Democracia Canibal

La presentación en sociedad a manos de la comunidad científica de la primera hamburguesa elaborada con células madre de vaca, ha levantado enorme expectación, excitado toda clase de especulaciones desde las puramente gastronómicas del todo comprensibles hasta las más refinadas preocupaciones teológicas, pasando por las repercusiones para la industria agropecuaria, los rumores bursátiles y hasta vacilaciones semánticas en la Academia de la lengua que se verá en la necesidad de redefinir qué entendemos por carne de vacuno.

En mi caso, la noticia me ha pillado hojeando “Reyes y caníbales” obra muy recomendable del antropólogo Marvin Harris donde nos explica que los sacrificios humanos a manos de las élites extractoras de las antiguas civilizaciones, tenían más relación con la escasez de proteínas que con cualquier fundamento religioso con el que se pretendiera revestir. Y claro, la idea de una hamburguesa que ha costado más de doscientos mil euros que no va a poder saciar el hambre de la humanidad hasta pasados diez o veinte años según los expertos, combinada con los alarmantes datos publicados sobre la aparición virulenta del fenómeno de la desnutrición infantil en España que ya afecta a una cuarta parte de los escolares, los sacrificios que de continuo pide el Presidente Rajoy a la población y lo sonrosadamente rollizos que se les ve a nuestros políticos, me ha animado a proponerles una idea novedosa con la que conjugar todos nuestros males de un solo bocado, a saber: Tomando en consideración todos los elementos indicados, juzgo interesante plantearnos la posibilidad de instaurar la Democracia Caníbal, consistente en paliar el hambre del Pueblo por medio de la ingesta popular de sus representantes políticos.

La Democracia Caníbal establecería un pacto social mediante el cual, el Pueblo mientras las cosas fueran bien, se comprometería a obedecer en todo y a tratar a papo de Rey a sus Señorias, colmándoles de privilegios y eximiéndoles de cualquier obligación, moral, penal o social. A cambio, la casta política, en los periodos de escasez y penuria asumiría con pundonor su responsabilidad ofreciéndose en sacrificio para conjurar los males comunes poniendo fin a sus vidas, lo que implicaría una mecánica regeneración de la vida política sin necesidad de convocar las temidas primarias ni las molestas elecciones dentro de los Partidos, así como paliar en algo la falta de proteínas de la ciudadanía distribuyendo su carne en ínfimas proporciones por las distintas cadenas de alimentación y franquicias de Mal Conas y Borrikin. A tal efecto, en todo edificio institucional fuera este Ayuntamiento Diputación, Cámara autonómica, Senado o Parlamento, habría unas dependencias habilitadas como mataderos donde, de cuando en cuando, conforme fueran evolucionando las encuestas del paro, los índices de la Renta per Cápita o el mismo PIB, se iría despachando a concejales, alcaldes, consejeros, diputados, ministros y hasta miembros de la Casa Real – en este caso siempre que las hembras alcancen los 30 Kg y los machos 40Kg -, a quienes se despedazaría adecuadamente si sus cuerpos fueran jóvenes y sanos destinados a platos de la alta cocina servidos en restaurantes con estrellas Michelín o en su defecto, pasarían directamente a la trituradora para picadillo de hamburguesa, dirigida a satisfacer la demanda de los barrios pobres y marginales de las capitales.

Quien desee ver en esta propuesta político-gastronómica una involución cultural del pensamiento hacia el estadio salvaje, está en su derecho. De lo que nadie podrá acusarme es de enaltecimiento de la violencia y mucho menos del terrorismo. Lejos de degradar a nuestros representantes públicos cuya imagen hoy los medios de comunicación restriegan su corrupción entre los ciudadanos como Juan Bautista arengaba a las masas contra Herodes por sus vicios, yo, elevo a nuestros gobernantes a la categoría de dioses, dispuestos no ya a poner a prueba a su más ferviente servidor Abraham ante el dilema de sacrificar a su propio hijo, sino ofreciéndose ellos mismos en holocausto para salvarnos a todos por nuestros pecados como hizo nuestro Señor Jesucristo, cuya carne comemos y cuya sangre bebemos cada vez que acudimos a misa a comulgar.

