¡Usted paga!

18 Gobiernos, 14 Ministerios, 19 Parlamentos, casi 200 consejerías, más de 50 Diputaciones, casi 10.000 ayuntamientos, ni he calculado cuantas concejalías...España sí que puede fardar de carteles y no Colombia que sólo cuenta con Xakira.

Las organizaciones de consumidores llevan lustros reclamando, en vano, un mejor etiquetado de los productos que se ponen de venta al público. Hace tiempo también que se demanda una mayor garantía en la adquisición de la vivienda la cual brilla por su ausencia si la comparamos con la que te ofrece cualquier casa de electrodomésticos al comprar una vulgar plancha. Estas dos habituales carencias del mercado, el mal etiquetado del producto y la falta de garantía en grandes compras, curiosamente se dan la mano en nuestra contra cuando se trata de Obra y Servicios Públicos, pues fíjense ustedes con que facilidad se hacen, deshacen y rehacen las mismas aceras, zanjas, asfaltos, poniendo y quitando ladrillos, farolas y papeleras, lo que se dilatan los plazos de ejecución y entrega sin que observemos el ciudadano medio una sustancial rebaja en el coste presupuestario o sepamos de las consecuencias que ello conlleva para las empresas adjudicatarias, las contratadas, las subcontratadas y chapuceriles., y cuan indefensos nos hallamos ante retrasos y tardanzas varias de parte de la administración en los asuntos varios sean sanitarios, judiciales, educativos, o cualesquiera otros. Y con que descaro se da cuenta de todo ello en enormes carteles y lustrosas placas donde aparecen los datos informativos cuya información, deja mucho que desear, acorde a la calidad de las obras realizadas a plena luz del día, ante nuestras propia narices.

En los letreros informativos, aparecen los datos técnicos de la obra en cuestión, que está muy bien por si alguien no sabe distinguir una carretera de un edificio; el nombre de las empresas contratadas por si reconocemos la que ha hecho la mierda de casa en la que vivimos y poder advertírselo a la institución de turno para que denuncie el contrato; reflejan el coste en euros de la obra contratada cosa que está genial por si sobra dinero; y nos dicen que Instituciones sufragan su realización, que también estaría bien si junto a la Unión Europea, el Gobierno de España, el MOPU, los Gobiernos Autónomos, las Diputaciones, los Excelentísimos Ayuntamientos y el largo etc de negruzcas brumas interpuestas entre la factura de los hechos y nuestros impuestos, apareciera siempre en letras grandes ¡Sus vecinos y Usted mismo! pues, aunque se nos diga mil y una veces que ¡Hacienda somos todos! que las Instituciones democráticas nos representan velando por los intereses comunes que nos afectan, como que a los ciudadanos se nos olvida, tanto o más, que a los servidores públicos y dejamos de tener conciencia de que escuelas, carreteras, hospitales, parques, casas de cultura, polideportivos, servicios asistenciales, tribunales de justicia y toda la pesada carga que atribuimos al buen o mal hacer de las Instituciones, en resumidas cuentas, lo hacemos nosotros, por nosotros, para nosotros, con lo nuestro, mientras parece que lo hacen otros, para otros, con el dinero de otros, sin nosotros. Porque, es entonces, cuando nos trae sin cuidado que las cosas vayan de mal en peor, que se despilfarre, que haya corrupción, que las obras se eternicen o cuando se acaben se tengan que volver hacer y un si fin de calamidades en todos los ámbitos, que de seguir así, harán deseable la Fiesta de la Tortilla, versión española del Tea Party, que clamará por la privatización de todos los sectores públicos, más de lo que ya están, para que los beneficios sean privados mientras las pérdidas sean públicas, que es lo que se está buscando decididamente por parte de toda esta banda de malhechores a quienes votamos con la única esperanza de que no lo hagan peor que el anterior, o al menos que nos salga más barato. Pero sin suerte en cualquier caso, siendo su incompetencia cada vez más cara.

