien que como yo viva entre la desconfianza de la actualidad transmitida por los medios de incomunicación, y los intereses atemporales de la filosofía, poseerá una excelente arma de defensa para contrargumentar ideológicamente con abundante casuística, los ligeros e infantiles pero sugerentes cantos de sirena Neoliberales, a la vez que un formidable pertrecho de ataque para derruir los Muros invisibles del “Libre Mercado” en el que han encerrado nuestro derecho a la disidencia, o la democrática resistencia al padecimiento propio y ajeno globalizado.
Lo que no logro comprender tras la esclarecedora lección de historia contemporánea a través de lo sucedido durante el Golpe de Pinochet, la Dictadura Argentina, lo acontecido con Suharto en Indonesia, lo ocurrido a la Polonia de Solidaridad, a la Rusia de Yeltsin, a la Sudáfrica de Mandela, las amargas experiencias de lo que vino tras los desastres del Niño en Centro América, el Katrina en Nueva Orleams, el Sunami del Pacífico, cómo se desencadenaron los acontecimientos tras los atentados del 11-S, las Guerras de Irak, Afganistan, etc, es cómo es posible que la Unión Europea no aprenda, y evite que algo semejante ocurra entre nosotros, porque está muy claro que ya ha empezado el tratamiento: primero se ha administrado un buen susto mediático a la ciudadanía con la crisis; luego se ha alimentado y dilatado esta crisis financiera para deteriorar la situación lo bastante, como para que la propia población exija a gritos la aparición de un Mesías económico, en forma de un “Plan de Shock” previamente diseñado por los mismos que han creado la crisis y el estado de emergencia. Todo para desmantelar lo poco que quedaba del “Estado de Bienestar” que hemos querido conservar, a saber, sanidad, educación, transporte… para los que ya hay elaborados una hoja de ruta hacia la total privatización; la regulación salarial, los horarios y calendarios comerciales, el control de precios…para los que se tiene preparado una liberalización total que supondrá nuestra entera ruina y posterior esclavitud. Y si no, se lo preguntamos a los griegos.

Koprofagia

http://www.youtube.com/watch?v=E7zBGge-OKk

Reconoce con nostalgia “Prresuntos Implicados” “Cómo hemos cambiado…” ¡Ni que lo digan! Todavía retumban en mi memoria adolescente los ocurrentes compases de “Aviador Dro” advirtiendo “La televisión es nutritiva” cuando me sorprendo el otro día escuchando a “Def Con Dos” clamar por la Koprofagia, con una letra igual de ingeniosa, todo hay que decirlo, pero de estética no apta para todos los estómagos.
Destripando los distintos mensajes que tan peculiar diarrea melódica podía expeler, recabé en uno de sus estribillos, concretamente en “cuándo logrará equipararse a los que comemos mierda con los que no comen carne…” me llamó la atención que una canción tan cañera en boca de un grupo tan radical, se hubieran quedado ahí, en lo vegetariano, salvando de la comparación la ingestión de carne, o el entero consumo de productos que nos llegan a los supermercados.
Porque…mira que nos dan mierda para comer y no digamos para beber. Por eso, he empezado a sospechar que la koprofágia solo hace alusión a la ingesta de mierda no procesada que se encuentra entonces como Dios la trajo al mundo, sin envasar, sin etiquetar, sin embotellar, sin enlatar, y sin embutir; debe tratarse de una mierda pobre en ingredientes extra, carente por completo de conservantes, colorantes, saborizantes, espesantes, edulcorantes, o emulgentes, gasificantes, anticoagulantes, anticongelantes…; cuyas materias primas seguramente estarán desprovistas de cualquier refuerzo químico, fertilizante cancerígeno, proveniente de transgénicos; evidentemente se encontrará sin hormonar, nitrogenar, pasteurizar, precocinar, o ultracongelar; pudiendo estar seguros de que no tendrá las debidas garantías sanitarias que cualquier marca bien publicitada ofrece a los consumidores cuando les dan su mierda con denominación de origen. Olvidémonos de saber entonces, si la misma es una mierda alta o baja en grasas, con buen o mal colesterol, con muchas o pocas calorías, si contiene o deja de contener el tan preciado omega 3, los bífidus activos, antioxidantes, los radicales libres, y los estudios e investigaciones que se hayan pagado para demostrarlo.
Sin demasiado esfuerzo intelectual por mi parte, creo estar convencido de que la práctica de la koprofagia nada tiene que ver con el consumo de productos de Danone, Nestlé, Campofrío, Coca Cola, y sin necesidad de emular a la chica del anuncio de Microlax, yo también puedo estar tranquilo de acudir sin papel al Lidl, al Eroski, al Mercadona, al Carrefur o El Corte Inglés. Lo que todavía debo resolver es si el Mac Donalds, el Burger King, o Pizza Hut, me ofrecen tantas garantías sin forzar demasiado a la estreñida RAE que ya debe andar tras mis pasos por escribir Koprofagia con k.

