De la apetencia y accesibilidad juvenil a las drogas

En el lapso de una semana he asistido a dos estampas que bien podrían, de ser pintadas, encuadrarse entre los caprichos goyescos y de ser escritas, entre las descripciones costumbristas galdosianas, por cuanto retratan lo que debe ser la pauta de comportamiento de nuestra época respecto al cuidado que los adultos mostramos para con los adolescentes a la hora de mantenerles ajenos al consumo de las denominadas drogas blandas, aquellas de cuyo negocio se lucra preferentemente el mismo Estrado del Bienestar, que como el ciego que hiriera al Lazarillo con el botijo por beber de su contenido sin permiso, luego con la misma perniciosa sustancia motivo de su desgracia le curara, así parece que funcionan las cosas en esta sociedad libre para hacer el tonto y justificar tanta vigilancia y planes de prevención. Mas, la ciudadanía a diferencia de las instituciones y de los mercrominos lacrimales – criminales que dicen ayudarnos entre lágrimas – que las usurpan democráticamente, tienen muy claro que el tabaco y el alcohol no son sustancias apropiadas para gente tan menuda que está literalmente por hacer física y mentalmente.
Estaba esperando el autobús en Bilbao, cuando tres jovencitas vergonzosas que no llegarían juntas a reunir los años que yo tengo, se me dirigieron apelando a mi cómplice comprensión remota de cuando tenía su edad para que les sacara un cartón de vino con el que poder hacerse un botellón de kalimotxo. Por supuesto, me negué en redondo e incluso me atreví – hoy llamar la atención a los jóvenes más que un acto de civismo es acto de valentía digno de una medalla al mérito civil – a reprocharles que lo que les correspondía, era tomar un mosto y que para divertirse no necesitaban tomar alcohol, a lo que sin pestañear una de ellas me contestó exultante¡ Somos unas borrachas! que me hizo comprender cual desacertada fue mi intervención y que hubiera obtenido mayor éxito de haberles espetado sencillamente “Beber vino provoca arrugas”. Mientras meditaba sobre el particular, contabilicé al menos a seis personas que se negaron a sus tiernos inocentes requerimientos. Todo ello me hizo pensar varias cosas: Primero que las tiendas y supermercados están cumpliendo a rajatabla la ley, porque de no ser así, estas crías no estarían casi media hora mendigando favores a todo transeúnte que pasara. Y segundo, que la gente tiene más sentido común que nuestros representantes que creen que las leyes funcionan solas sin el debido respaldo para favorecer su cumplimiento.
Al día siguiente, en la estación de autobuses de Castro Úrdales, tuve la oportunidad de ver con qué contundencia e indignación la señora que regenta el establecimiento le negó a una pipiola mediometro accionar la máquina de tabaco. La mujer, no actuaba así sólo por respeto a le Ley; Era evidente que le molestaba que aquella niñata creyera que ella iba a ser cómplice de su adicción. La chica por su parte se fue tal cual, como quien lo ha intentado por enésima vez sin conseguirlo, dato que me permite aventurar que en este asunto del tabaco, los hosteleros están haciendo bien su oficio sin pensar en su inmediato beneficio, y no como el Gobierno de turno que inunda de tabaco y alcohol las calles para grabar su consumo legal.
Estas dos escenas en el tiempo consecutivas, son paradigmáticas del comportamiento habitual de la gente de a pie y de los hosteleros en general, personas de bien, que sea por convicción moral, sea por atenerse a la ley, hacen lo que se debe hacer por evitar que nuestra juventud se inicie en el mundo de la drogadicción a través de las drogas más peligrosas que para ellos hay, a saber: las legales, por aquello de ¡Apártame del agua mansa que de la brava ya me aparto yo! Entonces…¿De dónde les viene su adolescente apetencia por un hábito proscrito?
Gracias a la incultura general propiciada por los sucesivos planes de estudios, estoy más que seguro que su afición al vino y el tabaco no es debida a una precoz lectura del Banquete de Platón, ni su gusto por el tabaco tiene sus raíces en las propiedades curativas que entre las culturas precolombinas poseían. Más bien, parece que el ver el alcohol en supermercados junto a los alimentos y el tabaco dispensado en lugares oficiales para ello como los estancos, les hace pensar que son saludables – de lo contrario el Ministerio de Sanidad los retiraría de las tiendas – y cosa buena puesto que es legal y en consecuencia sólo se les impide su consumo por no ser adultos. Y ¿Qué más quiere un adolescente que se le tenga por un adulto?
Si a todo ello le sumamos que en nuestra sociedad está más reprimido mantener relaciones sexuales que emborracharse o fumar porros y que tanto el beber alcohol como fumar son sustitutivos inconscientes del sexo – como bien saben los monasterios de frailes y monjas – ya no hace falta más explicación.

