La Policía con los Trabajadores

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Cuando a una pequeña protesta cívica-laboral, por ejemplo, entre 10 y 50 trabajadores, acude una proporcionada fuerza de la Autoridad, entiéndase una patrulla de municipales, un Jeep de la Benemérita o una furgoneta de los Nacionales, su presencia suele ser interpretada por propios y extraños como hostil a la misma, impresión mental que no por justificada a posteriori por idénticos motivos actuantes en el conocido fenómeno de la “Profecía Autocumplida”, deja de ser equivocada.

La suspicacia con que es recibida la Policía a un pacífico acto de protesta de parte de los ciudadanos, se debe a que, una de sus funciones, es ciertamente, la de reprimir al Pueblo cumpliendo órdenes de los Gobernantes; pero también la de protegerlo, dándose el curioso caso de que, en Democracia, a diferencia de una Dictadura, los policías actúan de motu proprio, en ausencia de instrucciones, más en favor de la ciudadanía que en su contra, mal que les pese a sus mandos políticos. Y en consecuencia, lo justo es acoger su cercanía como lo que es, un apoyo explícito de la Autoridad a la protesta velando por que la misma pueda llevarse a cabo sin coacciones patronales ni agresiones de sicarios enviados por grandes empresarios.

Bajo esta perspectiva, ustedes se avendrán conmigo en contemplar la presencia policial en dichas circunstancias como un saludable acto de cercanía emocional y sentido acompañamiento con unos ciudadanos pagadores de impuestos que luchan por sus derechos, las más de las veces, a ras de acera sin más recursos que sus desnudas voces, sus cansados cuerpos y dos o tres letreros confeccionados a base de material escolar con los que exponer a la opinión pública sus demandas, nada que ver con el despliegue de medios y despilfarro de cualquier organismo criminal que nos gobierna para cualquier estupidez que deseen meternos por ojos y oídos, primero para que les elijamos durante las elecciones y después para que no les echemos a gorrazos mientras dure la legislatura.

Esto que teóricamente es tal como digo, difícilmente puede mantenerse en la práctica, si nada más detectarse las fuerzas del orden en las inmediaciones, personas de poco fuste, en vez de recibirlos con ¡Vivas! cánticos y flores, publicitando a los cuatro vientos su apoyo a la causa, tirándose fotos con ellos como hacen los lugareños de zonas ocupadas con las tropas libertadoras, y resto de gestos de agradecimiento por su presencia en la protesta laboral, en el mejor de los casos, ni les dirigen la palabra, siendo habitual proferirles frases ofensivas del estilo “¡Aquí están! ¡Estos son! ¡Los piquetes del Patrón!” que a mi sano entender, nada contribuyen a desarrollar la innata inclinación que todo Policía siente por sus conciudadanos, sólo refrenada hasta entonces, por las instrucciones de sus mandos políticos.

Esta es la pequeña reflexión improvisada el pasado Sábado ante una veintena de compañeros de la CNT de Castro Úrdales quienes protestaban solidariamente frente a una cafetería sita, para más coña, en la céntrica “Avenida de la Constitución” de la localidad, por el despiadado despido de Rosa, quien tras dos años trabajando con contrato fijo en el establecimiento, se ha visto en la calle sin contemplaciones tras sufrir un percance en el hombro, trato que a buen seguro tendrá más posibilidades de prosperar en los tribunales esgrimiendo razones de maltrato animal que por vía laboral conforme a la legislación vigente.

Y lo improvisé, ante la presencia de una simpática patrulla de la Guardia Civil, que todo hay que decirlo, posicionándose en frente, en vez de a uno de sus costados, tampoco supo traducir de manera gestual conforme a las enseñanzas contenidas en la obra de Flora Davis “La comunicación no verbal” la muestra de cariño, respeto y apoyo que todo el Cuerpo da a esta excelente persona, buena vecina del pueblo, trabajadora honesta, que lucha por sus derechos, y que yo, sí se agradecerles desde esta noble tribuna.

El Impuesto explicado a los niños

Imagínense ustedes viviendo en un país donde los criminales y corruptos, se hayan hecho con el control absoluto de sus Instituciones democráticas, desde la Jefatura del Estado, hasta la más marginal de las concejalas municipales, verbigracia, la ocupada del alcantarillado y las basuras, pasando por el Ejecutivo, los Ministerios, el Parlamento, la Judicatura y el largo etcétera de estructuras justificadas con la excusa de hacer cumplir la voluntad popular en defensa del Bien Común en pos del Interés General. E imagínense igualmente, que su población, pese a estar al tanto de su desgracia, sea por cobardía histórica ante el dirigente o por haber heredado un alma social pusilánime, asume la situación como un suceso del destino, confiada en que el mismo es de carácter pasajero y no permanente.

