Mis condiciones

Pasadas las elecciones municipales, oímos hablar por doquier de condiciones para llegar a acuerdos de gobierno entre las distintas formaciones, asunto absolutamente mediado por el oportunismo, el mercadeo, o en el mejor de los casos, el tacticismo, con los ojos puestos en las Generales, estrategia política del disimulo donde IU pretende mostrarse como necesaria, Podemos busca pasar por socialdemócrata, el PSOE desea ser confundido con un partido de izquierda, Ciudadanos no ser confundido con la derecha, y el PP reivindicarse como formación de centro. Así, si en plena campaña no debemos creernos nada, ahora, cuando los elegidos negocian entre ellos quién gobierna en dónde, ¡menos todavía! En consecuencia, en mi labor social humanitaria de rescatar a la infeliz ciudadanía de su credulidad para con nuestros enemigos naturales, expongo a continuación mis condiciones inapelables que todo gobernante ha de cumplir, para que yo, lo entienda como que me representa.

1ª El Gobernante debe ser sabio: Entiéndase por sabio, no tanto hábil, astuto, listo siquiera inteligente, cuanto persona que en su vida se haya conducido eligiendo bien. Porque no es cuestión de situar al frente de las instituciones a alguien que no tiene oficio, ni sabe lo que cuesta criar a un hijo. Con esta primera condición, evito el terrible dilema de elegir entre un corrupto eficiente y un honrado torpe como Gobernante.

2ª El Gobernante debe ser fuerte: Sobre todo ante los grandes. Por descontado que el Gobernante ha de contar con una fuerza disuasoria que haga posible el cumplimiento de la Ley, pero mayor habrá de ser entonces la fortaleza de su espíritu para no dejarse arrastrar por ella empleándola contra el Pueblo indefenso mientras sucumbe humillado ante las elites extractoras financieras, bancarias y empresariales. Sería vergonzoso que con el poder democrático que la ciudadanía deposita en el Gobernante para que este la defienda de los Poderosos, fuera aquel, y en vez de velar por el Bien Común y el Interés General, se aliara con sus verdugos conspirando contra las gentes de bien, traicionando a la Patria.

3ª El Gobernante debe ser sincero: Ello no significa que deba ir diciendo la verdad allá por donde pasa, ni que deba confesarse públicamente de sus pecados personales, tampoco la obligación de desvelar secretos oficiales en entrevistas. Ser sincero en un gobernante, significa explicar a la gente lo que sucede, por qué se toman las decisiones adoptadas por el gabinete de Ministros, etc, con un lenguaje claro sin evasivas ni pedrogrulladas de patio de colegio.

4º El Gobernante debe ser honrado: No se trata de llevar una vida santurrona; pues como ya he comentado en otra ocasión, prefiero vivir en un Estado corrupto mediterráneo que en uno puritano anglosajón. Los ciudadanos, nos conformamos con que el Gobernante no robe a manos llenas y desempeñe su labor como cualquiera de nosotros lo hacemos en nuestro trabajo, es decir, lo mejor posible, sin desvalijar la tienda en cuanto se baja la persiana, ni invitar a saco a los amiguetes en la barra del bar a cargo del dueño, sin malvender las herramientas del taller, sin sisar en la caja del supermercado…cuyo único pago sea el sueldo establecido por convenio y la satisfacción moral de haber cumplido con nuestra obligación y responsabilidad.

5ª El Gobernante debe ser accesible: Por descontado, que la accesibilidad del Gobernante no ha de ser, ni Universal, ni constante, para entendernos, que no se trata de abrir un perfil en las redes sociales y pasarse los días con sus noches respondiendo mensajes. Sería suficiente, con que una vez a la semana respondiera con naturalidad a las cuestiones planteadas en el Parlamento, Diputación, Ayuntamiento o foro correspondiente y que al menos una vez al mes concediera una rueda de prensa donde los periodistas le pudieran hacer preguntas cara a cara para informar a la opinión pública y transmitir su parecer sobre cuestiones puntuales que preocupan a la población sin tener que esperar a la próxima campaña electoral.

