En Vascongadas, vivimos tiempos muy aburridos en lo concerniente a actividades lúdico-reivindicativas dada la contumaz sosez con que el inquietante 15-M se empeña en llevar a cabo sus movilizaciones, que ni por asomo llenan el vacío dejado por la desaparición de la Kale Borroka, las manifas en sesión continua durante los findes en el Casco Viejo o actos de marcado carácter cultural como la entrañable “Guerra de banderas” que pertenecía por derecho propio al Programa de fiestas de toda localidad con un mínimo de pundonor institucional. En consecuencia, no puedo menos que congratularme por la feliz idea de hacer desfilar a la Benemérita por nuestras carreteras y calles para que toda la población recupere el ánimo perdido durante este dilatado periodo de normalización reviviendo viejas sensaciones de efervescencia casi extintas como reunirse en Batzokis y Herrikos con los ojos brillantes ya sólo con hablar de los preparativos que en cada pueblo van a maquinar para dar el mejor Ongi Etorri! a la Vuelta a España, para que todo el mundo se entere por la tele e internet lo mucho que los vascos aman a España. Hacía tiempo que no les veía tan alegres y contentos, comprando tornillos en las ferreterías, petardos en las tiendas, aceite en el supermercado….
Creo que el tránsito del Instituto Armado por las carreteras vascas es un paso más en el proceso de pacificación de este territorio español y sería muy de agradecer que la población española del lugar saliera a los balcones y ventanas a saludar y aplaudir a sus efectivos con vítores a su paso, agitando banderas rojoygualdas, serpentinas y ¡por qué no! obsequiándoles con collares de flores, u ofreciéndoles talo y chistorra a su llegada a Meta. Sería algo que me haría saltar las lágrimas, de repetir estas mismas palabras entre alguno de mis brutolaris amigos con camiseta a rayas…Porque, por desgracia, todos sabemos que podemos darnos con un canto en los dientes si el asfalto no aparece salpicado de pinchos, más no precisamente de los que se confunden con las tapas.
En consecuencia, creo que el Ministerio del Interior y la Consejería correspondiente deberían buscar una fórmula que apaciguara a la multitud de Asterix y Obelix que aguarda entusiasmadamente agazapada la ocasión, cantimplora de poción mágica en mano, de repartir de nuevo Paz y Amor a lo largo y ancho del recorrido de la Vuelta. A tal efecto, tengo dos propuestas a ofrecer por si sirven de algo:
La primera, consistiría en que los mismos agentes de la Guardia Civil de Tráfico sobre quienes recae la responsabilidad legal de vigilar y preservar el orden durante todo el recorrido de la Vuelta Ciclista a España, en vez de quedarse bochornosamente a las puertas de las provincias Vascongadas como si se tratara de una frontera para dar el relevo a la Ertzantza, en vez de plegarse a esa humillación ante el Socialista Ares, se detenga unos minutos la competición para que les dé tiempo de disfrazarse de “Ertzainas” y de camuflar sus vehículos con las insignias típicas de la Ertzantza. De así hacerse, se salvaría la situación legal, institucional y hasta social. Eso sí, cobrando la jornada como Guardias Civiles y no como “Ertzainas” que saldría mucho más caro. Por supuesto, esta primera estrategia es del todo reversible, de modo que, los ertzainas podrían aguardar el relevo en la frontera de Vascongadas, pero esta vez vestidos ellos de Guardias Civiles, triquiñuela que sortearía los roces institucionales entre la Administración central y Vasca, pero dudo mucho que los amantes de la juerga se vieran suficientemente disuadidos para desmontarla por tan insignificante detalle.
Por ello, yo apostaría más por una segunda estrategia basada en un cambio de nombre del cuerpo policial autonómico que pasaría de llamarse “Ertzantza” a denominarse “Guardia Civil Vasca” Y ahí sí que nadie notaría la diferencia.