Hemodraculismo

 El presidente de Grifols, Víctor Grifols, quizá animado por la oscura efervescencia liberal conservadora de la que hace gala el Gobierno de Mariano Rajoy, cual Conde Drácula recién salido de su ataúd donde pacientemente aguardaba una oportunidad como la presente para hincar los colmillos al suculento Estado del Bienestar mientras los rayos de la Luz del Sol impedían su natural discernimiento diurno, se ha atrevido a  solicitar públicamente que se reinstaure en España el pago por donaciones de sangre, como en los buenos tiempos de Carpanta donde para mover el bigote con un buen bocadillo de mortadela los había que no dudaban en apuntarse a las oportunidades que ofrece el denominado Libre Mercado en igualdad de condiciones entre las grandes corporaciones de la criminal Industria Médica y el paria de turno que sin tener dónde caerse muerto negocia el precio de su singular trasvase vital.

 

Por su puesto, como todo buen “Hijo de Puta”, para pasar por “de puta madre” no vaciló en envolver su vampiresca propuesta en sugerentes argumentos como el de que, con la medida se podría ayudar a los Parados a obtener un complemento al subsidio mensual de entre 60 y hasta 80 euros por vez. Es más, denunció y muy acertadamente a mi entender, la actual política hipócrita de nuestra sociedad que por un lado desde mediados de los ochenta prohíbe el pago por donaciones de sangre en nuestro territorio, pero ante la falta de plasma, no duda en adquirírselo a EEUU sin importarnos lo más mínimo la moralidad de su procedencia.

 

Estaca certera que con puntería clava el cabronazo en el corazón mismo de la cuestión de fondo que aborda por el atajo de aprovecharse de la mala situación de la gente para despojarles de la poca salud que les queda, en lugar de invertir en educación social y solidaridad cívica para que ni lo uno ni lo otro,  entiéndase, ni que nuestra sociedad tenga que comprar, ni que nuestros vecinos empobrecidos tengan que vender, sea necesario, porque todos los ciudadanos entendamos como una obligación moral y hasta un deber social, la donación de sangre, que tampoco se puede pedir peras al olmo en lo concerniente al altruismo.

 

Así pues, apartando las insultantes consideraciones económicas y las vergonzantes contradicciones apuntadas por esta sanguijuela cuya refutación puede hallarse con mayor calado del que procede en estas líneas en la genial obra de Ética aplicada “Justicia” de M.J. Sandel, se puede aprovechar la ocasión para corregir el Hemodraculismo que padecemos por activa, es decir por ser agentes compradores y mantenedores en el extranjero de esta práctica inhumana que repugna a nuestra sensibilidad espiritual cristiana, cuando la misma la desterramos de nuestra sociedad y por Ley en su forma pasiva, hará ya más de 30 años.

 

En consecuencia, si cuando entonces los legisladores no permitieron por más tiempo que el Hemodraculismo se extendiera de forma pasiva por entre los más desfavorecidos de la sociedad española por entender que además de peligroso para la salud física social, era todo un testimonio de nuestra organización criminal en el reparto de riqueza y oportunidades como comunidad, rebajando con ello el perfil de libertad de los individuos para intercambiar bienes y servicios como les venga en gana siempre que sean entre mayores de edad en su sano juicio, con todas las garantías mercantiles y con el consentimiento voluntario de las partes y resto del blablablismo catecista ultraliberal…ahora, instalados en pleno Siglo XXI, va siendo hora de no dejar al capricho de nuestras personales disquisiciones o capacidad de entendimiento individual, la decisión particular de donar o no donar sangre, ni del cuándo, ni del cuánto, pues las transfusiones de sangre son un capital estratégico de mayor importancia que las reservas energéticas de todas las empresas juntas del ramo y en consecuencia asiste al legislador la autoridad de nacionalizar el flujo sanguíneo de los ciudadanos, pues si estos se creen con derecho a que se les suministre el preciado líquido vital en vena durante una urgente transfusión, lo suyo es que también de su parte exista el compromiso de portar al torrente común su parte alícuota, a modo de auténtico Seguro de Vida, pues si el fondo común de la Seguridad Social para las pensiones no se sostiene sin las capitulaciones de quienes están trabajando, tampoco parece muy razonable que se enchufe sangre en vena si de las mismas nunca ha procedido gota alguna cuando sano el cuerpo estaba y otros la necesitaban.

 

En consecuencia, propongo que en vez de volver al Hemodraculismo directo propuesto por el canalla de turno para que su farmacéutica se lucre con la desgracia en tiempos de crisis, pero a la vez, desprendernos del Hemodraculismo enmascarado que hemos externalizado hacia los negros del Bronx y los barrios chicanos del sur de los EEUU, y asumamos legalmente que la sangre es un bien común del que  los individuos participan solidariamente en ambas direcciones de derechos y obligaciones.