6ª El Gobernante debe ser respetuoso: Respetuoso con la Ley, con las Instituciones y sobre todo, con los ciudadanos. Pero el respeto a la ciudadanía va mucho más allá de los modales ante la mesa, de la cortesía a la entrada o salida de una reunión de vecinos, de la educación mostrada en el ascensor a un desconocido, de la tan cacareada tolerancia religiosa…el respeto al ciudadano debe empezar, por no tomarle por tonto, por no actuar con prepotencia en el ejercicio del cargo, por asumir su disenso y crítica cuando la haga, por aceptarle como un sujeto libre de actuación cuya voluntad tácita o expresa emana todo acto soberano colectivo, por aceptarle como agente participante, aunque sea en diferido de las decisiones que en su nombre se toman, dejando a un lado patronazgos absolutistas, dirigismos mesiánicos, liderazgos carismáticos y ñoños paternalismos idealistas, pues al final todas esas fórmulas describen el cuadro clásico de la peor de las tiranías.

7ª Por último, el Gobernante debe mostrarse humano: Ciertamente, los Gobernantes se muestran más humanos de lo deseable en cuanto a vicios y corruptelas se refiere. La humanidad que reclamamos desde aquí, es aquella que todo mandatario debe mostrar para no ser confundido con un robot y a la postre ser sustituido por un programa de ordenador capaz de ejecutar toda la gestión sin el menor cambio. Porque, si en algo se distingue el ser humano de los animales es por su capacidad de adaptación para sobrevivir y de las máquinas en su capacidad de sentir y empalizar con los semejantes. Si el Gobernante carece de una de estas dos cualidades que nos hacen humanos, adaptabilidad y empatía, dirigirá la entera sociedad a la mayor de las catástrofes que podamos imaginar.

Estas son mis siete condiciones que debe cumplir un Gobernante que me represente: Sabiduría, fortaleza, sinceridad, honradez, accesibilidad, respeto y humanidad. Igual es mucho pedir.

El PPSOE

Desconozco si en la ESO se continua enseñando a los inocentes escolares aquella instructiva lección de Historia que explicaba el denominado “Pacto del Pardo” establecido entre dos ilustres políticos de finales del XIX, Cánovas y Sagasta, cuyos discursos, en apariencia contrapuestos, sin embargo se acompasaron con la finalidad de turnarse en el Gobierno, convirtiendo con ello las elecciones de incipiente Democracia Formal, en una mera formalidad, valga la redundancia. O si por su semejanza con lo que viene ocurriendo entre el PSOE y el PP se juzga del todo innecesario estudiar el pasado cuando los jóvenes disponen de la experiencia directa del fenómeno en la actualidad.

No obstante, pese a los continuados esfuerzos por parte de las filosofías y religiones dualistas, maniqueas, donde los contrarios se alternan o coimplican, cuya incombustible reminiscencia en un cristianismo en el que no debería tener cabida remite todavía al Dios bueno y al Satán malo, la gente parece más convencida de su diferencia que de su identidad, enfermiza convicción que arruina su racionalidad para observar la auténtica verdad que a diario se le presenta bajo distintas siglas, siendo una misma realidad.

En el cine, cuando las películas de Gángsters ambientadas en el Chicago o Nueva York de los años Veinte, nos presentan a los criminales agrupados en bandas enfrentadas entre si por las zonas de influencia, los cargamentos de contrabando, la recaudación del juego, el control de los prostíbulos, la distribución de la droga, el tráfico de personas, la dirección de los sindicatos, la manipulación de los votos en las elecciones, el soborno de políticos… no por todo ello deducimos que una da las bandas es buena y la otra mala. En cambio, en la televisión cuando en el Telediario aparecen los políticos discutiendo por quien cobra los impuestos, controla el juego, subvenciona a los sindicatos, se hace con los medios de comunicación, nombra los altos cargos de la Empresas Estatales, etc, solemos concluir que son distintos. Y si bien ambas conclusiones no son incompatibles entre si, digamos que el paralelismo puede valer para mantenernos muy alerta por cuanto puede sucedernos que no sólo sean todos de un mismo bando que nunca es el nuestro, que también suceda que los dos sean malos, muy malos y aún peores.

