No es lo mismo la confianza política, que la política con fianza.
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Ministerio de Indultos y desimputaciones
La condena a cuatro años de cárcel a Pedro Pacheco por enchufar sólo a dos compañeros de partido siendo alcalde de Jerez de la Frontera, ha causado alarma social por cuanto de continuar en su afán de criminalizar la corrupción político-financiera del país, los tribunales y Magistrados van a crear una burbuja carcelaria muy difícil de sostener para las arcas del Estado, toda vez, tenemos suprimidos los trabajos forzados.
No seré yo quien defienda la tesis de que personas como Miguel Blesa y sus secuaces, queden impunes por problemas de espacio en un país donde como dijera en su día un director de asuntos penitenciarios interpelado por los periodistas acerca de la “Crisis carcelaria “¿Crisis? ¿qué crisis? ¡Cada vez hay más!”. Empero, creo oportuno replantearnos la conveniencia de invertir más dinero del que seamos capaces de recuperar por tan estéril procedimiento, pues no veo yo cómo vamos a reeducar a esta gente que ha estudiado en los mejores centros privados de la nación para cometer soborno, cohecho, malversación, desfalco, apropiación indebida…
Dado que estoy sólo en la defensa de la Pena de Muerte por ingesta de oro fundido para delitos económicos superiores a los 5 millones de euros cometidos contra la comunidad sólo eludible previa devolución del importe sustraído y de recibir unos azotes, únicamente me resta proponer un plan estratégico para la creación inmediata de una red privada de Centros Penitenciarios de lujo cuyo coste y mantenimiento correría a cargo de los condenados que se lo pudieran permitir. Además de crear puestos de trabajo, nos ahorraríamos el paradójico montante económico que nos supondría mantener a quienes nos han robado. Pero como el acostumbrado cortoplacismo político difícilmente podrá atender dicho plan estratégico, lo mejor será tomar el atajo acostumbrado del indulto vía Consejo de Ministros a la que ahora se ha sumado la técnica fiscal de la Desimputación.
Ahora bien, una sociedad moderna, no puede permitirse el despilfarro de tener a todo un Gobierno atendiendo de continuo solicitudes de indulto, estudiando casos, firmando su concesión y dando ulteriores explicaciones en los medios de comunicación de por qué a fulanito sí y a menganito no. Urge crear un Ministerio de Indultos y Desimputaciones para anticiparse, por una vez, a una demanda social que clama a gritos por la indultación inmediata y si es preciso hasta preventiva, de todos los políticos, empresarios, periodistas, banqueros, clérigos…que estén implicados en algún proceso penal en curso o por abrir. Un Ministerio de Indultos y desimputaciones sería visto por la población como más útil a las necesidades inmediatas del país que el de Trabajo, Fomento, Educación o de Portavoz.
Evidentemente, las personas indultadas deberían realizar un acto público de contrición repitiendo la fórmula “¡Lo siento mucho! ¡Me he equivocado! ¡No volverá a ocurrir!” además de comprometerse a ayudar financieramente a alguna Oenegé para aliviar el problema de vivienda en Mali, realizar tareas de patrocinio deportivo de los clubes de futbol y mecenazgo artístico de los miembros de la SGAE o en su defecto pagar durante varios años publicidad en los medios, aunque no estaría de más que también concedieran donativos a los partidos políticos, a los sindicatos, asociaciones de abogados, jueces y fiscales para fortalecer la Democracia española que tan necesitada está de gestos altruistas y desinteresados como esos.
Es posible que alguien contemplara en estos actos de reparación más la causa que el efecto de nuestra corrupción sistémica por cuanto con ello pudiera pagarse el silencio de unos, la complicidad de otros y la conformidad de todos. Y es aquí donde yo quería llegar: ¿A caso no somos todos culpables de la situación por haberlo permitido por activa o por pasiva? Efectivamente, si la crisis económica ha sobrevenido por haber vivido todos por encima de nuestras posibilidades, no es menos cierto que la crisis moral ha aparecido porque todos nos hemos corrompido más de la cuenta. En consecuencia, nada malo hay en indultar y desimputar a cuantos haga falta, porque en su pecado va nuestra penitencia.
