Vivimos en una sociedad capitalista donde todo es susceptible de ser comprado y vendido: la fuerza de trabajo, el tiempo familiar, la tierra, el conocimiento, los medicamentos, el cuidado de las personas mayores, el arte, los alimentos básicos…Pero, paradójicamente, siendo también nuestra sociedad democrática, descansando la Democracia en el libre ejercicio del derecho a votar, el voto, paraece no afectado por las exigencias del mercado que dictan todo lo demás y en consecuencia, no existen entidades dedicadas a poner en contacto a potenciales vendedores de su voto con aquellos que estarían dispuestos a adquirirlo a un precio razonable. Por no haber, no hay ni una puñetera Oenegé de esas que se dicen sin ánimo de lucro para ocuparse de esta labor que fortalecería en su esencia el Capitalismo y la Democracia.
Partiendo del axioma de que entregar el voto gratis es una tonteria, yo propongo que la gente, exija al Presidente de mesa, algo a cambio de su papeleta…Qué menos que un recibo, si bien, yo no estoy pensando en eso, sino en algo más contante y sonante.
La Politicasta no tiene vergüenza alguna en reclamarnos el voto gratis, cuando saben el precio exacto que van a ingresar de nuestros impuestos por cada voto emitido, por cada escaño adjudicado, por formar Grupo Parlamentario, etc. Hay que tener la cara muy dura para solicitar el voto gratis al ciudadano con grandes carteles e ingentes titulares en prensa, y después, cobrarselos a manos llenas dando cuenta de ello únicamente en el BOE que es al Estado lo que el etiquetado a cualquier producto de supermercado, es decir, la letra pequeña del Contrato Social.
El Precio Oficial del voto, es muy dificil de averiguar, pues no cotiza oficialmente lo mismo en Municipales, Autonómicas o Generales, ni sale lo mismo en una ciudad grande que en otra pequeña, ni hay forma de saberlo a ciencia cierta, dada la alevosa confusión de datos al respecto con que por parte de los implicados se maneja el asunto. Con todo, tras las debidas operaciones matemáticas en una más que prudente estimación, cabe afirmar que, su cotización oficial para las próximas Elecciones Generales, no es inferior a un euro, cuantificando únicamente la papeleta, de modo que, cuando el ciudadano, ignorante de esta circunstancia acude en masa a la llamada ¡A las urnas! cuando deja caer el sobre en el cristalino recipiente, lo que está haciendo es introducir un euro en la hucha del Partido Político correspondiente, de ahí, que sus líderes se desgatiñen clamando ¡Todos los votos cuentan! Y vaya si los cuentan…pero sólo en sus bolsillos.
Pero una cosa es el Precio Oficial y otra muy distinta su valor. Sea entonces que la libertad de voto, no puede estar sujeta por más tiempo, ni a la prohibición de su compraventa, ni a la tiranía monopolista del Estado cuya injerecia en el mercado electoral, cercena el fundamento de la Democracia que no es otro que el Capitalismo.
Fijar el Precio Ofcial del voto en poco más de un euro, lejos de ayudar en un futuro sistema librecambista donde la voluntad popular pueda sacarle algún rendimiento a la fiesta de la Democracia, supone toda una maniobra de despiste, pues hoy, con un euro, no es posible ni tentar a la suerte en la Lotería y la mayoría prueba a votar a ver si en la siguiente legislatura le va mejor, con idéntica confianza que la depositada en las galletitas de la suerte.
Es necesaria la liberalización del mercado del voto, para que de igual modo que se permite la celebración de mítines, o que vehículos con altavoz a todo volumen vayan pregonando su marca electoral interrumpiendo la clase en las aulas, la misa en la iglesia, la tranquilidad en los hospitales o la siesta de los bebés en el hogar de las barriadas pobres…sea posble también que se abran establecimientos luciendo el letrero ¡Compro votos! o que se pudiera ir por las calles en furgoneta como el colchonero lanero, aireando a los cuatro vientos eso de ¡Se compra! ¡Se vende! ¡El voto! ¡No tire su voto! ¡Nosotros se lo recogemos en casa! Etc.
Con la liberalización del voto, entre los Partidos Políticos y los votantes aparecerian, más pronto que tarde, esas entidades intermedias que ahora echamos en falta para regular el mercado electoral. Ellas, serán las encargadas de dar a conocer a cuánto cotiza el voto, más allá del Precio Oficial para quien lo desee comprar. Para esta tarea tomarán en consideración el número de votos que son necesarios para obtener escaño en tal o cual circunscripción; si la consecución de este último escaño le otorga al Partido interesado la alcaldía, una mayoría simple o garantiza la Mayoría Absoluta; y toda suerte de factores que inciden en el precio final. Tambien ponderarian cuánto se debe pagar al vendedor en función de la distancia ideológica o simpatía personal que le separa del comprador, etc.
Entre los servicios que ofrecerian estas entidades, además de actualizar en red los distintos valores cruzados del mercado para que cada ciudadano acuda por su cuenta y riesgo a pública subasta, también crearian plataformas que agruparan votos comprometidos de ciudadanos dispersos a fin de optimizar su número en el mercado, facilitando al comprador no tener que estar negocando con infinidad de vendedores, aunque ello le suponga pagar algo más. De esta forma, asociaciones de vecinos, AMPAs, clubes deportivos, conventos de monjas o Bandas de Música, podrian ponerse de acuardo para colocar en el mercado paquetes de votos.
Contra esta propuesta, se argumentará que la liberalización del mercado electoral traerá como consecuencia que la Gran Banca, además de tener en su mano el poder económico se hará también con el poder político. Pero eso ya no tiene ninguna importancia, porque en la actualidad tampoco se distinguen.