Los charlatanes profesionales, a propósito de lo sucedido en Francia, parecen coincidir en que es muy dificil comprender lo incomprensible, si bien, no renuncian por ello a marear la perdiz buscándole tres pies al gato para ganarse el sueldo y rellenar espacio mediático con la noticia que toca, con el mismo desparpajo con el que pasados unos minutos tratan de lo bien que le va a Messi en esta liga. Así, sacan a pasear el manido antisemitismo, la socorrida acción de un loco, las típicas motivaciones electorales, sin entrar para nada a preguntarse el por qué estamos conmocionados por tan lamentable noticia, cuando por lamentable que sea, es una gota de agua en el océano de tragedias con las que se aliñan las sobremesas de todos los días laborables y festivos frente al Tontodiario, y mucho menos, invitarnos a practicar una acción introspectiva para sacar a la luz esa otra verdad soterrada, la cual, seguramente nos ayudaría a comprender lo incomprensible, mucho más de lo que lo hacen sus ensayados discursos políticamente correctos repletos de sensiblería enlatada, apropiado piscolabis obsequiado al moralista dominguero que gusta desayunar su cruasán leyendo con avidez dónde, cuándo, cómo y quién ha cometido semejante crimen para sentirse mejor consigo mismo exclamando aquel certero interrogante nietzscheano de ¿Por qué soy tan bueno?
Pues bien, si ustedes siceramente desean llegar a entender qué pasa por la cabeza de alguien que a sangre fria acude a un colegio y se pone a disparar a niños indefensos, continuen leyendo mientras puedan, que no les defraudaré valiéndome para ello de una conocida técnica utilizada en las claes de Ëtica para poner a prueba nuestras convicciones y sobre todo, descubrir nuestros más oscuros sentimientos, mecanismo de investigación moral magníficamente expuesto en la obra recientemente publicada de Michael J. Sandel “Justicia” cuya recomendable lectura es todo un ejercicio espiritual:
Así como la cercanía de los hechos supone un plus emocional dado que aumentan las posibilidades de verse implicado el “Yo” en la escena, y la reiteración mengua la intensidad con la que percibimos cualquier realidad – de haber ocurrido en Israel, nuestra conciencia lo asumiría como algo normal – sucede que en asuntos psicológicos, como advirtiera Hume en su célebre “Tradatado sobre la Naturaleza Humana” nada hay en uno que no pueda hallarse en los demás y nada en los demás que uno no pueda encontrar dentro de si mismo. O sea, que para comprender al asesino de esos niños judios, hemos de escarbar en nuestra intimidad, no tanto para empatizar con su causa, cuanto para aceptar que al contrario de lo que se nos dice, no es un monstruo, más de lo que ya lo somos el resto. ¡Síganme!
Según se nos ha informado, un ex militar bien armado irrumpió en un colegio judio donde sin piedad mató a 3 niños y un profesor del centro. La noticia es ¡Terrible! Pero ya hemos visto que de haber acontecido algo más lejos, sería menos terrible aunque hubieran sido el doble, el triple o incluso el cuadruple del quíntuple las víctimas, que de estos casos los hay para dar y tomar por el mundo, sólo que, en lugar de un loco solitario armado de ametralladora en moto por el sur de Francia, es un piloto de la OTAN bien entrenado que lanza bombas por aldeas de Afganistan o Irak. La cuestión a la que ustedes deben enfrentarse primeramente es: el conocimiento de la tragedia ¿les impactó más o menos antes de saber que los niños eran judios? El dato no es irrelevante. Una mente bien formada, trabaja por su cuenta más rápido emocionalmente que racionalmente. Lo suyo, es que una vez sabido que eran judios, le importase menos, hasta lo recibiera con alivio porque saber que el asesino mata judios, disminuye la incertidumbre de la arbitrariedad. Además, aunque cruel, entra dentro de la tradición europea antisemita. De haber sido niños, pongamos por caso, de una comuna Bahai, casi merecerían aparecer en la página de sucesos por su rareza.