El Pacto de la Zarzuela
En ocasiones, cuando el verso del poeta se queda a medias justo en el momento que dice “Caminante…¡No hay camino!” y todos asentimos resignados “Es verdad. ¡No lo hay!” Resulta que ¡sí!, que si lo hay. Yo mismo publiqué un oscuro pronóstico bajo el título “¡Mal! ¡Mal!” donde aventuraba una previsible nueva poda en el árbol genealógico adyacente al accidente como única salida airosa a todo el trasunto del yernísimo. Y sin embargo, Don Juan Carlos, ha dado de nuevo una gran lección a todos de cómo se puede solventar los asuntos de familia de un modo justo y decoroso para todos. pero antes de explicar a qué me refiero, deseo exponer un hecho:
Desde mi postura republicana, nunca aceptaré como buena en nuestros días la figura de un Rey; menos todavía cuando dicha figura más que neutral, es neutralizadora de los genuinos valores democráticos, pues nada hace por interceder contra los abusos del poder en favor del Pueblo que de casta le viene al galgo. Ahora bien, debo reconocer que en Don Juan Carlos, siempre he visto un ejemplo de buen familiar, preocupado por los suyos, deseoso de colocar bien a su progenie económica y afectivamente, atendiendo a las muchas necesidades de sus hermanos, sobrinos, nietos de sangre y también los políticos que ustedes no se hacen ni idea de cuanta gente cabe en el Palacio de la Zarzuela y alrededores. Dejando a un lado asuntos humanamente comprensibles de los que nadie debería ocuparse en público, Don Juan Carlos, si debería representar algo, no sería ni a España, ni la Democracia, ni siquiera la Realeza, sino la institución de la Sagrada Familia, y me extraña mucho que de ello no se haya percatado el máximo representante de la Iglesia en el Reino, Roucco Varela. Dicho lo cual, prosigamos…
Reunidos todos los picos de aquí y de allá, sin dirimir si esto fue para uno y esto para otro, seamos prácticos ¿De cuántos millones de euros estamos hablando en el caso Urdangarin? Creo que no superan los 20 millones de euros. Pues bien, la dación del Yate “Fortuna” que le regalaron los empresarios a su Rey al Patrimonio Nacional, valorado en 18 millones de euros, es un primer gran paso para resarcir a las Arcas Públicas y restituir el honor de la Casa Real. Si a esta entrega se le sumara la renuncia a la fortuna heredada de aquel mallorquín a la Comunidad Balear, yo, y creo que muchos más, nos daríamos por satisfechos y hasta aplaudiríamos la valentía y la inteligencia mostrada en este bochornoso asunto. De verdad lo creo así.
Y algo se debe estar cociendo al respecto, porque al de pocos días de anunciar la Casa Real la cesión del yate a Patrimonio Nacional, la Audiencia de Mallorca ha reducido sustancialmente la fianza de Urdangarín con la excusa del IVA que parece valer para como deducción para estos trances, innovación jurídico-fiscal que me parece excelente para todos.
Pero lo mejor de este digámosle “Pacto de la Zarzuela” de cambiar “bienes por perdones” para que Don Felipe tenga alguna oportunidad en el relevo, es que, Su Majestad el Rey, por una vez ha marcado el buen camino de la rectificación, restauración, contrición y verdadera muestra de arrepentimiento a todos los implicados en casos de corrupción política o financiera del país, porque “obras son amores y no buenas palabras” a la salida del hospital. Si los Partidos y empresarios se dieran por aludidos como mínimo de querer imitar al Rey, deberían empezar por abstenerse de aceptar ninguna subvención durante la próxima legislatura; si los sindicatos tuvieran un mínimo de vergüenza por su traición continuada en los comités de empresa pactando despidos y jubilaciones anticipadas, deberían vender su patrimonio para contribuir, esta vez económicamente, al fondo de desempleo; y si los bancos desearan mantener el tipo ante el arranque de pundonor mostrada por los Borbones, cuando menos, deberían entregar de inmediato a los Municipios todos los pisos y lonjas comerciales que tienen vacios para que se pongan a disposición de la ciudadanía que las ha pagado con creces.
Externalizar la Corrupción
Como me explicaron en Teología, las continuas referencias a la piedad y la santidad de Israel aparecidas en la Biblia en boca de sus profetas, son más signo de su carencia que de su abundancia; parecido ocurre cuando a todas horas escuchamos a nuestros gobernantes hablar de esfuerzo y sacrificio.
Llevamos siglos conformando una extraña sociedad entre ciudadanos pícaros y gobernantes corruptos cuyo equilibrio inestable se fundamenta en “Tu ocúpate de lo tuyo y déjame llevar lo mío” donde nadie se queja mientras haya uvas por comer de dos en dos o de tres en tres, apareciendo las revueltas de unos y grandilocuentes discursos de los otros, a cada mala cosecha.