Todos los epañoles tienen derecho a un coche digno y adecuado…

¡Nueva oferta moviliaria!

Aunque como usted, yo también me siento reconfortado al saber por el Tontodiario de las desgracias ajenas que hacen mi cotidianidad algo más liviana, tampoco es que me quede con la conciencia muy tranquila, si al menos, no hago un comentario solidario a modo de suspiro.
Luis Miguel Santamaría de 52 años, hasta hace poco cocinero de profesión, se quedó en el paro. Agotados subsidio y prestación social de 420 euros –de los que no ahorró nada- se mudó con su hijo de 18 años a un Opel Astra sito junto a las dependencias de la Ertzantza en Sestao, en consonancia con su nueva situación económica indigente. El vehículo en cuestión, poseía todas las comodidades de un utilitario: asientos reclinables, sofá trasero, espejos, armario-maletero, con ventanas en sus cuatro puertas, bien ventilado…Todas las mañanas se levantaba temprano para asearse y desayunar en un bar cercano donde le permiten leer los periódicos en busca de algún hobby. Tras su paso por la hemeroteca, acostumbraba a darse largos paseos por las aceras de los municipios cercanos ofreciéndose a limpiar escaparates, sacar la basura y cosas por el estilo con tal de matar el tiempo y de paso el hambre, mientras su chico estudia en un instituto de Barakaldo formándose para el día de mañana. Sin embargo, esta vida bohemia, llegó a su fin el pasado Viernes 1 de Octubre, cuando una grúa desalmada, se llevó por sorpresa la que ha sido su acogedora morada durante casi tres meses.
El caso es tan sangrante, que una asociación como Berri-Otxoa, veterana en estas lides de denunciar situaciones como la narrada, parece dar la batalla por perdida y anima a los afectados a buscarse un banco dónde pasar las frías noches de invierno. Yo, antes de eso, prefiero darles esperanzas, y desde aquí les conmino a negociar con alguna sucursal de la BBK para poderse acoger al Plan ¡Un cajero para todos! que les permita dormir en sus instalaciones desde las 23:00 hasta las 5:00 del día siguiente, mientras abogados expertos en la Carta Magna consiguen modificar el pretencioso artículo 47 de la Constitución Española, al objeto de sustituir “Vivienda” por “Utilitario” y poder exigir ipso facto al Exmo. Ayto. de Sestao, la devolución y reubicación del susodicho vehículo, para que este buen hombre con su hijo, puedan vivir como lo han hecho durante todo el verano.