México y Colombia: dos cruces de la misma moneda

La imagen de violencia continua, inseguridad ciudadana y caos social que transmiten los medios adscritos a la propaganda para mantenernos en la ilusión de vivir en el mejor de los mundos posibles, contrasta abiertamente con la impresión que de esos países se traen cuantos venciendo juicios y prejuicios propios del aldeanismo etnocentrista militante entre nosotros, se atrevieron a cruzar el charco aunque fuera sólo como turistas. Como no podía ser de otro modo, hablan de gentes sumamente agradables, bien educadas y de una cortesía perdida por estos lares que se nos hace como empalagosa a quienes ya nos hemos acostumbrado a no darnos ni los buenos días por no salirnos rentable el saludar a gente desconocida.

Esta, es una más de las consecuencias directas de recibir la propaganda Hollywoodiense en forma de noticias que no de información, propiciada por la lucha contra el tráfico de droga que los Estados Unidos han decidido combatir fuera de sus fronteras y no dentro como sería lo suyo con el falaz argumento de que la raíz del problema está allí donde se produce la droga y no donde se consume…Pero hay que ser ciudadano USA para creérselo:
Pongamos que fuera cierto el argumento de que hay que atajar el problema de la droga allí donde se produce. ¿A que esperan para aplicarse el cuento y cierran el grifo a las industrias de armamento de medio mundo para que el otro medio deje de utilizarlas? ¡Vaya! Ahora resulta que los productos no son ni buenos ni malos, sino que depende del modo en como se usen…Por ejemplo, España sólo produce armas inofensivas que casi ni sirven para disuadir aunque por nuestras minas, bombas de racimo, fusiles y pistolas mueran miles de inocentes todos los años en esas zonas del planeta a las que gozosamente enviamos ayuda y voluntarios de las Oenegés, como si con nuestro ejército humanitario en misión de paz no fuera suficiente.

Pero el argumento choca frontalmente con la doctrina neoliberal de que “la ley de la oferta y la demanda” corregirá por si sola el mercado, que preconiza tanto el FMI como la NATO tentáculos intelectuales del Pentágono que regula toda la geoestrategia de este gendarme mundial, pues en tal caso lo apropiado sería reducir el consumo interno de droga en territorio de los EEUU para de seguido ver disminuir drásticamente su producción en el resto de América; De seguirse por el camino actual, nada se va a conseguir, pues por cada hectárea dedicada al cultivo de la coca eliminada, la creciente demanda – que no ha hecho otra cosa que crecer desde que la DEA pisara la selva colombiana, como en Afganistán ha crecido considerablemente la producción de heroína desde que se iniciara la invasión – anima a que se cultiven otras diez, con lo que me atrevería a aventurar que dichas naciones suministradoras corren el riesgo de caer de nuevo en la técnica colonial del monocultivo, aunque ya no sea el del antiguo algodón, cacao, café, té, o mas recientemente el de la soja como le pasó a Argentina.