El denominado “Siglo de oro español”, salvo en literatura, pasó de largo camino de los bancos holandeses donde se jactaban de tener españoles como estos tenían indios, de modo que, toda aquella riqueza no generó un tejido industrial, mas si una idiosincrasia oportunista y aventurera basada en la esperanza de hallar el Dorado o el fabuloso reino del Preste Juan, aunque a lo más que se llegara fuera a quedarse en Babia, mientras nuestros más directos competidores nos introdujeron cual Caballo de Troya a la rama menos afortunada de los Capetos franceses, para entendernos, la Casa de Borbón.
Entre ficción y realidad, afloraron celestinas, lazarillos, don juanes, Rinconetes y Cortadillos, Lucas Trapazas, Sancho Panzas y lozanas que pugnaban entre el populacho por hacerse un huequecito entre el tropel eclesial compuesto de curas, frailes, monjas, barraganas, mancebas y la no menos nutrida corte palaciega integrada por cortesanos, amantes, favoritos y bastardos que ciertamente se las apañaban para vivir en tierra de Jauja entre lacayos, camareras, doncellas, sirvientes y mozos.
Así mejor se comprende cómo desde los albores de la revolución Industrial, en España en vez de premiarsela actividad, aumentar el empleo, favorecer el negocio o fomentar que las personas trabajen por su cuenta, todo ello se castiga con grandes impuestos disuasorios a fin de que nadie piense en otra cosa que convertirse en funcionario, máxima aspiración entre la ciudadanía, si es que no ha conseguido vivir del cuento.
Hoy nos ha tocado pasar por unas viñas más peladas que Carracuca y como quiera que un grano de uva no da para discordia, buena es la ira que rezuma entre acusaciones cruzadas de ¡Y tu más! Porque es cierto que los políticos y las élites económicas en su corrupción plena, no son otra cosa que reflejo visible de la picaresca del pueblo llano, sólo que, acrecentada cualitativa y cuantitativamente por la ventaja del Poder.
Apelar a la honradez y la ejemplaridad de todos, es menos eficaz en estos momentos que las llamadas a la calma durante un hundimiento. Por otra parte, para bien o para mal, la picaresca y la corrupción, son parte consustancial de ser español, si bien, he de reconocer que sólo cuando nos mantenemos en el territorio, porque fuera, somos ejemplo de trabajo, esfuerzo, prosperidad y todas esas cualidades que se observan en los inmigrantes de cualquier lugar. Y quizá ahí esté la clave…
Es posible que no debamos dejar de ser como somos: que baste con aprender de los ingleses. Aun compartiendo la moralidad espartana sobre el latrocinio que sólo debía reprenderse de ser descubierto precisamente por no haber sido lo suficientemente hábil para pasar desapercibido, juzgo que, una sociedad no puede fundamentarse en el robo mutuo, siquiera en años de vacas gordas. Es como robarse a uno mismo. En cambio, si fuéramos capaces de imbuirnos del espíritu de “La Roja” poniendo todo nuestro afán en saquear a terceros países, es posible que lo que hasta la fecha ha sido defecto, se vuelva virtud.
A decir verdad, nuestras multinacionales hace tiempo que han externalizado la corrupción allí donde van. Pero queda mucho por hacer en cuanto a colocar más políticos nuestros en puestos clave de la UE, OTAN, FMI o la ONU, máxime ahora que muchas de nuestras Oenegés están repatriando a los cooperantes por falta de recursos.
El país de Crim
El diccionario remite “Criminal” a “Crimen” palabra de origen latino que a su vez integra el lexema indoeuropeo “Krei” que supone segregación, discriminación, separación, división, etc. Por ello, bien pudiera ser en grado de hipótesis que, tanto la palabra como su significado tuvieran su origen en un tiempo muy anterior a la constitución de los primeros Imperios reconocidos por la Historia.
Mientras la humanidad deambulaba nómada en busca de alimento siguiendo los ciclos de los frutos silvestres o pastos para su ganado, poca oportunidad había de que el sujeto prosperara en detrimento de los intereses del grupo. Fue con la sedimentación agrícola fundamento de la primera acumulación de riqueza, que el individuo tuvo oportunidad de reivindicarse como distinto de la familia, clan, tribu, o aldea. Fue este uno de los urgentes asuntos a despejar por las comunidades arcaicas, cuyo trauma quedó plasmado en Mitos, donde los Héroes enarbolan precisamente el valor del sujeto ante el cuerpo social, si bien, todavía en beneficio del colectivo como representan las figuras de Hermes o Prometeo, frente a los cuentos donde precisamente se castiga la libre actuación de los personajes persiguiendo su único provecho siendo presentados como la encarnación del Mal, verbigracia, la Madrastra de Blancanieves.