Hablemos de Gibraltar

Habiéndose dejado el “Caso Bárcenas” sin la debida explicación política dentro y fuera del Parlamento, está justificado en adelante que la ciudadanía tilde de “cortina de humo” y no de “Serpiente de verano” cuantas acciones emprenda el gobierno de Rajoy, no encaminadas a esclarecer lo sucedido o a asumir responsabilidades, apreciación agudizada en el tema de la colonia del Peñón, por guardar la presente circunstancia de un Partido Popular con mayoría absoluta gobernando por decreto, vetando comparecencias y pese a todo de capa caída hasta en los Telediarios bajo su dominio, estrechas similitudes con lo acontecido en Argentina, cuando el gobierno de la Dictadura militar durante sus horas bajas, pretendió galvanizar los sentimientos patrios con la reclamación de las Malvinas, igualmente en las garras de la Pérfida Albión. Mas, como quiera que hasta los más complejos algoritmos informáticos de la NASA identifiquen la realidad política española como una Democracia, no debemos rehuir departir sobre lo que tercie por miedo a que las palabras sobre el colonialismo oculten los hechos de la corrupción y es con esta disposición de servicio que cierro filas como es deseo del ministro García Margallo y me dispongo a hablar de Gibraltar.

Es en Gibraltar donde se comete gran parte del fraude fiscal que el Gobierno del PP no sólo no persigue entre las grandes fortunas de empresarios y banqueros con el mismo celo que investiga la indebida percepción del subsidio del paro o la simulación de las bajas laborales por parte de los trabajadores, que hasta lo perdona. Y es que allí, hay el clima social que genera la confianza que siempre nos demanda el Presidente del Gobierno para atraer inversiones y financiación:

En Gibraltar, los políticos forjados en la doble moral protestante, sin renunciar a la corrupción que le es propia al género humano, dimiten en cuanto son pillados in fraganti y se cuidan muy mucho de echar la culpa a la prensa. En Gibraltar, su Primer Ministro no aparece ante sus ciudadanos en los momentos críticos en una pantalla de plasma; En Gibraltar, el Partido Gobernante no tiene a su ex tesorero en la cárcel ni este más de cien millones de euros repartidos por todo el mundo en distintos Paraísos Fiscales; En Gibraltar, el gobierno no precisa esquilmar las arcas públicas en una cuarta parte de su riqueza nacional para entregárselo a fondo perdido a los bancos; En Gibraltar no se permite a la entidades financiera comercializar auténticas estafas entre sus compatriotas como las Preferentes; En Gibraltar la cuarta parte de la población activa no sufre el desempleo; En Gibraltar la pobre gente no es desahuciada de sus casas por no poder afrontar cuatro meses las cuotas de la hipoteca; En Gibraltar, el 28% de los niños no padece malnutrición necesitándose abrir por caridad los comedores escolares en pleno Agosto para garantizar la dieta saludable en proteínas que sus familias ya no les pueden proporcionar; En Gibraltar, sus jóvenes talentos salen a formarse y no a trabajar en el extranjero por falta de oportunidades; En Gibraltar, el gobierno no ha recortado en ciencia, ni en salud o educación; En Gibraltar, el Gobierno no ha subido desproporcionadamente todos los impuestos; En Gibraltar no se ha congelado el sueldo a funcionarios y pensionistas; En Gibraltar, no se ha elevado en dos años la edad de jubilación…

Me encantaría seguir hablando de Gibraltar, aun a riesgo de corregir el texto de Platón sobre la ubicación de la Atlántida. Pero, conforme voy avanzando en su relato, se acrecienta en mi espíritu reclamacionista la abierta contrariedad que me hace comprender por primera vez la sinceridad con que los Llanitos de la Roca se desgañitan en declarar a los cuatro vientos con acento andaluz, su sentimiento de pertenencia a la Corona británica, porque efectivamente, la realidad descrita no pertenece a ningún rincón de España, a lo sumo, nos puede tocar algo por Andorra.