El Narco-Terrorismo estadounidense no es más que una escusa para saquear las riquezas naturales de estos países, no dejarles levantar cabeza, azuzando tensiones vecinales, fomentando la guerra civil, mermando su capacidad económica y sobre todo imposibilitando la unidad latinoamericana que por juventud de su población, recursos naturales y nivel educativo, sería un enemigo a temer por el endeble, miedoso y pérfido espíritu anglosajón sabedor de que está llamado en breve a ser borrada su infesta memoria de la historia y herencia genética de la faz de la tierra.

Una sociedad pragmática como la gringa, regida por el Business, antes de dar muerte a la gallina con cuyos huevos de oro se han precocinado tan exquisitas tortillas contra los negros y enemigos de la patria, la secuestrarían para hacerse con todo el negocio; Esta lógica parece más acorde con quien es el primer consumidor de droga y quien da cobijo legal y financiero a las mayores tramas del trafico de drogas internacional. En consecuencia, tanto México, como Colombia que soportan socialmente la resolución de un problema que no es el suyo, si de verdad desean combatir el tráfico de drogas en su territorio, lo primero que deberían hacer, sería impedir que en su suelo se establezcan bases Yankees cuya no presencia incidirá positivamente en la disminución de desapariciones de menores, violaciones, enfermedades venéreas, toda clase de vicios y por supuesto, la demanda de sustancias estupefacientes en sus alrededores, por ende, su producción y cultivo. Y segundo, han de ponerse en contacto con la Industria criminal Monsanto al objeto de regalarles – antes de que se la apropien por medio de alguna patente – el cultivo en monopolio de la coca para ver si de ese modo, con todo el negocio en sus manos, el ave de rapiña americana, se relaja un poco y deja de rasgar con sus afiladas garras las sangrantes venas abiertas de América Latina viéndose de una vez se cumplida en su integridad la Doctrina Monroe de ¡América para los americanos! y no sólo para los gringos.

La conspiración de las golosinas

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¡Por fin! Sanidad toma cartas en el asunto ya que Educación no ha hecho nada por evitar que entre nuestras escuelas, colegios e institutos proliferasen auténticos surtidores de vida insana que han convertido a la joven población española en la más expuesta a contraer obesidad mórbida y diabetes de toda la Unión Europea, cuando no hace tanto, éramos referente para todo el mundo gracias a nuestra saludable gastronomía, la famosa dieta mediterránea. Mas, como quiera que todos estamos al tanto del colesterol y las dañinas grasas saturadas, esta vez aprovecho el desliz de las autoridades a favor de la población, para llamar la atención sobre lo que he denominado “La Conspiración de las Golosinas”.