Los letreros informativos deberían reflejar siempre que, el que paga es el ciudadano, en un lenguaje directo como el que se utiliza para pedir el voto, de modo que cada persona que pase por delante de ese letrero, sienta suya la obra, el edificio de la biblioteca, propio el parque de bomberos, impresión que irá moldeando la conciencia particular y colectiva para que la ciudadanía empiece a preocuparse por sus bienes y no como hasta ahora que parece que todo lo público es del viento. Que ya sabemos lo que ocurre con el viento que se lo lleva todo, los discursos electorales, los derechos constitucionales y si nos descuidamos, hasta los letreros.

El efecto sonajero

Cuando le debes al banco cienmil euros, tú tienes un problema. Pero si le debes cien millones, entonces, el problema lo tiene el banco. Esta enseñanza la tienen bien aprendida unos cuantos que viven en chozas como esta, por supuesto...hipotecada.

El llamado “Efecto sonajero” consistente en la devolución del inmueble al banco con el que se haya contrampado la hipoteca, cancelando con ello la deuda, cuyo nombre recuerda al tintineo de las llaves, es una de las medidas recientemente presentada por Cayo Lara (IU) dentro de un paquete mucho más amplio «denominado iniciativa social frente al desempleo y las consecuencias de la recesión”, que requiere mayor atención de mi parte y que la tendrá en breve.

Pero la grave situación -según datos ofrecidos por Cayo Lara del CGPJ, 51.975 ejecuciones hipotecarias de enero a junio de 2010, cifra que alcanzará los 100.000 en Diciembre; el pasado año ya se cerró con 93.319 embargos, un 59% más que en 2008- en la que se encuentran miles de familias desposeídas para siempre de sus ahorros, propiedades y resto de bienes, cuando los hijos de Pato de economistas financieros, banqueros y políticos nos dicen cada dos por tres que la crisis es transitoria y que tras la tormenta saldrá el arco iris…mientras se ceban legal pero injustamente con cuantos se han visto pillados con el paso cambiado a quienes no contentos con cambiarles el paso, les quitan los zapatos, y para que se jodan aún más, les amputan los pies, haciéndoles más difícil salir de la crisis… me obliga a tratar el tema por separado.
Porque, eso es lo que les ocurre a los votantes en la octava potencia económica mundial o la vigésima en calidad de vida, que quedan fuera del mercado laboral sin ingresos, que no pueden hacer frente al pago de la hipoteca, que los malnacidos de los bancos sin piedad les embarga, desahucia y finalmente subasta el inmueble sobre el que pesaba la hipoteca cuya puja raramente alcanza el valor contraído cuando se adquirió – de ello ya se ocupa otra rama del sector financiero- por lo que el banco echa mano del resto de bienes en su día exigidos como aval, hasta que se liquida el importe total de la hipoteca. Cuando uno tiene todo esto presente le dan ganas de gritar ¡Que vuelvan! Que vuelvan los ¡Gran Política!

La aplicación de esta medida, tiene ciertamente el riesgo que denomino “Defecto sonajero”, cuál es, el de a la mínima, tirar las llaves y ¡Ahí te quedas! que puede propiciar graves crisis como la de las hipotecas basura. No obstante, el espíritu de esta medida que ya se aplica en EEUU o Francia, puede recogerse con las debidas cautelas como, por ejemplo, limitarla a los hogares o más restrictivo aún, a la primera vivienda, para evitar que una familia entera se vea en la calle por estos motivos en un país tan democrático como España en el que sus gobernantes se afanan por cumplir los mandamientos constitucionales como el expresado a una vivienda digna en su artículo 47.
Dos leyes habrían de modificarse de inmediato para hacer posible una devolución más humana de la deuda, a saber: la Ley Hipotecaria, para que «sólo el bien hipotecado responda como garantía del pago del crédito concedido» y por otro, se incluiría la dación en pago en el Código Civil como «procedimiento preferente» para liquidar los impagos de un crédito. Además, IU demanda una Ley de “Endeudamiento Familiar”, a fin de que las familias no puedan entramparse de forma ilimitada. Y yo añado que, el Gobierno de turno, en lugar de dar nuestros impuestos a los usureros para que nos arruinen con ellos… ¡que se lo den a las familias! para que estas hagan frente a la hipoteca y más adelante para que a los ciudadanos no nos haga falta mendigarlo a esos indeseables. Como diría Rouco Varela y Benedicto XVI ¡Muerte a la banca! Y ¡Viva la familia!