Ferraris de Imitación

Son abundantes los relatos mitológicos que presentan al Hombre sometido al castigo divino por pretender parecerse a los dioses, siquiera por gozar de alguno de sus privilegios; acaso por ello mismo, algo arrepentidillo, en la tradición judeocristiana, el Creador nos hizo a su imagen y semejanza, por entender que quizá copiar lo bueno, no sea tan malo como no hacerlo, aunque tampoco se abstuvo de prohibirnos lo mejor.
El problema entre el original y la copia ya lo afrontó Platón en su Teoría del Conocimiento por medio del concepto de “Participación” donde los distintos bienes participan de la “Idea de Bien” sin que por ello la misma se reparta perdiendo su unidad en la pluralidad, ni sea suplantada. De hecho, las copias, ayudan a la extensión en el tiempo y en el espacio de la presencia del original que per se, no alcanza para satisfacer como tal la demanda de su asistencia constante.
Este es el motivo por el cual en las letras y números, la copia y el copista durante la antigüedad hasta la invención de la imprenta, gozaron de prestigio en la transmisión de los conocimientos en la medida que copiaban al milímetro sin desviarse un ápice del documento original, siguiendo los pasos de los rapsodas que les antecedieron en la transmisión de la tradición oral. Lo mismo sucede en el Arte, la Ciencia o la industria; los aprendices no innovan, ¡Imitan! Y no dejan de hacerlo hasta que son capaces de seguir su propio camino, no sin antes saberse de memoria el recorrido trazado una y mil veces por quienes le antecedieron. Los propios Maestros artistas o artesanos eran medidos en sus distintos artes y oficios por el grado de perfección con el que eran capaces de reproducir la realidad hasta la aparición de la fotografía y la producción en serie. Por eso los pedagogos insisten en que la mejor lección se imparte con el ejemplo: los niños aprenden todo de sus padres y de sus profesores, más por imitación, que por explicación o estudio.
Pese a la crítica que Aristóteles hiciera de su Maestro presentando el “Problema del Tercer hombre”, no tuvo empacho en disociar conceptualmente en todo animal al “individuo” de la “especie” que bien mirado parece una traducción al mundo natural de la “Copia” y el “Modelo” de la Idea apuntada por Platón. Así, siendo definido por el estagirita el Hombre como un “ser social por naturaleza”, quien sabe si por no diferir en demasía el individuo de su especie, forjara los patrones culturales de conducta y las modas para frenar psicológicamente la divergencia física racial e idiomática que desde el paleolítico superior empezaba a destacarse dentro del sapiens.
Hoy los términos copia e imitación, soportan una fuerte carga peyorativa, cuando, todo a nuestro alrededor se fundamenta precisamente en ser copia e imitación de los patrones por los que se guía la producción en serie de las cadenas de montaje, las patentes industriales, los genes en biología, las representaciones teatrales, las interpretaciones musicales, etc. Todo es copia e imitación. Nada hay nuevo bajo el sol.
Visto está entonces que imitar, copiar, recrear, reproducir, etc, es el modo habitual con el que la humanidad ha contado para progresar en el proceso de hominización: primero imitamos a la naturaleza como puede observarse en las alas de los aviones o en el zoomorfismo de los propios vehículos y luego a nosotros mismos. El problema sobreviene cuando la copia y la imitación desean hacerse pasar por originales; es entonces que aparecen el camuflaje, la impostura, el plagio, la estafa, para dar gato por liebre o el chocolate del loro, realidades humanas nacidas de la codicia y la ostentación que tanta mala fama han contagiado a los nobles conceptos que nos ocupan.
Esta semana, la policía ha desmantelado en Valencia y Madrid una red dedicada a la fabricación – podría decirse “artesanal”- de “Ferraris de imitación” cuya carrocería reproducía en todos sus extremos el lujo de los modelos originales, si bien, por dentro, el motor era el propio de un vehículo de gama media. El caso, se sitúa en cabeza del consumo conspicuo aparente, cuya parrilla de salida permanente se halla en los bazares chinos, y de ahí va escalando posiciones durante las Navidades con las gulas, y el resto del año por la ropa de mercadillo, los bolsos, relojes de impostación… No obstante, creo equivocado adjudicar el término “falso” como he leído en algunos medios de comunicación a todas estas piezas, por cuanto, tanto los compradores como los vendedores, en la medida que adquirían y ofrecían las mercancías por un precio sensiblemente inferior al del mercado – en este caso 40.000 euros – están muy al corriente de que la mercancía objeto de la transacción es copia y no original, por lo que, el asunto no pasa de ser para los primeros un sucedáneo con el que dar el pego a terceros y para los segundos un negocio a la sombra de una marca inalcanzable para la mayoría de los mortales.
Y de nuevo los mortales son castigados por intentar ser como dioses. Pero hete aquí que, la irrupción de la fotocopiadora en 3D va a corregir de súbito el asunto, de modo que o las marcas espabilan y permiten que sus objetos de deseo accesible sólo a la vista lo estén también de nuestro bolsillo, o de lo contrario, el lujo universal pasará a ser aquel practicado sólo por la élite social a la que pertenezco practicamos, cuál es, la de vivir al margen de las marcas.