Wikinomía

Acabo de leer “Wikinomics” una aguda reflexión hecha sobre la marcha de Tapscott y Williams en el que dan cuenta de cómo las nuevas tecnologías están modificando todas la relaciones económicas, cuya lectura hará las delicias de las optimistas mentes neoliberales y vomitar de repugnancia a la retaguardia tardomarxista, mientras al resto, quienes no portamos las preceptivas orejeras, servirá para atender un fenómeno contemporáneo de consecuencias todavía imprevisibles al que los autores del estudio han dado en bautizar como Wikinomía.
El texto que bien podría haberse titulado “ La nueva empresa: De la competencia, a la colaboración” aborda cuestiones filosóficas tan sugerentes como la producción colectiva entre iguales o cómo la misma puede dar frutos de éxito como los obtenidos por Linux o la famosa Wikipedia, cuando hasta hace poco la ortodoxia empresarial defendía la jerárquica cadena de mando en la producción; Trata el tabú de abrir las empresas a la democracia social haciéndolas más transparentes en todos su ámbitos lo que comporta el libre acceso a sus códigos, diseños, fórmulas, estrategias, etc, en franca alusión a la opacidad y freno que suponen las patentes o los derechos de propiedad intelectual, demostrando con datos que cuando una empresa inteligente decide poner al alcance de la ciudadanía todo su caudal de información, lejos de quedar al descubierto sus puntos débiles ante la competencia, todos salen beneficiados, pues se genera una reacción en cadena de mutua colaboración que hace que todos los implicados se beneficien de la mutua confianza, como cuando sube la marea, sube para todos, salvo para quienes deciden quedarse aislados. El paradigma sería lo acontecido con el Proyecto Genoma Humano; También pone de relieve la obviedad, a menudo pasada por alto, de que hay más personas inteligentes fuera de una empresa –por grande y poderosa que esta sea- que dentro de ella, por lo que los empresarios inteligentes han empezado a trabajar en régimen abierto en lugar de hacerlo a puerta cerrada desde el diseño de un nuevo producto, sus futuras prestaciones, las posibles mejoras o innovaciones, hasta los estudios de mercado, estrategia que ahora puede realizarse por medio de “Ideágoras” foros dónde problemas, soluciones, empresas, universidades, trabajadores y ciudadanos confluyen con sus conocimientos e iniciativas de cuya interactuación, a veces, surgen propuestas que de otro modo nunca hubieran visto la luz, o lo hubieran hecho con varios años de retraso; En esa misma dirección, los autores inscriben el fenómeno del “Prosumo” que ha cambiado sustancialmente la relación de las empresas con los clientes, quienes cada vez más, influyen en las decisiones de los ejecutivos bien por las sugerencias, bien por las denuncias y controles a los que se les somete, y la creciente acción de los denominados “Neoalejandrinos” que pujan por la total comunicación del saber humano elevando a la enésima potencia la costumbre de la comunidad científica de publicitar los resultados de sus investigaciones, para evitar que los mercantilistas intereses de las Multinacionales, eclipsen con sus sesgadas directrices, las líneas académicas de investigación menos rentables, como sucede con la industria farmacéutica que a penas se ocupa de las enfermedades que acucian a tres cuartas partes de la humanidad…
Pero la obra, va más allá de la especulación proselitista del aperturismo empresarial, cuando se mete de lleno a exponer la realidad de las empresas virtuales como Second Life, Google, You Tube, Amazon y de su facturación, a describir la organización global de empresas como BMV o Boing que ceden a sus proveedores el protagonismo de la fabricación para dedicarse casi en exclusiva a la publicitación y cuidado de la imagen de la marca, o a analizar la inmediata repercusión que va a tener en los centros de trabajo la llegada de la generación Net adiestrada a manejarse con soltura con las nuevas tecnologías que posibilitará como ya lo está haciendo la opción de cumplir con la jornada laboral, sin necesidad de acudir fisicamente a la oficina o al lugar de trabajo, opción que sólo podrán y sabrán aprovechar empresas y trabajadores acostumbrados a trabajar en igualdad, respeto, responsabilidad, equipo, coordinación, libertad, y sobre todo conectados.
Como he señalado al inicio, los autores podrán ser acusados de exceso de optimismo. Pero su lectura será de enorme provecho para cuantos deseen meditar sobre la convulsa realidad que nos ha tocado vivir inmersa en una aceleradísima revolución tecnológica cuya incidencia sobre las relaciones humanas, psicomentales y espirituales, a buen seguro trastocarán el curso de los acontecimientos más de lo que en su día lo hicieran la Caída del Imperio Romano, el descubrimiento de América, la aparición de la imprenta, o la intervención televisiva de Belén Esteban…Por de pronto, este elogiable libro, susceptible de ser etiquetado de Neoliberal por los borricos de Izquierda, pone patas arriba uno de los sacrosantos principios de dicha doctrina económica, cual decía que, en el mundo de los negocios, rige la libre competencia para que sobreviva el más fuerte, en clara alusión al Darwinismo social propugnado por H. Spencer, pues ahora parece que sólo las empresas capaces de compartir sus conocimientos, de trabajar en abierto y de colaborar para con toda la sociedad, serán las que mejor van a saber adaptarse al nuevo ecosistema y por consiguiente las que dispondrán de mejores condiciones para desarrollarse.