Creci-miento cero

He estado tentado de colocar una imagen de una niña con cero ropa para ilustrar el artículo, pero entonces mi diferencia moral con Sánchez Dragó habría aumentado cero. Por ello me he limitado a las matemáticas que más me agradan: ¡Las inexactas!

A diferencia de la física dónde el vacío fue discutido hasta bien entrada la Modernidad, el cero matemático que manejamos en la actualidad apareció hacia el siglo IX en la India, pese a que muchas otras culturas antiguas como la babilonia, egipcia o griega supieron mucho antes de su realidad, pues afectadas por prejuicios de su idiosincrasia o cosmovisión, fueron incapaces de tolerar su molesta presencia y en consecuencia, desperdiciaron beneficiarse de sus múltiples virtudes, como ahora va a hacer España entera.

Mis lecturas de economía, sin embargo, no me habían preparado para saber que entre las propiedades del cero, hallábase la de crecer, pues si bien en la física, como la Nada en Filosofía, el vacío se puede expandir, en nuestro idioma, cuando una cosa crece cero, es que no crece; Y no crecer, no es lo mismo que crecer. Pero resulta que sí, sí se puede crecer cero.

En efecto, el PIB español ha registrado un crecimiento nulo en el tercer trimestre del año, si bien creció un 0,2% en términos interanuales, tras siete trimestres consecutivos de caídas, según estimación del Banco de España en su boletín económico de Octubre, donde se hace eco de un debilitamiento transitorio de la actividad consecuencia, en gran medida, del agotamiento de algunos factores expansivos, especialmente la finalización del Plan 2000E y la reversión de los efectos de anticipación del gasto que se había producido en la primera mitad del año por la anunciada subida del IVA cuya aplicación posterior ha detraído el consumo. Lo cual, para esta entidad es halagüeño, por cuanto rompe la tendencia y esquiva el temible decrecimiento.

Los razonamientos Malhusianos siempre causaron furor entre quienes desconfían de nuestra capacidad de reacción como especie para afrontar las consecuencias de obedecer la máxima divina “Creced y multiplicaros” pero nunca tuvieron un respaldo tan respetable como el obtenido con la tesis del “Crecimiento cero” propuesta por el Club de Roma en su informe de 1972. En él, sus autores atendiendo las limitaciones de los recursos naturales, la degradación del medio ambiente, la presión demográfica y el desigual grado de desarrollo entre las distintas regiones del planeta…advertían que el ritmo del crecimiento no era sostenible y que la única solución al objeto de alcanzar un estado de equilibrio duradero, consistiría en no aumentar la renta per cápita, ni el producto Nacional Bruto…Pues bien…¡Objetivo cumplido! ¡Felicidades!
Ahora, sólo resta averiguar cuánto tiempo podremos permitirnos crecer cero. A lo mejor la respuesta coincide y resulta que también el tiempo es cero. Entonces, la nota del Gobierno en economía sería igualmente cero. Porque una economía basada en el cero, acabaría derivando a una economía sin-cera, o sea sin nada. Y de nada ya anduvimos sobrados antes de la aparición del comercio, la industria y la economía.

Pobre pobreza

Quienes ven el Tontodiario se creen que la opresión pasará y todo volverá a se como antes. Quienes leemos entre lineas al FMI sabemos que ya nada será igual, de modo que las próximas despedidas de San Fermín, todos los presentes podrán cantar de verdad el conocido ¡Pobre de mi!

Solemos criticar la poesía, porque en exceso, se preocupa más de la forma que del contenido. Pero en ocasiones, hemos de reconocer, que de su buena hechura rezuman significados ocultos del todo desapercibidos durante el discurso que no obstante modulan actitudes, comportamiento, acciones y reacciones, tanto en el hablante como en sus interlocutores, de modo que también merece atención en prosa, a parte de lo que se dice, el cómo se dice, todo sea que digamos cosas que a la postre traicionen desde la retaguardia de la estructura profunda psicolingüística chomskyana cuanto se quería decir.