Establecido lo anterior, ciertamente, el pensamiento consciente rechaza sin ambages la tragedia y cualquier intento de explicación se le antoja justificativo, pero nuestras emociones continuan trabajando subrepticiamente. Para ahondar en este plano emocional pregúntese en un segundo momento, si el horror que siente por esos pobres niños judios indefensos, ¿sería el mismo si en vez de judios, fueran gitanos? Yo ya les adelanto que independientemente de su hipocríta respuesta, en el fondo saben que ¡No! El judio, aunque despreciable para el buen cristiano, digamos que de momento y por dos o tres generaciones más, ha pagado con creces su merecido castigo y no es cuestión de ensañarse, además de que cuentan en su haber con la marca registrada de “Victimas globales”. Pero el gitano…con sus 800.000 oscuras almas muertas en los Campos de Concentración nazis, no alcanzaron dicha cuota de reconocimiento Hollywoodiense necesaria para que les tengamos ninguna lástima. Con todo, pese a ser gitanos, su condición de niños haría que nos conmoviera algo el corazón, cosa que evidentemente no sucede si fueran gitanos con pelo en pecho y navaja en el bolsillo que seguramente les habrian dado su merecido por andar todo el día metidos en jaleos, más por vicio que beneficio, cosa que sería disculpable.
Para averiguar algo más, es necesario plantearnos en un tercer estadio de la cuestión, si acaso, el conocer que el crimen se haya cometido en una escuela, no nos ablanda un poco el seso. A tal objeto, supongamos que además de no ser judios, sino gitanos, estos no estuvieran disciplinadamente en clase en un considerable esfuerzo familiar por la integración, cuando su asesino les disparara a sangre fria a la cabeza, sino jugueteando como dios los trajo al mundo en su chavola en un poblado a las afueras de Toulouse. Llegados a este punto, lo que ustedes empeicen a sentir por estos pobres diablos, se asemejará más a lo que sentimos cuando se nos habla de lo anteriormente sugerido sobre los niños muertos durante un bombardeo de las fuerzas humanitarias, cuya impresión, tampoco es que iguale en la mente a la que nos provocaría la muerte inesperada de un personaje de ficción como Harry Potter en la gran pantalla.
Un cuarto paso en el proceso nos lo permite el hecho de que, como quiera que las fronteras todavía sirvan para distiguir lo nuestro de lo ajeno, el ser conscientes de que esos mismos tres gitanillos acribillados a balazos, pese a ser gitanos, son de aquí, hace que tengamos para con ellos cierta indulgente empatía que sin lugar a dudas se vería esfumada ¡ipso facto! en cuanto se notificara, que además de gitanos, son de origen rumano. Entonces, ya podemos confesar sin disimulo que lo que sentiríamos hacia ellos, en poco o en nada diferiría de lo que sentiríamos por una gamberrada denunciada por la Protectora de Animales en una tienda de mascotas. Es más, podría nacer en nosotros la indignación de que con tantas personas que lo están pasando mal con la crisis, esta gente venga aquí con sus problemas a turbar nuestra paz social. ¡Que se vayan a matar a su país!
Para no prolongar hasta el infinito este ejercicio moral, por último devolvamos su condición de judios a esos pobres niños, pero esta vez, en lugar de ser ejecutados a sangre fria por un ex militar neonazi, murieron a manos de un musulmán en venganza por la muerte de decenas de niños durante los bombardeos efectuados por el Gobierno Nacional Sionista de Israel sobre la Franja de Gaza. ¡Vaya sorpresa! Quien más quien menos de entre ustedes ya lo sentirá algo menos e incluso en algunos corazones asomará la alegría.
Pues bien, si usted ha realizado por entero este Via Crucis interior reconociendo los lugares comunes de nuestra sensibilidad, le será más sencillo comprender cómo y de qué manera se llega a lo que se ha llegado. Sólo es cuestión de esperar o como se dice ahora, de estadística.
Sobre Sexo. Ocurrencia
Todos somos homo sexuales.