Posiblemente, exijo demasiado a una ciudadanía acostumbrada a la ejemplar honradez de sus dirigentes y a demandarles eficacia y pulcritud en el desempeño de sus cargos públicos; mas, es imprescindible, que los lectores concedan a este autor, tan particular esfuerzo mental de su parte, a fin de entender mi frontal oposición a que en dicho lugar y circunstancia, los padres permitan sumisos que sus hijos sean adoctrinados en los colegios a manos del Ministerio de Economía y Hacienda sobre la necesidad de pagar Impuestos y aún de asumirla ellos mismos en el presente inmediato, si bien, esto último, requiere de un tratamiento separado, a cuyo objeto nada más recomendable que empezar por la lectura del elocuente “Elogio de la ociosidad” de Bertrand Russell.

En un contexto como el descrito, es de suponer que los resortes del Poder Político, a priori diseñados en Democracia para salvaguardar la integridad, la propiedad y libertad personal de la mayoría de la Sociedad, no sirven tanto para vigilar, contener o en su defecto perseguir el delito contra ella cometido, cuanto para permitirlo, extenderlo y fomentarlo en beneficio de una minoría. En consecuencia, es lícito desconfiar, cuando menos cuestionarse, la clase de conocimientos perniciosos que sobre la materia de Impuestos, estos impostores tienen previsto impartir en las aulas con la complicidad necesaria de la Institución docente y la aquiescencia del profesorado a sueldo que engrosa sus filas. Pues, aun aceptando que los padres no están preparados, ni física, ni psíquica, ni intelectual, ni material, ni judicial, ni militarmente, para ejercitar su positivo Derecho a la Desobediencia Civil, bien fundamentado por Thoreau aunque interesadamente muy mal interpretado en clave pacifista por quienes se presentan como sus divulgadores, les debería sobrar fuerzas espirituales para enmendar silenciosamente la situación por medio de su progenie, la cual, más adelante, presumiblemente tendría la oportunidad de recuperar la dignidad perdida de ser un ciudadano.

Porque en su ingenuidad, muchos de estos padres trabajadores y honrados – acaso por ello pobres – interiorizado como tienen vivir en un país gobernado por criminales y corruptos, podrían, no sin motivo, juzgar harto provechoso para el futuro profesional de sus hijos que dichos sujetos transmitieran sus conocimientos jurídico-financieros-político-empresariales, para ralentizar juicios, realizar sobornos, obtener indultos, evadir capitales a Paraísos Fiscales, recibir subvenciones públicas sin justificarlas, hacer facturas falsas, aprovechar las ventajas de una Fundación para la contratación de personal laboral, y resto de conocimientos útiles no disponibles en un programa de estudios convencional atiborrado de Filosofía, literatura, gimnasia y plástica. Cuando las intenciones de sus gobernantes, precisamente no van en dicha dirección, sino en la contraria.

Por lo que he podido averiguar vía Internet, las clases que el Ministerio de Hacienda de dicho país tiene previsto impartir en los colegios públicos a escolares de entre 10 y 12 años tienen por objeto explicarles qué son los impuestos, cuál es su función y finalidad con ánimo de educarles en el derecho y obligación fiscal de todo buen ciudadano. Esto, ya debería ser ofensa suficiente para soliviantar los ánimos de sus progenitores que queriéndolo o no, predican con el ejemplo, pagando el IVA hasta en el pan. Pero no es lo peor.

Según parece, entre las enseñanzas a administrar a los futuros proletarios, se encuentran escurridizos sofismas como “Existen necesidades comunes a mucha gente cuya satisfacción exige esfuerzo colectivo, porque cada persona por separado no tendría capacidad para financiarlas. Para satisfacer estas necesidades colectivas, existen administraciones públicas, como la Comunidad Europea o el Estado, que se encargan de planificar los gastos de los servicios públicos que disfrutan los ciudadanos. Pero para poder pagar estos gastos, las administraciones públicas tienen que obtener unos ingresos que proceden de los ciudadanos”, cuyo mensaje subrepticio traducido en plata vine a decir: Los ciudadanos sois incapaces de autogestionar vuestro dinero y de satisfacer vuestras necesidades comunes. Por eso, es justo y necesario, que terceros como nosotros, que si sabemos hacerlo, lo realicemos por vosotros, en vuestro nombre, con vuestro dinero”.

No es sitio ni momento adecuado, para aburrirles con la traducción completa del lavado de cerebro que en dicho país tiene previsto llevar a cabo contra la población escolar su Gobierno criminal – Me comprometo a publicarlo en breve. Pero para demostrarles la manipulación a la que serán sometidos los niños allí, si la comunidad internacional integrada en la UNESCO no lo remedia, les hago saber que, entre la maraña argumentativa entremezclada de ejemplos de patio de colegio, analogías de puesto de golosinas y metáforas salidas de la consola dirigidas a canalizar la bondad infantil hacia la religiosidad del paganismo consistente en “Si te roban el bolsillo por la izquierda ofrece el de la derecha”, en ningún momento, ni por descuido, en una explicación infantil sobre qué es y para qué sirven los impuestos, se da razón del genuino literal significado de “Impuesto” que abriría los ojos a más de uno sobre su realidad histórica primera y última en la relación entre Gobernantes y gobernados.