Escoger entre el mal menor, es una de los dilemas a los que nos enfrenta por definición el que se conoce como el menos malo de los sistemas políticos con el que se puede conducir una sociedad. Pero para que la Democracia haga honor a su etimología vulgar “Gobierno del Pueblo” en el sentido de que el Pueblo soberano gobierne a través de elecciones libres, para que sea posible la elección, debe haber más de una opción distinta, pues en la noción de alternativa reside su libertad y no parece que la mera alternancia pueda ser aceptada como sinónimo, aunque cierto es que pasa bien como placebo y sucedáneo, caso en el que se estaría aplicando el sentido etimológico oculto de Democracia como “Gobierno del pueblo” igual que podría escribirse un tratado del “Cuidado del rebaño”. Llegados a este extremo creo que hasta el asno de Buridan moriría feliz por no saberse decantar en su elección.

Pues bien, creo que es evidente que el PP y el PSOE han debido alcanzar una Nueva Alianza que les garantiza, por un lado el bipartidismo y por otro su alternancia en el Gobierno, compromiso que se traduce en una misma política de fondo consistente en no cuestionar la filosofía neoliberal del Mercado Salvaje, la privatización del sector público, garantizar grandes beneficios a la Banca, dotar de enormes subvenciones a las Multinacionales, favorecer la especulación financiera, no vigilar el fraude fiscal, fomentar el trabajo en precario, rebajar los derechos individuales, sociales, sindicales, aumentar el control mediático de la información, alimentar la deuda de la ciudadanía y cuantas medidas se consideren oportunas para atacar a la población civil socavando su autonomía de gestión, decisión y acción solidaria entre si, empezando por diluir sus lazos familiares imposibilitándoles desayunar, comer, cenar y hace cosas juntos, entorpeciendo su asociacionismo vecinal interponiendo instituciones mediadoras que les enfrenten y sobre todo empobreciéndola cuanto sea posible a través de la pérdida de empleo, la continua subida de impuestos directos e indirectos y permitiendo la galopante crecida de precios de productos tan básicos hoy en día como la luz, la gasolina, el teléfono o las hipotecas.

La mejor prueba de que el “Pacto del Pardo” entre Cánovas y Sagasta, sigue vigente, pero esta vez entre el PSOE y el PP, nos la ofrece el apoyo que la Banca hace a los dos grandes Partidos antes de las elecciones concediéndoles crédito a muy bajo interés para financiar sus campañas – por no hablar de las donaciones de los particulares – las excelentes condiciones de pago que les permiten durante la legislatura para hacer frente a su cancelación que las más de las veces suele coincidir con su condonación completa y a posteriori, contratando a los miembros del Gobierno saliente para dar conferencias a papo de Rey o nombrándoles asesores a sueldo de las más grandes Empresas, recompensa que en verdad no es más que la salida de la conocida puerta giratoria en la que se ha convertido el Gobierno del país, donde por un lado entran ex consejeros de empresas privadas al Gobierno y luego vuelven a ellas tras haber cumplido los deberes y objetivos con los que llegaron a alcanzar las Arcas Públicas, verdadero elixir que mantiene en funcionamiento el engranaje de todo el Sistema.

Se las prometen muy felices los canallas del PPSOE que no debieron atender con sensatez el final de aquel capítulo de la Historia, porque están jugando a la ruleta rusa. En aquella ocasión perdió sólo Cánovas quien viera recortada su vida a manos de Michele Angiolillo, un vanguardista moral italiano anarquista cuya acción no aprovechó a nadie. A lo mejor, es preciso que pierdan los dos implicados para que ganemos todos.