Pantomima de la soberanía toreada
Hace tiempo que la Soberanía no reside en el Pueblo. Lo cierto es que nunca ha habido tal alojamiento, en todo caso alejamiento entre los conceptos y aún de sus realidades. Mas, si lo pensamos mejor, tampoco es que haya existido con mucho énfasis eso llamado Pueblo y menos aún algo tan laxo denominado Soberanía. Pero, si por Soberanía entendemos la capacidad que una entidad tiene de tomar decisiones que le afectan por su cuenta y riesgo bajo su entera responsabilidad y el largo etcétera biensonante de la politología, que dicha entidad corresponde a una sociedad cuyo conjunto de miembros acuerdan tomar dichas decisiones de modo democrático mediante la elección de sus representantes – perdón que me da la risa como a Montoro – y el manido elenco de virtudes que adornan tan vacuo discurso, entonces y sólo entonces, puede decirse que sí, que se perdió cada vez que se proclamara su recuperación, ejemplos los hay para dar y tomar en la Historia que no absuelve a nadie a este respecto.
El último caso, nos lo ha brindado en bandeja el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a modo de indigesto aperitivo del bicentenario de “La Pepa”, quien la semana pasada sacaba pecho en Bruselas como Cid Campeador esgrimiendo Tizona en mano, haber recuperado para España el santo Grial de la Soberanía Perdida, haciendo suyo el derecho de fijar la cuota de déficit que nos podemos permitir, sin pedirle para ello permiso a nadie y menos a la Sra. Merkel. Faena que fue felicitada al unísono por todos los titulares a derecha y derecha del espectro mediático a modo de popular ¡Ole tus cojones! cual banda de música que ameniza la corrida con “Paquito Chocolatero”, unanimidad que animó a toda la cuadrilla calumnista y tertuliana a auparle a hombros – no precisamente de gigantes como a Newton – para darle la vuelta al ruedo entre pañolada y sacarle por la puerta como a José Tomás en la Maestranza, sin antes observar que del cuerno al rabo todo es toro y el que se estaba lidiando, lejos quedaba de pensar en las pipas facundo…
Porque es posible que los cuatro pases con los que se acostumbra a torear al autóctono periodismo comulgante, cuyas embestidas parecen más convenidas que las resoluciones de la ONU y el alarde de estos nuevos recortadores de feria ejecutados en beneficio del pueblo con la venia de la autoridad sindical, si el tiempo lo permite y el calendario de puentes y festivos no se opone, sean méritos suficientes para obtener su aplauso general en el ruedo ibérico, más no parecen convencer en otras plazas que exigen el sacrificio de la sangre de ese toro enamorado de la Luna, que no es otro, que nuestro Sol de vacaciones y playa, del que mientras hemos podido se nos ha dejado disfrutar alegremente como aconsejaba Góngora a la doncella junto a cuyo cabello, el oro bruñido relumbra en vano, ahora que éste, en abrupto revés alquímico, más que mercureo se ha vuelto plomo y no tenemos con qué pagar, no parece que la capacidad de decidir nuestro futuro sea la del torero, cuanto la del toro, que bien es cierto, ha nacido para ello y para lucirse en su fiesta en una lucha justa llena de gloria y esplendor.
Pero no crean ustedes que nuestros representantes se juegan el tipo en el coso europeo como se nos ha pretendido hacer creer vistiéndose de luces, ni siquiera reconociéndoles su condición de bestia sacrificial…Más que a una representación de la representación, hemos asistido a una pantomima de su ejercicio, cuya apoteosis escénica pudimos contemplar, no entre los actores principales del circo Rajoy haciendo de nuevo Prometeo y Merkel encarnando a la Diosa de los Azotes, sino cuando el Presidente del Eurogrupo, Junker, sorprendió a todo el graderío agarrando por el cuello al Ministro de economía español De Guindos para transmitirnos la idea bíblica de que, Europa aprieta, pero no ahoga.
Del cagar. Ocurrencia
Cagamos a escondidas porque cagamos mierda. Lo curioso del asunto, es que si cagáramos oro y diamantes, también lo haríamos a escondidas.
Del Athletic. Ocurrencia
Ayer descubrí muchas buenas razones para convertirme en hincha del Athletic. Pero ninguna de ellas estaba precisamente sobre el terreno de juego, sino por García Rivero y alrededores.