Asumimos que desde la irrupción de Hume en la escena filosófica, la relación causa-efecto ya no fue la misma para regocijo del escepticismo que desde entonces campa a sus anchas, porque como señaló a los ojipláticos contemporáneos, “que el Sol haya aparecido todos los días hasta hoy, no permite deducir que necesariamente deba hacerlo mañana…” Sin embargo, ello no nos autoriza para invertir la lógica de los hechos positivos cuando estos se dan como ha sucedido en fechas recientes en el mundillo periodístico, con la última encuestita del INE, en el que algunos medios de manipulación, sin escrúpulo alguno, han descrito la realidad al revés de cómo esta aparece, publicando a los cuatro vientos que la “Pobreza” golpea a uno de cada cinco españoles y que azota a tres de cada diez familias, deslizando subrepticiamente en las mentes confiadas que les atienden con ello, la maligna idea de que la “Pobreza” es causa de nuestra situación, cuando lo cierto es que se trata de un efecto de la misma. O sea, que la pobreza es efecto y no causa de nuestra forma de vida, de nuestro sistema económico, de nuestra estructura social, del injusto reparto de la riqueza, etc. Por ello mismo, los medios de comunicación, deberían evitar hablar de pobres, que sustantiva la condición, cual naturaleza emanada del útero social y en cambio acostumbrarse a decir “empobrecidos” que remite a una secuencia Plotiniana degradante fruto de un sistema injusto que se ceba en los sujetos aludidos con el término en cuestión.

Hablar de la “Pobreza” como un agente inmiscuido a su antojo en nuestra historia socioeconómica, en nada nos diferencia del Hinduismo o el Animismo en los que tienen un dios determinado para explicar cualquier efecto, desde la lluvia hasta la fertilidad. Claro que es más cómodo para la psique propia y para la clase dominante de turno, que las distintas culpas se repartan entre los fantasmas de la Crisis que nos acucia, el Paro que no para de subir, la inflación que ha disparado los precios, y todos estos demonios que atormentan nuestra cotidianidad, antes de pararse a pensar a lo Mao a quién beneficia esta falsa religión de la economía para dar con los auténticos causantes de gran parte de todos estos Males, incluida la pobreza a la que está condenada más de media España si contamos como se debe contar a viudas, pensionistas, desempleados, mileuristas, seiscientoseuritas, veinteañeros que viven con sus padres, etc. Quienes por otra parte, encontrarán estéril consuelo en la Fe católica, reconfortándoles las Bienaventuranzas y saber que los camellos de los ricos lo tienen difícil para pasar por los arcos estrechos de lo cargados que van, que no otra cosa significa el ojo de aguja, expresión como se aprecia, tan granuja como la de que, los ricos también lloran, o esa aún más canalla que confunde pobreza con honradez.

Mercado marcado

La escoria social gusta de identificarse a través de marcas que divulga sus inclinaciones favorables a la explotación infantil de llevar NIKE, o contra la ingestión de carne de entrar en un Mac Donalls...porque quienes no somos escoria social, nunca se nos verá ni vestir, ni comprar, y mucho menos beber o comer nada de marca.