Como un niño recién desengañado de los Reyes Magos que no hace ascos a los regalos de Navidad, así debí sentirme tras escuchar por primera vez de adolescente en boca del ajedrecista Félix Izeta citar el azúcar como una droga, pues todavía andaba yo comprando chuches cuando lo correcto para mi edad hubiera sido estar fumando porros, circunstancia que me avergonzaba, pero no tanto como para renunciar a regalices, gominolas, y demás golosinas a las que me había acostumbrado, que lograba sofocar adquiriendo productos de apariencia más seria, como patas fritas, frutos secos, y aceitunas, cuya función era esconder en lo posible la presencia del improcedente género goloso, pues lo salado parecía más respetable cuando entonces.
El caso es que, en aquellas palabras de advertencia, di con el principio que justificaba mi comportamiento. Sin embargo, me quedé con la copla, sin dejar de ingerir tan tiernos manjares, pues soy de esos vanguardistas morales que no tiene inconveniente en pensar una cosa, opinar lo contrario, decir algo distinto, y hacer lo que me apetezca, que generalmente suele coincidir con algo que detesto intelectualmente. Así me informé de que, el familiar azúcar, a diferencia de la sal, apenas era conocido en la antigüedad, tanto es así que lo llamaban sal India, bautizándola en tiempos de Nerón con el término saccharum en referencia a una miel sólida apreciada en la época; Y no lo era, no porque aquellas culturas capaces de extraer metales como oro, hierro, elaborar vino, cerveza, pan, fabricar cerámica, vidrio, obtener seda, lino, etc fracasaran en su búsqueda…sino porque dicha sustancia no se da en la naturaleza tal cual, como la cocaína, requiere de un minucioso proceso de refinado que toma como base la caña de azúcar o la remolacha, poniendo a disposición del consumidor un potente estimulante de rápida absorción sanguínea que llega de inmediato ¡cómo no!, al goloso por excelencia: nuestro cerebro, el músculo que más consume en estado basal, provocando leves momentos de euforia que rápidamente sume en cuantos la ingieren de modo cotidiano en más largos periodos de depresión dada la dependencia que genera su prolongado consumo que priva al cuerpo de su natural estado de equilibrio dejando de activar los milenarios mecanismos metabólicos para obtener su fuente calórica de alimentos como las frutas verduras, lácteos, etc. La consecuencia es clara: Tras acostumbrar a nuestro organismo a esta inocente sustancia, su dependencia es tal que no podemos vivir sin ella a todas horas ¡literalmente! De ahí que cada vez más, veamos a personas adultas comer chuches, chocolatinas, bollitos, ya sin inmutarse qué pensará el resto de su regresión infantiloide. Y es que, sin comer galletitas o beber refrescos, estaríamos con el respectivo mono, mostrándonos inquietos, nerviosos, irascibles, a la vez que cansados, decaídos, inapetentes, casi sin poder pensar. Para evitarlo, recurrimos a lo fácil, meternos buenas dosis de azúcar bajo cualquier excusa como tomar un cafelito. El resultado es que, cada vez necesitamos dosis mayores para obtener el mismo efecto, acrecentando el defecto. Las sucesivas crisis de glucosa y el aplazamiento continuo de su reequilibrio, somete a estrés a las glándulas adrenales cuya disfunción puede provocar a la larga que el cerebro no distinga entre lo real y lo irreal, apareciendo procesos de esquizofrenia o paranoia, porque para que el cerebro funcione correctamente, el nivel de glucosa en el torrente sanguíneo que lo riega, debe estar en perfecto equilibrio.
Pero la ingesta continua de azúcar, también está asociada a la aparición de caries, la obesidad, y la temible diabetes en los niños y jóvenes. Por si todo ello fuera poco, no faltan los estudios y los especialistas que empiezan a asociar sin tapujos la alta ingesta de azúcar en la infancia con el aumento de la hiperactividad de los menores, su incapacidad mayor para aprender, y la aparición de múltiples alergias. Pero como no deseo parecer exagerado, dejo a su curiosidad y responsabilidad informarse un poco más de los detalles de este asunto, bien en Escohotado y su célebre “Historia de las drogas” o pinchando en cualquier buscador el capítulo dedicado al azúcar en la obra “Las drogas tal cual” de la investigadora Karina Malpica.
Porque lo que me interesa es destacar que hay una auténtica conspiración forjada entre la industria del dulce para garantizarse una clientela adicta de por vida y la de los gobiernos occidentales, para domesticar a las masas, que antes de la caída del Muro de Berlín, parecían entregadas a estudiar, leer periódicos, informarse, asociarse y esas insanas costumbres tan magistralmente retratadas por F. Truffault en Fahrenheit 451. Si no…¿en qué cabeza cabe que se exponga como se hace con el concurso de todas las autoridades sanitarias, industriales, comerciales, educativas, deportivas y hasta parroquiales, a los más pequeños desde su infancia a tan peligroso y descontrolado consumo? Desde que el niño se desteta, siente la necesidad de llevarse algo a la boca, impulso oral freudiano que otrora se calmara, primero con el dedo, luego con el bolígrafo, después con el cigarro, para terminar como siempre termina toda elucubración libidinosa de tan insigne autor, final mucho más sano que el recorrido que ahora trazamos desde el chupete, al pirulí, del pirulí a la botella de Coca Trola, y de aquí a los donuts, kitkats, filipinos, y cuanto se ponga por delante, que todo es poco para satisfacer el síndrome de abstinencia colectiva al que nos tienen sometidos, y la indetectable dependencia que nos han generado en apenas dos décadas.