Aquellas endebles entidades, en cambio, se sentían fuertes todavía frente al empuje de los individuos contemplando a los egoístas más como una desgracia para ellos que como una amenaza para la comunidad. ¿Quieres ser libre? ¡Adelante! Pero solo. ¿Quieres ir a cazar por tu cuenta para quedarte la mejor pieza? ¡Ve! ¿Pero ya podrás cargarla a cuestas hasta tu casa? ¿Quieres tener tu propia choza para ti únicamente? ¡No hay problema! Te la construyes fuera de la empalizada y que te hagan compañía las fieras…Y así con todo.
Pero a medida que el grupo crecía, también lo hacia el sentimiento diferenciador constituyéndose gradualmente la Conciencia personal en contraposición de la comunal. De este modo, se pasó de “No soy nada sin el grupo” a “El grupo nada es sin mi” culminándose su recorrido intelectual con Luis XIV exclamando ¡El Estado, soy yo!
Para la resolución de estos conflictos, las sociedades primitivas, en su sabiduría, antes que la pena de muerte, la esclavitud, los trabajos forzados o la privación de libertad, instituyeron la expulsión de la comunidad de aquellos miembros poco colaboradores para con ellas. Reflejo de aquellas tímidas fórmulas de solventar las nuevas situaciones presentadas por las fricciones entre el individuo y la sociedad, quedaron medidas como el ostracismo, la excomunión o el destierro.
Pues bien, entre el 8.000 y el 5.000 antes de nuestra Era, pequeñas jefaturas de Euroasia y la cuenca mediterránea coincidieron en expulsar de sus sociedades a quienes querían vivir exclusivamente para su exclusivo provecho, tomando de sus vecinos cuanto les apetecía mas sin aportar nada de su parte, amparándose en su derecho Natural y que la Tierra les había parido libres. Y como quiera que por aquellas fechas todavía no hubiera nacido la Filosofía, lejos de debatir tan árida cuestión que Aristóteles diluyera afirmando la naturaleza social del Hombre, no dudaron en dejarles ejercer su deseada libertad, pero fuera de sus fronteras.
Marcados como Caín, sin mediar acuerdo internacional alguno entre las incipientes entidades políticas de la época, los expulsados de todo poblado, atravesaban los territorios sin hallar recepción hospitalaria hasta arribar a la zona más occidental del continente, lugar abrupto rodeado de mar, salvo por un estrecho paso montañoso. Allí se asentaron todos los egoístas del mundo civilizado, quienes miraban por su máximo interés, cuantos buscaban beneficiarse del resto sin arrimar el hombro y los que no tenían freno moral en saltarse tradiciones, costumbres, pactos y leyes si eso les deparaba un privilegio o ventaja sobre los demás.
Aquel territorio separado del fin del mundo a donde no había llegado nadie hasta entonces, era conocido como, el País de Crim, sinónimo de infierno, lugar sombrío en la neolítica lengua Nostraica, de cuyo modelo surgirían el resto de imágenes del Tártaro, Hades, Sheol…a cuya imagen y semejanza muchísimo después se construirían las prisiones, precisamente para los criminales.
Las primeras hordas de corruptos, asesinos, traidores, ladrones, timadores, estafadores, mentirosos, simuladores, vagos y maleantes, pronto sintieron la necesidad de organizarse evolucionando en breve plazo del libertinaje a la creación del primer Estado de la Prehistoria, donde todos eran felices ciudadanos libres de Crim con desigualdad de derechos y obligaciones, pasando a denominarse ellos mismos “Criminales”, pues no otra cosa significo el término en su denotación oficial, aunque literalmente la traducción etimológica de “crim (Infierno)-in (En; dentro de; conservado en lengua inglesa)-al (Suerte; cuyo rastro puede seguirse en, alegría, aleluya, Alejandro, en la expresión latina “Alea jacta est” o en el saludo alemán “Alles gute”) fuera “Afortunados en el Infierno”.
Tras cruentas batallas por el poder donde los hijos mataban a sus padres, testimoniadas en las cosmogonías de los dioses, uno debió erguirse por encima del resto convirtiéndose en Rey cuyo título era “Crim de Crim” de donde procede la expresión “Crem de la crem” siendo su sentido “ciudadano de los ciudadanos”, pero que pronto pasó a significar “El criminal de los criminales” en el mejor sentido de la palabra.