Desde los inicios del mismísimo Génesis, puede apreciarse la notable diferencia que hay entre señalar y marcar: Cuando Dios prohibió a Adán y Eva comer del fruto prohibido, se limitó a señalar cual de aquellos árboles se trataba. En cambio, tras acontecer el asesinato de Abel a manos de Caín, se vio obligado a marcar a Caín para que todo el mundo pudiera reconocerlo, y no se cobraran venganza, dado que lo había perdonado y dejado libre.
Y es que una de las funciones de la marca, es que no se borre con el tiempo y cumpla su función de modo público y reconocible para todos. Así se empezaron a marcar las cabezas de ganado para evitar las típicas disputas entre clanes rivales y cuantos se dedicaban al pastoreo por a quién pertenecía ésta o aquella cabra. No se tardó mucho en extrapolar esta costumbre a los propios seres humanos, que por deudas o por conquista, habían caído en la esclavitud. Incluso, en plena edad media se llegó a crear el territorio conocido como Marca, que pertenecía precisamente al Marqués, por lo que cuanto había de productos materiales y personas en dichos lugares, pasaban a ser de su entera propiedad.
No se sabe muy bien cómo, pero el caso es que en menos de un siglo la marca ha sabido desprenderse de su ignominioso pasado, y resucitado con un nuevo pelaje a ojos de la ciudadanía. Hoy todo viene marcado, desde el laterío más rudimentario, hasta los automóviles, pasando por un sinfín de prendas de ropa, alimentos, música, deporte, que no conformándose con ser etiquetados, que es lo que les corresponde, ahora lucen toda clase de símbolos antropológicos interculturales, conocidos como “Logos” que dan rango de distinción a quien los adquiere y luce.
Es en ésta sociedad, cada vez más desarraigada de sus tradiciones, de su singularidad y de su particulares formas ancestrales que le reportan pedigrí y auténtico abolengo, en donde las marcas, han sabido ocupar el hueco emocional que les corresponde en encarnizada disputa con las sectas y tribus urbanas que pretenden hacer lo mismo. Y es que hoy en día, más que en una sociedad nos hallamos todos inmersos en un inmenso mercado global donde nada ni nadie escapa al menudeo de cuanto caiga bajo la voraz espiral de la oferta y la demanda: Todo se puede comprar y vender, materias primas, productos manufacturados, servicios, información, datos íntimos de las personas, lealtades, imagen, sexo, ocio. ¡Todo!
Dicen los expertos que se trata del mercado libre. Pero libre… ¿para quién? Hoy por hoy, lo menos libre que hay en el mundo es precisamente un mercado, donde tanto productos como personas aparecen marcados. Se trata, nunca mejor dicho, de un mercado marcado: marcado en el sentido de barriobajera trampa, propia de los jugadores de cartas, en donde las grandes empresas y multinacionales, abusan de sus monopolios de poder para, corrompiendo a políticos y comprando espacios en los medios de comunicación, hacer de un lado, competencia desleal al pequeño comerciante y al mediano empresario, y de otro, engalanar con un persuasivo marketing a toda la ciudadanía, ahora convertida en consumidores.
Pero el mercado también, como digo, está marcado en el primigenio sentido de estigmatizado como lo estaban las reses en el corral, los esclavos en la plantación o los siervos en el feudo. Hoy en día, todos los productos parecen pertenecer a Nestlé, a la Philip Morris, o a la omnipresente Coca-Cola. Las franquicias han proliferado como hongos, que amenazan con su venenosa presencia enterrar la comida típica entre hamburguesas de McDonald’s y lápidas de Pizza. Y nuestros jóvenes, que se jactan de no llevar símbolos ni políticos ni religiosos, se han convertido en auténticos hombres anuncio de los pies a la cabeza, de las marcas Adidas, Nike, Levis, y la que tenga a bien, ponerse a tiro. Pero curiosamente, sin cobrar un duro por ello, antes bien, al contrario, pagando precios abusivos que les hace sentir más de lo que son y los degrada hasta allí donde se les quiere ver para que necesiten de semejantes marcas, para sentirse algo o alguien en la vida. Casi casi, han interiorizado tanto que precisan la marca, no para lucirla entre los demás, sino en su propia intimidad, que no es raro, la jovencita o el jovencito, que también lleva marcadas las bragas y los calzoncillos, una con Woman Secret, y el otro con Kelvin Klein.
Esperemos que la crisis haga bueno el refrán de “ No hay mal que por bien no venga” y dejemos todos la tontería de vestir de marca que habría de ser sinónimo de esclavitud y estupidez más que de estar a la última, ser más chic o guay, y se ponga de moda no ir a la moda; porque si esperamos a que la gente lea el excelente ladrillo de Naomi Klein “No Logo” o el ameno “No Marcas. Diario de un anticonsumista” de Neil Boorman, vamos apañados, pues la capacidad lectora de quienes visten marcas, a penas les da para reconocerlas en tiendas y supermercados.