Era evidente, que si todos los habitantes del país eran criminales, lo único que debían hacer para garantizar la paz social, era dotarse de unas instituciones criminales y unos gobernantes igual de criminales que ellos para que les representase. Gracias a tan coherente decisión, tras una transición depurando a los miembros menos inclinados al vicio y el delito mediante la forma de los sacrificios humanos allí instituidos, el País de Crim iba bien y los criminales de toda condición estaban encantados: Las empresas criminales hacían grandes negocios criminales gracias a las subvenciones criminales otorgadas por los políticos criminales quienes a su vez recibían criminales donaciones de aquellas, al tiempo que daban muestras continuas de su lealtad criminal al “Criminal de los Crminales”, es decir al Rey de Crim, cuyos familiares demostraban a todo el mundo por qué la Casa real “Crim de Crim”, era merecedora del título.
Evidentemente, cuanto más criminal era uno, mejor le iba en el País de Crim. Los criminales desde muy niños eran educados para la traición, la insidia, el engaño, la artimaña, de modo que, para la adolescencia, todos los jóvenes criminales ya poseían nociones básicas sobre malversación de fondos públicos, cohecho, evasión fiscal, economía sumergida, blanqueo de dinero, caja B, y un sinfín de conocimientos útiles para su posterior vida adulta. Huelga comentar, que a esas edades, ya barruntaban en sus mentes deseos de matar a sus progenitores para cobrar la herencia y cosas por el estilo.
Acaso por ello, alguno, de mayor, viendo defraudadas sus expectativas criminales, se lamentaba de que los gobernantes criminales sólo cometían crímenes en su propio beneficio, reproche injustificado que pronto era reprendido por otro criminal familiar, amigo, vecino o compañero, quien le recordaba que “él haría lo mismo en su lugar” o que “no se debía generalizar”. Pero lo cierto es que, en el País de Crim, todo era criminal por definición: la banca era criminal, la industria era criminal, los sindicatos, los Partidos, los científicos, los religiosos, los deportistas, los artistas…Todos, absolutamente todos, eran criminales. Tan pronto aparecía en el plato carne de caballo en vez de solomillo de ternera, como desaparecían cien mil toneladas de carbón bajo la lluvia; Aquí te raptaban bebés, allí faltaban millones. Todos se mataban por robar, y el que no cogía su parte era por falta de oportunidad, no de ganas. Quien más quien menos, se escaqueaba en su trabajo, defraudaba al fisco, se procuraba un enchufe en la administración, copiaba en los exámenes, sobornaba para obtener títulos académicos, echaba de menos en el peso que por si acaso estaba también trucado, falsificaba moneda, publicaba plagios, incendiaba bosques para recalificar el suelo, aceptaba regalos de las farmacéuticas por recetar los medicamentos más caros, etc.
Paradójicamente, el País de Crim, desde su aislamiento geográfico, pronto se convirtió en paradigma de prosperidad para todo el mundo. Los reyezuelos de todos los rincones del planeta vieron en su ejemplo un patrón a imitar. En consecuencia, desde Egipto a la China, pasando por la india, Mesopotamia y resto de las grandes civilizaciones, allí donde las primeras culturas situaron al Occidente el primer infierno, ahora colocaban los paraísos terrenales, como el Jardín de las Hespérides, los Campos Elíseos, o la mismísima Atlántida. Y ese es el motivo también de por qué hasta hoy, los Estados y sus mandatarios son en su mayoría criminales.
Debió ser por aquella época que se fijara en lengua Indoeuropea la raíz “Krei” al significado de “Separado, dividido, segregado, discriminado” en recuerdo de aquel territorio aislado del continente donde fueron a parar los segregados de todos los pueblos primitivos. Para entonces hacía mucho que el País de Crim había desaparecido como tal, acaso porque sus habitantes fueron reclamados por todos los gobernantes para poner en práctica su modelo de desarrollo en sus propios reinos. Muchos han creído hallar en la actual península de Crimea un posible vestigio de aquella ancestral comunidad de criminales de la que provienen todos los Gobiernos del mundo; Empero, todo parece indicar que como en el caso de la Iberia Caucasiana, la coincidencia sea sólo nominal, como ha querido el idioma que “Criminales” y “Crisis” compartan la misma etimología aquí expuesta.